Por Pepe Escobar
La inestabilidad política, económica, social en Libia no ha terminado con la caída de Trípoli ni con la supuesta victoria de los rebeldes de la OTAN. La inédita alternativa de Gaddafi de pasar a la clandestinidad ha sorprendido a más de uno. Estamos frente a un escenario que nos recuerda mucho la historia de Omar Mukhtar, el líder libio que durante casi veinte años -de 1912 a 1931- luchó contra el colonialismo italiano. Todo puede cambiar en un país donde la mayoría de la población todavía no ha dicho su última palabra y los poderes neocoloniales instalados muy frágiles.
La inestabilidad política, económica, social en Libia no ha terminado con la caída de Trípoli ni con la supuesta victoria de los rebeldes de la OTAN. La inédita alternativa de Gaddafi de pasar a la clandestinidad ha sorprendido a más de uno. Estamos frente a un escenario que nos recuerda mucho la historia de Omar Mukhtar, el líder libio que durante casi veinte años -de 1912 a 1931- luchó contra el colonialismo italiano. Todo puede cambiar en un país donde la mayoría de la población todavía no ha dicho su última palabra y los poderes neocoloniales instalados muy frágiles.
Basta de hablar de la caída del Gran G. [Gran Guía] Ahora llega lo fundamental: Afganistán 2.0, Iraq 2.0, o una mezcla de ambos.
Los «rebeldes de la OTAN» siempre han asegurado que no quieren ocupación extranjera. Pero la OTAN –que posibilitó la victoria– no puede controlar Libia sin tropas sobre el terreno. Por lo tanto, en la central de la OTAN en Mons, Bélgica, juegan con múltiples escenarios, bajo una cobertura de terciopelo de las Naciones Unidas.
Según los planes que ya se han filtrado, podrá haber tarde o temprano soldados de las monarquías del Golfo Pérsico y de aliados amistosos como Jordania y especialmente Turquía, miembro de la OTAN, también muy ansiosa de obtener grandes contratos comerciales. Casi ninguna nación africana formará parte del asunto, ahora se ha «reubicado» a Libia en Arabia.
El Consejo Nacional de Transición (CNT) estará de acuerdo –o lo obligarán a estar de acuerdo– si Libia cae, o cuando caiga, en el caos. A pesar de eso será extremadamente difícil que le acepten, mientras las extremadamente dispares facciones de los «rebeldes de la OTAN» consolidan frenéticamente sus feudos, y se preparan para volverse unas contra otras.
No existe evidencia hasta ahora de que el CNT –fuera de arrodillarse ante el altar de las naciones miembros de la OTAN– tenga la menor idea de cómo administrar un paisaje político complejo en Libia.
Cañones sin rosas
En Libia todos están ahora virtualmente armados hasta los dientes. La economía está paralizada. Ya ha comenzado una obscena disputa encarnizada por quién controlará los miles de millones de dólares descongelados de Libia.
La tribu Obeidi está furiosa con el CNT porque no ha habido ninguna investigación sobre el asesinato del comandante del ejército rebelde Abdul Fattah Younis el 29 de julio. Los miembros de la tribu ya han amenazado con tomarse la justicia por su mano.
El principal sospechoso del asesinato es la brigada Abu Ubaidah bin Jarrah, una milicia fundamentalista islámica de la línea dura que rechaza la intervención de la OTAN y se niega a combatir bajo el CNT, calificando tanto al CNT como a la OTAN de «infieles».
Luego existe la pregunta empapada en petróleo: ¿Cuándo organizará la nebulosa del Grupo de Combate Islámico de Libia (LIFG, por sus siglas en inglés) su propio golpe para eliminar al CNT?
En todo Trípoli hay ecos gráficos del infierno de las milicias en Iraq. El ex recurso de la CIA y ex detenido de la «guerra contra el terror», general Abdelhakim Belhaj –surgido del círculo Derna, la zona cero del fundamentalismo islámico en Libia– es el líder del nuevo Consejo Militar Trípoli.
