Renán Vega Cantor |
Salvador López Arnal
Rebelión
"A la buena gente se la conoce en que resulta mejor cuando se la conoce".
Con estos versos abre Brecht una de sus grandes canciones, la “Canción la buena gente”. Tenía razón el gran poeta y dramaturgo alemán. En general, pero no siempre.
¿No siempre? Pues no. Para reconocer, por ejemplo, la bondad de Renán Vega Cantor no hace falta conocerle mucho. Se le nota desde el primer instante que se le ve. Se le conoce bien, se sabe de su bondad, cuando apenas se le conoce. Y cuando se le conoce más, cumple con las expectativas: mejor imposible
Nos conocimos en Barcelona, una ciudad que estos días ha estado sitiada por los Mossos d’Esquadra, la Policía Nacional y Guardia Civil, más de 8 mil efectivos en activo, para “defender” de los “antisistema” una reunión, simplemente una reunión, de la dirección del Banco Central europeo, nos conocimos, decía, Renán y yo hace unos diez años. Nos relacionó un amigo común, el poeta, el ecologista, el profesor, el traductor, el matemático, ese hombre, este excelente ser humano de bien y dignidad llamado Jorge Riechmann. Otro imprescindible.
Cenamos juntos ese día, y precisamente en un restaurante de un amigo colombiano. De acuerdo, fui muy poco original; lo admito. Al día siguiente, Renán nos acompañó, a mi compañera y a mí, a un acto republicano que celebramos en Santa Coloma de Gramenet, una ciudad del extrarradio barcelonés. Me tocó hablar ese día. Defendí peor que mal la necesidad y urgencia de la III República Española (ustedes ya conocen las tropelías de nuestro Monarca y de la Casa Real borbónica: ¿por qué no se callan?, ¿por qué no se exilian?). Hablar, definitivamente, no es lo mío. Renán lo notó. Pero tuvo la delicadeza de no decírmelo abruptamente. No dijo lo que merecía escuchar: dedícate a la lógica polivalente o a la conjetura de Goldbach (yo andaba entonces en esas cosas) y deja la palabra para quien sabemos decirla y cuidarla. Renán me animó y sin engañar, es incapaz de abonar la falsedad o la falacia, me sugirió algunos nudos que hubieran mejorado mi (penosa) intervención.
Se lo agradecí entonces, se lo agradezco ahora.
Luego, entonces aún no sabía de la importancia de su obra político-filosófica y cultural, he leído una parte no desdeñable de sus escritos. No todos, lo confieso. Las obras completas o incluso las escogidas de RVG suman ya decenas de volúmenes. No es imposible que superen las del revolucionario de Tréveris. Las de Platón seguro.
Y no sólo le he leído. A raíz del Premio Libertador venezolano (¡qué inmenso honor para ambos, para Renán y para el premio!), le entrevisté, en la que creo, sin exagerar, que ha sido una de mis mejores entrevistas, si “mis” tiene algún sentido en un enunciado como éste.
En sus ensayos, al igual que en los textos que él mismo ha ido editando, yo observo características singulares y constantes: un pensamiento crítico alejado de todo servilismo y seguidismo; un pensamiento crítico sistémico, complejo, alejado de toda simplificación improductiva; un pensamiento crítico concernido y documentado; un pensamiento crítico sensible, muy sensible, a las mejores causas de la humanidad; un pensamiento crítico abierto a abonar una de nuestras aristas esenciales, la de un ecologismo social de los pobres, no de los poderosos o asentados con privilegios, que sitúe al ser humano, a otras especies vivientes y a nuestra relación equilibrada con la Naturaleza en el puesto de mando de nuestro estar en el mundo.
En fin, para no cansar más, he visto –no ha sido difícil, está bien a la vista, al igual que la excelencia de su ser- en la obra crítica del amigo Renán el pensamiento de un maestro, de alguien en quien uno puede mirarse para aprender siempre y no repetir nunca como cómodo e ineficaz loro acrítico.
Además, es innecesario decirlo en un país como el suyo, en un contexto como el que ustedes están viviendo que tantos compases de esperanza tiene a pesar de las enormes dificultades a las se enfrentan, Renán es un ejemplo de compromiso, de solidez, de defensa de lo justo y de la justicia y, sobre todo, de los seres más vulnerables. Transitando siempre, y no es fácil, es heroico incluso, por el mismo sendero que señalara aquella tesis sobre Feuerbach tantas veces citada pero no siempre practicada. Nunca en él el resto es silencio cómplice.
Detrás de su obra, detrás del hacer de Renán, está de nuevo Brecht en mi opinión. La que cito ahora es la letra que el gran poeta alemán compuso en 1949 para acompañar el “Cuarteto del Kaiser” de Haydn como himno de la República Democrática Alemana. No consiguió la aprobación de los dirigentes de la nueva república socialista. ¡Mecachis, una y mil veces! También entonces, desafortunadamente, eran malos tiempos para una excelente lírica socialista.
Dice así el poema, el himno de Brecht [1]:
El donaire no ahorra el esfuerzo
Ni la pasión, el entendimiento.
Que florezca una buena Alemania
Como cualquier otro buen país
Que los pueblos no palidezcan
Como ante una ladrona
Sino que nos tiendan sus manos
Lo mismo que a otros pueblos
Y no por encima y no por debajo
De otros pueblos queremos estar
Desde el mar hasta los Alpes
Desde el Oder hasta el Rin
Y porque hacemos mejor a este país
Lo amamos y lo protegemos
Y nos parece el más amable
Como a otros pueblos el suyo.
Este es, si me permiten el uso de una peligrosa palabra, el verdadero patriotismo que anida en la obra y hacer del amigo Renán. El único admisible probablemente, el verdadero y fraternal internacionalismo: “Y no por encima y no por debajo/ De otros pueblos queremos estar”.
En fin, para no dejar nada en el tintero y para no ocultarme: Renán Vega Cantor es, sin atisbo para la duda, uno de mis hombres, de mis seres humanos necesarios. ¿Me entienden? Seguro. ¿Comparten mi admiración por este maestro de todos, por este ciudadano internacionalista comprometido con todas las mejores causas de la Humanidad? Es imposible no hacerlo.
Un enorme abrazo desde España, desde este país de todos los demonios, como dijera el poeta Gil de Biedma, en el que el fascismo asesinó a García Lorca e hizo morir en el exilio de tristeza y desolación a Antonio Machado. Otro gran poeta exiliado, que supo como nadie de la desolación pero que no cesó nunca, lo dijo así en un poema que sé que es del gusto del amigo Renán, un poema dedicado a un brigadista internacionalista norteamericano que había estado en nuestra guerra, en la guerra de España, en la lucha heroica del pueblo español contra los huracanes de acero nazifascistas que intentaron someterlo para siempre a sus cadenas y a su programa de infamia.
Gracias, compañero, gracias
por el ejemplo. Gracias por que me dices
que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
como testigo irrefutable
de toda la nobleza humana.
¡Hasta la victoria siempre, compañero Renán!
Notas:
[1] La traducción es de Amaranta Süss y Antoni Domènech. Puede verse en Wolfgang Harich, “Para conmemorar el 50 aniversario de la muerte de Bertolt Brecht: Brecht y el himno nacional”, Sin permiso, nº 8, 2010, p. 37.
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