viernes, 9 de septiembre de 2011

El cambio del Mindefensa

Editorial VOZ, edición 2606

A Rodrigo Rivera lo tumbó su inexperiencia en el tema de la defensa nacional, dicen algunos dirigentes y analistas políticos, que hacen el análisis superfluo de su gestión al frente del Ministerio de Defensa Nacional, uno de los más influyentes del país, no tanto por el peso político que éste tiene sino por la presencia, casi que intimidante de la cúpula militar, que es un poder definitivo en la precaria democracia colombiana.


En realidad, a Rivera lo tumbó la falta de apoyo político. No tenía cercanía con la Casa de Nariño, pero tampoco sintonía con los altos mandos militares. Ninguna autoridad ejercía sobre ellos. Su padrino político, el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, se dedicó a criticar el retroceso en seguridad, acusación que recaía en primera instancia en su pupilo ministro. Para completar, Rivera se salió del libreto del gobierno de Santos y se dedicó a declaraciones altisonantes y a demasiada exposición en los medios.

Es posible que Santos no olvidara el ridículo que le hizo pasar cuando viajó a toda carrera a Chaparral, en el sur del Tolima, a tomarse la foto junto al cadáver del comandante en Jefe de las FARC-EP, Alfonso Cano, que según versión de los militares, había sido “dado de baja” en el Cañón de las Hermosas. Resultó un “falso positivo” y el presidente Santos como consolación decidió decir que “Cano se les había volado sin ropa y abandonando dos perros”. Mentira piadosa, porque a las pocas semanas, el jefe de las FARC apareció fresco y tranquilo en un video que envió al Encuentro por la Paz de Barrancabermeja, el que por cierto le dolió bastante al Gobierno Nacional.

Nadie daba cinco centavos por Rodrigo Rivera. Lo criticaban desde la “Unidad Nacional” y desde el uribismo, porque no daba pie con bola en seguridad; también desde la izquierda por el guerrerismo al peor estilo de Uribe Vélez. No se quedaban atrás los generales que no le reconocían liderazgo.

En el fondo, Rivera fue un incapaz de darle perspectiva al Ministerio de Defensa. No supo hacer la guerra, pero tampoco hablar de paz. Su retiro estaba cantado, así el presidente Santos lo haya llenado de elogios, más para justificar su envío como Embajador en la Unión Europea que por los éxitos logrados que no se ven por ninguna parte.

Juan Carlos Pinzón, familiar de militares y de la entraña de Santos, asume el Ministerio de Defensa, anunciando cambios radicales. Lo hace con bombos y platillos y tambores de guerra. La misma letanía de siempre. Es ridículo que desde que se designó el primer ministro civil de defensa, éste llega hablando duro, ofreciendo acabar a bala con el conflicto, como si así se metiera al bolsillo a los militares. Dicen que el único que les llega es el propio Uribe. Que desde su casa fiscal, pagada con los impuestos de los colombianos, conversa por teléfono todos los días con oficiales de alta y mediana graduación, a los que llama por su nombre y les habla largamente. Es una piedra en el zapato, una labor de zapa que Santos conoce y no sabe como remediarla.

Lo que deben entender Santos y el ministro Pinzón es que el fracaso de Rivera no es porque no dio resultados en seguridad, ya se dijo, es por su incapacidad, porque la “seguridad democrática” fracasó como instrumento de la guerra y de la solución del conflicto. Según la Corporación Arco Iris, el envión de las FARC viene de 40 meses atrás, en pleno gobierno de Uribe, que llenó de “falsos positivos” el país para mostrar golpes contundentes contra la guerrilla.

Una y otra vez hay que advertir que no hay solución militar del conflicto. Volver a las andadas de la “seguridad democrática” uribista es volver a  los “falsos positivos” y a la mayor degradación del conflicto. Es prolongarlo de manera indefinida. Santos no puede seguir cañando con el cuento de la llave de la paz en la mano, mientras en el Cauca, sur del Tolima, Nariño, Valle del Cauca, Tolima, Norte de Santander, Arauca, Huila, Caquetá y otras regiones lo que está vivita es la confrontación armada. Lo que salta de bulto es el fracaso de la “seguridad democrática”.

No se trata de un simple consejo para que el Estado tenga el monopolio de las armas, como lo dicen algunos. Lo que se requiere es una actitud definida a favor de la solución política por la vía del diálogo para la paz con democracia y justicia social. El Encuentro de Paz de Barrancabermeja fue muy claro al respecto y llamó a construir políticas de paz desde las regiones. Nada que ver con la guerra delirante que sigue fomentando en su locura el señor Uribe Vélez y con la cual no se atreve a romper el presidente Santos después de un año de Gobierno.

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