Ya han sido lanzadas acusaciones por parte de otras milicias de que debe irse ya que no combatió por la «liberación» de Trípoli, lo quiera o no el CNT. Eso significa esencialmente que la nebulosa LIFG-al-Qaida combatirá tarde o temprano en una parte de la futura guerra de guerrillas, contra el CNT, otras milicias, o ambos.
En Trípoli, los rebeldes de Zintan, en las montañas occidentales, controlan el aeropuerto. El banco central, el puerto de Trípoli y la oficina del primer ministro están controlados por rebeldes de Misrata. Bereberes de la ciudad montañosa de Yafran controlan la plaza central de Trípoli, pintada ahora con espray «Revolucionarios de Yafran». Todos estos territorios están claramente identificados como advertencia.
Mientras el CNT, como unidad política, ya se comporta como un gobierno en las últimas; y mientras las milicias simplemente no desaparecen, cuesta también imaginar Libia como un nuevo Líbano; la guerra en el Líbano comenzó cuando los vecindarios de Beirut se repartieron entre suníes, chiíes, maronitas cristianos, nasseristas y drusos.
La libanización de Libia, además, incluye la letal tentación islámica, que se propaga como un virus por toda la Primavera Árabe.
Por lo menos 600 salafistas que combatieron en la resistencia suní iraquí contra EE.UU. fueron liberados de la prisión Abu Salim por los rebeldes. Es fácil imaginarlos aprovechando el saqueo generalizado de Kalashnikovs y de misiles antiaéreos soviéticos Sam-7 lanzados desde el hombro para reforzar su propia milicia islamista de la línea dura siguiendo sus propios planes, su propia guerra de guerrilla.
Bienvenidos a nuestra ‘democracia’ racista
La Unión Africana (UA) no reconocerá al CNT; de hecho, acusa a los rebeldes de la OTAN de asesinatos indiscriminados de africanos negros, considerados todos como «mercenarios».
Según Jean Ping de la UA: «… El CNT parece confundir a negros con mercenarios… [Parece pensar] que todos los negros son mercenarios. Si se hace algo semejante significa que un tercio de la población de Libia, que es negra, también son mercenarios.»
El pequeño puerto de Sayad, a 24 kilómetros al oeste de Trípoli, se ha convertido en un campo de refugiados africanos negros aterrorizados por la «Libia libre». Médicos sin Fronteras descubrió la existencia del campo el 27 de agosto. Los refugiados dicen que desde febrero comenzaron a ser expulsados por los propietarios de los negocios en los que trabajaban, acusados de mercenarios, y que los están acosando desde entonces.
Según la mitología rebelde, el régimen de Gadafi estaba protegido esencialmente por murtazaka («mercenarios»). La realidad es que Gadafi empleó un contingente de combatientes africanos negros, de Chad, Sudan y tuaregs de Níger y Mali. La mayoría de los africanos negros sub-saharianos de Libia son trabajadores emigrantes con trabajos legales.
Para ver por dónde van las cosas, hay que mirar al desierto. El inmenso desierto del sur de Libia no fue conquistado por la OTAN. El CNT virtualmente no tiene ningún acceso a todo el agua de Libia ni a gran parte del petróleo.
Gadafi tiene la posibilidad de «operar en el desierto», de negociar con una serie de tribus, de comprar o consolidar su lealtad y organizar una continua guerra de guerrilla.
Argelia está involucrada en una cruenta lucha contra al-Qaida en el Magreb. La vasta y permeable frontera de 1.000 kilómetros de Argelia con Libia, sigue abierta. A Gadafi le resultaría fácil basar sus guerrillas en el desierto meridional con un refugio en Argelia, o incluso en Níger. El CNT ya está aterrorizado ante esta posibilidad.
La operación «humanitaria» de la OTAN ha lanzado por lo menos 30.000 bombas sobre Libia durante los últimos meses. Es seguro decir que muchos miles de libios han muerto en los bombardeos, los cuales no se detienen; pronto la OTAN puede atacar a algunos –civiles o no– a quienes en teoría estaba «protegiendo» hasta hace pocos días.
El Gran G derrotado puede resultar mucho más peligroso que un Gran G en el poder. La verdadera guerra comienza ahora. Será infinitamente más dramática y trágica. Porque ahora será una guerra darwiniana, norteafricana, de todos contra todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario