El pasado 25 de septiembre, un portavoz del Consejo Nacional de Transición (CNT) convocó a la prensa extranjera presente en Trípoli para anunciar el hallazgo de una fosa común con los restos de más de 1.700 prisioneros ejecutados el 28 de junio de 1996 en la cárcel de Abu Salim, en la capital libia.
La noticia, que supone la evidencia de la peor masacre del régimen libio en 42 años en el poder, recorrió rápidamente la vuelta al mundo. La prisión de Abu Salim es doblemente simbólica: varias organizaciones defensoras de los derechos humanos confirman el asesinato 15 años atrás de varios cientos de detenidos en esta cárcel, donde eran encerrados los prisioneros políticos del régimen de Gadafi. Por otro lado, fue una manifestación de familiares de víctimas de Abu Salim, a mediados de febrero, el detonante de la presente revuelta libia.
Según el CNT, luego de la matanza los restos de las víctimas fueron trasladados y enterrados en una fosa común en un baldío junto a la prisión. Sin embargo, y esperando una investigación, dos enviados especiales a Trípoli por los periódicos Libération y Le Figaro cuestionan desde el lugar señalado como la fosa en común si allí yacen realmente las víctimas de la masacre.
El enviado de Le Figaro a Trípoli se pregunta si está ante “un descubrimiento macabro o una manipulación sombría”. Afirma que fue al lugar indicado y se encontró con un “terreno baldío, pisoteado por los niños, donde los únicos huesos visibles no eran de tamaño humano, sino compatibles con el esqueleto de un dromedario”.
En el mismo sentido, Jean-Louis Le Touzet, enviado de Libération, deplora la ausencia de forenses “que podrían certificarles a familias totalmente perdidas que ese fémur sólo podría pertenecer a un mamífero de 500 kilos”. “Buscamos el rastro de nuestros hijos. Nos dijeron por radio que la gente del CNT había hallado restos humanos. Pero sólo hay huesos de animales y latas de conserva… Usan los mismos métodos que los demás. Nos mienten”, afirma una mujer citada por el reportero. Le Touzet describe además patéticas imágenes de hombres alzando en lágrimas huesos que creen de humanos aunque pertenezcan claramente a dromedarios.
Estos testimonios deben ser matizados. El enviado especial del diario español El País a Trípoli también se trasladó al lugar señalado por el CNT. “Lo que se pudo apreciar sobre el terreno no es una fosa sino una explanada polvorienta de unos 100 metros cuadrados en la que los rebeldes habían dispuesto tres pequeños montones de huesos sobre hojas de papel. Pero escarbando aquí y allá, salían a la luz más huesos y trozos de la ropa a rayas que vestían los antiguos presos”, escribe Francisco Peregil.
La verdad histórica la dirán los equipos científicos encargados de estudiar los restos, pero la prensa francesa toma precauciones cuando las imágenes también forman parte de la guerra. En mente de todos, la famosa falsificación de Timisoara (Rumania), cuando se anunció el hallazgo de 1.104 personas asesinadas durante la insurrección de 1989 y al final de la guerra la cifra real bajó a 93 víctimas fatales. Las imágenes de cadáveres mostradas a la televisión pertenecían en realidad a cuerpos desenterrados del cementerio de la ciudad.
RFI
La noticia, que supone la evidencia de la peor masacre del régimen libio en 42 años en el poder, recorrió rápidamente la vuelta al mundo. La prisión de Abu Salim es doblemente simbólica: varias organizaciones defensoras de los derechos humanos confirman el asesinato 15 años atrás de varios cientos de detenidos en esta cárcel, donde eran encerrados los prisioneros políticos del régimen de Gadafi. Por otro lado, fue una manifestación de familiares de víctimas de Abu Salim, a mediados de febrero, el detonante de la presente revuelta libia.
Según el CNT, luego de la matanza los restos de las víctimas fueron trasladados y enterrados en una fosa común en un baldío junto a la prisión. Sin embargo, y esperando una investigación, dos enviados especiales a Trípoli por los periódicos Libération y Le Figaro cuestionan desde el lugar señalado como la fosa en común si allí yacen realmente las víctimas de la masacre.
El enviado de Le Figaro a Trípoli se pregunta si está ante “un descubrimiento macabro o una manipulación sombría”. Afirma que fue al lugar indicado y se encontró con un “terreno baldío, pisoteado por los niños, donde los únicos huesos visibles no eran de tamaño humano, sino compatibles con el esqueleto de un dromedario”.
En el mismo sentido, Jean-Louis Le Touzet, enviado de Libération, deplora la ausencia de forenses “que podrían certificarles a familias totalmente perdidas que ese fémur sólo podría pertenecer a un mamífero de 500 kilos”. “Buscamos el rastro de nuestros hijos. Nos dijeron por radio que la gente del CNT había hallado restos humanos. Pero sólo hay huesos de animales y latas de conserva… Usan los mismos métodos que los demás. Nos mienten”, afirma una mujer citada por el reportero. Le Touzet describe además patéticas imágenes de hombres alzando en lágrimas huesos que creen de humanos aunque pertenezcan claramente a dromedarios.
Estos testimonios deben ser matizados. El enviado especial del diario español El País a Trípoli también se trasladó al lugar señalado por el CNT. “Lo que se pudo apreciar sobre el terreno no es una fosa sino una explanada polvorienta de unos 100 metros cuadrados en la que los rebeldes habían dispuesto tres pequeños montones de huesos sobre hojas de papel. Pero escarbando aquí y allá, salían a la luz más huesos y trozos de la ropa a rayas que vestían los antiguos presos”, escribe Francisco Peregil.
La verdad histórica la dirán los equipos científicos encargados de estudiar los restos, pero la prensa francesa toma precauciones cuando las imágenes también forman parte de la guerra. En mente de todos, la famosa falsificación de Timisoara (Rumania), cuando se anunció el hallazgo de 1.104 personas asesinadas durante la insurrección de 1989 y al final de la guerra la cifra real bajó a 93 víctimas fatales. Las imágenes de cadáveres mostradas a la televisión pertenecían en realidad a cuerpos desenterrados del cementerio de la ciudad.
RFI
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