viernes, 30 de marzo de 2012

Óptica Mundial - Jerónimo Carrera - Nubarrones bélicos

Amenazas bélicas de Estados Unido
Tribuna Popular TP –Jerónimo Carrera.- Quizás algunos lectores me reprochen cierta insistencia de mi parte en algunos temas, y uno de ellos será con seguridad el de las amenazas bélicas que he venido denunciando, no por pesimismo sino por experiencia, como ahora latentes en muchas partes de la geografía mundial.


Efectivamente, basta con darse cuenta de la creciente fase de agudización de los problemas básicos del sistema capitalista, y de los incrementados gastos en armamentos que la acompañan, para sacar conclusiones pesimistas en lo relativo al mantenimiento de las relaciones pacíficas entre Estados que, además, sostienen la también creciente diversidad de posiciones ideológicas que hoy se disputan las mentes humanas.

Pues bien, se ha hecho más evidente que en todos los continentes han venido profundizándose los choques entre los gobiernos, producto de intereses contrapuestos y  hay que decirlo, de cierta tendencia “politiquera” de algunos gobernantes. Y casi siempre en los conflictos, cualquiera sea el continente donde aparezcan, se pueden ver las manos del Tío Sam.

Los gobernantes de Estados Unidos, sean demócratas o republicanos los que se alojen en la Casa Blanca, alternativamente, en verdad todos ellos son representantes del gran capital yanqui, cuyo negocio principal son las guerras.

Para esos poderosos señores la guerra ha sido siempre, y ahora lo es más que nunca, un producto de exportación.

La guerra requiere dos elementos, soldados y armas, pero todas sus experiencias bélicas del siglo XX les demostraron muy bien a los imperialistas yanquis que Estados Unidos, en verdad, puede contar y cuenta con armas de las más avanzadas, pero carece de soldados que estén dispuestos a dar sus vidas en los campos de batalla. Por eso tienen que recurrir a mercenarios, y poner a pelear a otros países. Tal es su gran negocio, evidentemente.

En las circunstancias de crisis que ahora sufren, Estados Unidos está montando un gran espectáculo electoral para noviembre próximo, con la intención de engañar a su propio pueblo. Y de ser posible al resto del mundo, pero detrás de todo ese espectáculo no alcanza de ningún modo a ocultar la crisis económica que los agobia. Por eso, su clase dirigente, los imperialistas republicanos y demócratas, se ven obligados a utilizar las guerras en cualquier otra parte del mundo. Y su “traspatio” caribeño, como siempre, es lo que tienen a la mano.

En el mundo actual, los capitalistas yanquis y sus amigos europeos han prendido las mechas existentes en varias regiones de Africa y de Asia con bastante facilidad. En particular, últimamente el llamado Oriente Medio les ha presentado un campo propicio para las guerras, supuestamente de índole religiosa o por cualquier otro motivo.

Así como encendieron el fuego en Libia, aprovechando la torpeza de sus dirigentes saltimbanquis, ahora lo están haciendo en Siria. Allí ponen a pelear a unos sirios contra otros sirios, fácilmente.

Igual cosa hacían los imperialistas acá en nuestros países durante casi dos siglos. Por acá hubo muchas guerras entre países hermanos, con motivaciones fútiles, y también las llamadas “guerras civiles” que nos arruinaron después de haber ganado nuestra independencia de España, fundamentalmente, y de Portugal.
Finalmente hemos alcanzado la edad adulta y tal grado de madurez, que creo hoy se puede decir que acá en el continente americano es casi imposible que el imperialismo yanqui ponga a pelear un país contra otro. 

Pero lo cual no quiere decir que no puedan los yanquis armar y desatar en algún país “del sur del Río Grande” una cruenta guerra civil, al estilo por ejemplo de aquella que arruinó a la antigua Yugoslavia.

Ese es el gran peligro que ahora corremos, la división interna, y que los especialistas en tales menesteres, con sus traicioneros cómplices locales desde luego, del bando que sea, se encarguen de hacer soplar sobre nuestro país, todavía mucho más, estos “aires de fronda” que ya se notan por acá. Ojalá esté yo equivocado en esta apreciación.

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