Pero el fenómeno Uribe, tan repicado y publicitado por los medios en un 
desconcertante afán por reproducir literalmente todos y cada uno de sus 
trinos, ciertamente se pasó de la raya
 Inesperadamente
 la humanidad ha sido sorprendida por una fuerte voz que, vertiginosa, 
se levantó con notable resonancia y un alucinante cubrimiento global, y 
que ahora es conocida por todo el mundo como Twitter. Esta portentosa 
red social, nacida del microblogging, una variante de los blogs, es un 
servicio que habilita a sus usuarios para comunicarse entre sí a través 
de mensajes breves, ofreciendo la opción de escribir y leer textos hasta
 de 140 caracteres, entradas estas que llevan por nombre tweets, 
derivado del inglés twitter, cuyo significado no es otro que el de 
gorjear o trinar. Así, pues, quien hoy en día crea una página de 
Twitter, automáticamente podrá interrelacionarse con otros haciendo uso 
de mensajes que van y vienen en tiempo real. Esta plataforma, creada en 
San Francisco en el 2006 por Jack Dorsey, ofrece sus funciones sin costo
 alguno y tiene la particularidad de relacionar directamente y de forma 
inmediata tanto a los seguidores del sujeto que abre su página, como a 
este con quienes lo siguen. Actualmente más de 200 millones de personas 
gozan de sus beneficios, cifra de cibernautas que día a día se va 
quedando corta, generando según dato probablemente ya con amplitud 
superado, 65 millones de tweets al día.
Este sistema de comunicación entre los habitantes del planeta está 
revolucionando al mundo. Ya de por sí, podría considerárselo como una 
adicción contagiosa e incurable. Aparentemente por estos días nada puede
 decirse por fuera de él. Los gobernantes y los gobernados, el poeta o 
el comerciante, el periodista o el político, los enamorados, todos se 
ven obligados a manifestarse allí dando la impresión de que la verdad y 
el poder de sus expresiones van implícitas en estos tweets o tuits que 
salen disparados con tan solo un simple clic. Esta herramienta virtual 
no es otra cosa que un cable conductor de energía verbal que no repara 
en fronteras y cuya inmediatez y gratuidad fascinan.
Pues, bien, esta breve introducción la hago con la expresa intención 
de referirme a uno solo de sus usuarios, conociendo esta vez con 
precisión qué instrumentos tecnológicos son ahora los suyos en su 
desaforada carrera política y en el desenvolvimiento de su pendenciera 
ideología de extrema derecha y sus jurásicos y ramplones estilo y 
pensamiento. En suma, a qué tanta alharaca del usuario de marras.
Cualquier lector medianamente enterado del discurrir de la vida 
política de los últimos años sabe con certeza que si hablamos de 
bronquista, delirante, arbitrario, mesiánico, o de los atajos, “le doy 
en la cara, marica” y del todo-vale y los huevitos y un largo etcétera 
de absurdos y exabruptos, añadiéndole a eso lo de “trinador” y twittero,
 no podemos estar nombrando sino muy específicamente a un colombiano: el
 expresidente Álvaro Uribe Vélez.
Y es que hoy en día el estatus VIP de la gente parece estar 
concentrándose en el uso y abuso de las páginas Twitter, las cuales, 
gracias a su facilismo e inmediatez, y a su enorme cubrimiento, otorgan 
una libertad casi absoluta para ejercer vanidades, aplastar 
malquerientes o lanzar calumnias y crear alarmas. No pocos egocentrismos
 faranduleros, intelectuales o politiqueros han venido paulatinamente 
inscribiéndose en su libertino Club, en donde el exiguo esfuerzo verbal o
 reflexivo y la comodidad que ofrece la ventajosa distancia física 
frente al objeto de cualquier vilipendio o, incluso también, y por 
timidez, de una que otra galantería o adulación, hace las delicias de 
los Twitteros.
Pero el fenómeno Uribe, tan repicado y publicitado por los medios en 
un desconcertante afán por reproducir literalmente todos y cada uno de 
sus trinos, ciertamente se pasó de la raya. Su frenético twitteo tiende 
no sólo a afectar el equilibrio mental suyo, sino a enloquecer a todo un
 país que, si con el presidente Santos a la cabeza, le sigue leyendo y 
controvirtiendo, terminará tan idiotizado y extraviado como jamás lo 
hubiésemos imaginado.
Porque es el eco, producto de los altoparlantes instalados en 
tertuliaderos, periódicos, la Tv y la radio, el que ha hecho que un 
expresidente presumiblemente en tránsito hacia el más riguroso juicio 
por parte de la justicia -la colombiana, o en su defecto, la 
internacional-, o al ese sí irremediable e implacable de la Historia, se
 haya autoproclamado de repente desde su exasperante trinar en el 
remozado mesías, luz en las tinieblas, conciencia de la patria, salvador
 y redentor de un país, y todo ello, quién lo creyera, porque en algún 
momento vislumbró que ajustándose su traje de twittero de tal manera que
 no le quedara tan holgado como aquel famoso frac que le luciera a los 
reyes de España, podría seguir haciendo de las suyas mientras retornaba 
al poder tras haber hecho trisas con sus trinos a ese, “su traidor”, el 
que él mismo instaurara para luego traicionar.
Para esta Colombia de ahora los trinos de Uribe son tan 
desestabilizadores y contrarios a la razón y al juicio, y tan 
peligrosos, como lo son, en otra dimensión, desde luego, las Bacrim, el 
narcotráfico… o cualquiera de las 7 plagas de Egipto.
Ya está bueno de tanta atención al energúmeno twittero del Ubérrimo.
guribe3@gmail.com
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario