Editorial.- Edición VOZ 2589
Estamos lejos de haber simpatizado con la causa de Osama Bin Laden, antiguo colaborador de la CIA y del Pentágono de los Estados Unidos. Durante mucho tiempo, coordinó acciones con la agencia norteamericana en el Medio Oriente y recibió armas y apoyo logístico de esta en la resistencia contra la Unión Soviética en Afganistán. De alguna manera, Bin Laden fue su criatura, como tantos otros personajes de esta misma índole en la historia, que resultan enfrentados a la potencia imperial. Es célebre la frase de algún mandatario estadounidense, refiriéndose a uno de estos amigos suyos: “Es un hp, pero es nuestro hp”.
Estamos lejos de haber simpatizado con la causa de Osama Bin Laden, antiguo colaborador de la CIA y del Pentágono de los Estados Unidos. Durante mucho tiempo, coordinó acciones con la agencia norteamericana en el Medio Oriente y recibió armas y apoyo logístico de esta en la resistencia contra la Unión Soviética en Afganistán. De alguna manera, Bin Laden fue su criatura, como tantos otros personajes de esta misma índole en la historia, que resultan enfrentados a la potencia imperial. Es célebre la frase de algún mandatario estadounidense, refiriéndose a uno de estos amigos suyos: “Es un hp, pero es nuestro hp”.
Sin embargo, no podemos exaltar el procedimiento de la Casa Blanca, auspiciado y ordenado por el presidente Barak Obama, Premio Nobel de Paz, de tierra arrasada, vulnerando el Derecho Internacional y el Derecho Internacional Humanitario, para “darlo de baja” en Pakistán, aunque en realidad fue un asesinato que ha despertado repudio en círculos democráticos mundiales. La hija de Bin Laden, menor de edad y testigo del acto, dijo que su padre fue apresado y luego ejecutado con frialdad; mientras los voceros gringos reconocen que buena parte de la información la obtuvieron mediante “drásticos métodos” con presos de Guantánamo. Es decir, con la aplicación de torturas.
Fue un signo de barbarie y no de civilización en pleno siglo XXI, por un mandatario estadounidense que despertó múltiples expectativas, después de tantos atropellos y desmanes de su antecesor, George W. Bush, que utilizó el derrumbe de las Torres Gemelas, otra gran equivocación de Osama Bin Laden, para dar una especie de golpe militar en el Planeta y justificar la “estrategia global contra el terrorismo”. Con razón, algunos analistas que no comen entero, llegaron a dudar de que semejante crimen de lesa humanidad hubiera sido cometido por Al Qaeda, sino que se trató de una gran impostura del Pentágono para precipitar y justificar sus atropellos contra el mundo. Después del 11S ocurrieron la invasión y las guerras en Afganistán e Irak, en cuyo marco se han cometido los más viles desafueros contra civiles y objetivos iguales. Con razón dijo el columnista Daniel Samper Pizano es la doctrina del “todo vale” que también se conoce en Colombia y muy caracterizada en los últimos ocho años de los dos gobiernos de Uribe Vélez en la concepción de la “seguridad democrática”.
Es la distorsión de la justicia en incorrecta aplicación que dista del elemento humano de reparación de las víctimas y de la sociedad; es la venganza y la retaliación a partir de la prepotencia y la arrogancia. “Esta noche, Estados Unidos, ha lanzado un mensaje inequívoco: no importa cuánto tiempo haga falta, se hará justicia”, dijo Obama, aunque no reconoció que por su propia mano y para satisfacer aspiraciones personales como su reelección, cuya imagen de capa caída subió varios puntos después del operativo en Abottabad en Pakistán.
El mal ejemplo que deja una acción estatal de un Gobierno tan poderoso como Estados Unidos es incalculable. Grupos de ciudadanos en Washington, Nueva York y otras ciudades, bailaban y gritaban como fieras, celebrando la ejecución de un ser humano, así fuera desadaptado y que causara tantas tragedias. Ahora se entiende por qué Estados Unidos se ha negado, una y otra vez, a refrendar el Tratado de Roma y la Corte Penal Internacional, que por cierto actúa sin ninguna independencia y con discriminación en estos casos sensibles y que involucran a las grandes potencias.
El mal ejemplo cunde y ahora los enemigos de Estados Unidos saben muy bien a qué atenerse. Es casi que el regreso a la ley de la selva, a la ley del Talión, “al ojo por ojo y diente por diente”, a la imposición bestial del dominio imperialista. Algo despreciable y anacrónico, que se creía superado en el siglo XXI.
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