Por Carlos Medina Gallego
Estados Unidos hace evidente su absoluto desprecio por la situación colombiana en materia económica y de seguridad. Independientemente de estar o no de acuerdo con el TLC, el país le ha mendigado a lo largo de una década un tratado comercial que todavía no encuentra los respaldos suficientes en el Congreso estadounidense, pese a los esfuerzos y a las solicitudes que ha hecho de manera manifiesta el presidente Obama y, de ser Colombia, el principal aliado en la región y su escudero más importante para los conflictos en el área.
En materia de apoyos para seguridad y la lucha contra el narcotráfico la cosa no anda mejor, cada vez los recursos son menos, los recortes más permanentes y las ayudas se reducen a simples asistencias técnicas, a tal punto que, el país va a tener que asumir el 100% del costo de la seguridad, la lucha contra el crimen organizado del narcotráfico y el terrorismo. La llamada co-responsabilidad frente a estos fenómenos es discurso y letra muerta.
Es absolutamente claro que la política pública en seguridad y defensa en nuestro país se nutre de las orientaciones y monitorias estadounidense, y el discurso de lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, de los gobiernos anteriores, es un traslado mecánico de la política de seguridad norteamericana. Esta asistencia militar, a través de los tratados de cooperación, es permanente y los logros en materia de seguridad son de responsabilidad compartida. No obstante, el gobierno estadounidense considera que el desmonte de los grupos paramilitares fue un fracaso, la política de consolidación y recuperación social del territorio no está dando los resultados esperados y ahora es necesario volver a separar la lucha contra la insurgencia de la lucha contra el narcotráfico.
Para Michael McKinley, embajador de Estados Unidos en el país, las Bacrim representan el nuevo formato de los carteles del narcotráfico y quiere centrar toda la atención de la política estadounidense en este nuevo fenómeno. Basado en esta decisión, el gobierno nacional viene llamando la atención sobre la urgencia de combatirlas como agentes generadores de la industria del narcotráfico y el narcomenudeo. Sin embargo las Bacrim son muchos más que eso, pues constituyen una forma de estado ilegal en las zonas populares de las grandes ciudades.
Seguramente, el cambio de actitud del gobierno Obama y de su embajador, va a obligar a una nueva estrategia militar para confrontar a la insurgencia, que ha pasado a un segundo plano en el interés de los E.U. Igual el país va a tener que hacer esfuerzos para mejorar su comercio internacional, buscando nuevos socios en los países del área y en el continente asiático, pues sus socios tradicionales E.U y Europa, en razón de las múltiples dificultades que están afrontando, no ofrecen muchas posibilidades en materia comercial.
La pregunta es: ¿si USA no constituye un socio comercial y su apoyo al fortalecimiento de las políticas de seguridad y defensa es precario, qué sentido tiene mantener en estado de subordinación permanente unas relaciones que nada aportan? …de nada nos sirve que el embajador diga que Colombia se ha convertido en un modelo de inspiración internacional para la lucha contra el terrorismo, porque durante años ha soportado las consecuencias sociales, económicas y políticas de su acción desbastadora, con abnegación, nobleza y sacrificio a un costo altísimo en vidas, bienestar e institucionalidad. Pobre manera de convertirse en ejemplo.
El embajador McKinley dice, en privado, que en los próximos meses se puede estar instalando una mesa de paz en el país y que existen acercamientos con la guerrilla de las FARC. En ningún otro cuerpo diplomático se sabe algo al respecto. Si así fuese, sería bueno que la embajada que no ha podido concluir con su gobierno un TLC para Colombia y ya no tiene más plata para financiar la guerra, al menos promueva y acompañe un proceso de paz en donde, sin lugar a dudas, jugaría un papel fundamental por razones obvias.
Estados Unidos hace evidente su absoluto desprecio por la situación colombiana en materia económica y de seguridad. Independientemente de estar o no de acuerdo con el TLC, el país le ha mendigado a lo largo de una década un tratado comercial que todavía no encuentra los respaldos suficientes en el Congreso estadounidense, pese a los esfuerzos y a las solicitudes que ha hecho de manera manifiesta el presidente Obama y, de ser Colombia, el principal aliado en la región y su escudero más importante para los conflictos en el área.
En materia de apoyos para seguridad y la lucha contra el narcotráfico la cosa no anda mejor, cada vez los recursos son menos, los recortes más permanentes y las ayudas se reducen a simples asistencias técnicas, a tal punto que, el país va a tener que asumir el 100% del costo de la seguridad, la lucha contra el crimen organizado del narcotráfico y el terrorismo. La llamada co-responsabilidad frente a estos fenómenos es discurso y letra muerta.
Es absolutamente claro que la política pública en seguridad y defensa en nuestro país se nutre de las orientaciones y monitorias estadounidense, y el discurso de lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, de los gobiernos anteriores, es un traslado mecánico de la política de seguridad norteamericana. Esta asistencia militar, a través de los tratados de cooperación, es permanente y los logros en materia de seguridad son de responsabilidad compartida. No obstante, el gobierno estadounidense considera que el desmonte de los grupos paramilitares fue un fracaso, la política de consolidación y recuperación social del territorio no está dando los resultados esperados y ahora es necesario volver a separar la lucha contra la insurgencia de la lucha contra el narcotráfico.
Para Michael McKinley, embajador de Estados Unidos en el país, las Bacrim representan el nuevo formato de los carteles del narcotráfico y quiere centrar toda la atención de la política estadounidense en este nuevo fenómeno. Basado en esta decisión, el gobierno nacional viene llamando la atención sobre la urgencia de combatirlas como agentes generadores de la industria del narcotráfico y el narcomenudeo. Sin embargo las Bacrim son muchos más que eso, pues constituyen una forma de estado ilegal en las zonas populares de las grandes ciudades.
Seguramente, el cambio de actitud del gobierno Obama y de su embajador, va a obligar a una nueva estrategia militar para confrontar a la insurgencia, que ha pasado a un segundo plano en el interés de los E.U. Igual el país va a tener que hacer esfuerzos para mejorar su comercio internacional, buscando nuevos socios en los países del área y en el continente asiático, pues sus socios tradicionales E.U y Europa, en razón de las múltiples dificultades que están afrontando, no ofrecen muchas posibilidades en materia comercial.
La pregunta es: ¿si USA no constituye un socio comercial y su apoyo al fortalecimiento de las políticas de seguridad y defensa es precario, qué sentido tiene mantener en estado de subordinación permanente unas relaciones que nada aportan? …de nada nos sirve que el embajador diga que Colombia se ha convertido en un modelo de inspiración internacional para la lucha contra el terrorismo, porque durante años ha soportado las consecuencias sociales, económicas y políticas de su acción desbastadora, con abnegación, nobleza y sacrificio a un costo altísimo en vidas, bienestar e institucionalidad. Pobre manera de convertirse en ejemplo.
El embajador McKinley dice, en privado, que en los próximos meses se puede estar instalando una mesa de paz en el país y que existen acercamientos con la guerrilla de las FARC. En ningún otro cuerpo diplomático se sabe algo al respecto. Si así fuese, sería bueno que la embajada que no ha podido concluir con su gobierno un TLC para Colombia y ya no tiene más plata para financiar la guerra, al menos promueva y acompañe un proceso de paz en donde, sin lugar a dudas, jugaría un papel fundamental por razones obvias.
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