José Couso |
El minotauro anda suelto
Con la última publicación de los papeles de Wikileaks se confirma lo que muchos ya imaginaban: que Estados Unidos presiona a los gobiernos y a los poderes judiciales en defensa de sus intereses.
Washington sabe que si el caso Couso prosperara se abriría la caja de los truenos. Si los tres militares acusados fueran procesados se crearía un precedente que podría sentar jurisprudencia y, de ese modo, otros soldados estadounidenses podrían ser juzgados por casos similares. Así que Estados Unidos tiene claro que estas cosas hay que detenerlas cuanto antes.
Hasta aquí, lo sospechado e imaginado hasta ahora.
LOS FISCALES
Lo que nadie podía pensar es que algunos miembros del ministerio fiscal español estuvieran más que dispuestos a privilegiar a una de las dos partes implicadas en el caso. Así ha sido, sin embargo.
En 2007 el fiscal general Cándido Conde-Pumpido se reunió con el embajador estadounidense para asegurarle que los fiscales “seguirían oponiéndose” a la orden de detención dictada contra los tres militares estadounidenses implicados en la causa. La orden de detención había sido dictada tres días antes por el juez Santiago Pedraz.
Cándido Conde-Pumpido se reunió con el embajador estadounidense, pero no lo hizo ni con la madre de José Couso, ni con la esposa de José Couso, ni con los hermanos de José Couso, ni con el abogado de José Couso para garantizarles la buena marcha de la causa, ni para nada. He aquí la primera diferencia de trato hacia una de las dos partes implicadas.
Medio año después, Conde-Pumpido dijo al embajador estadounidense que él deseaba el archivo del caso.
Los abogados de la familia Couso no descartan que el fiscal hubiera adelantado a Estados Unidos información no hecha pública aún.
De momento lo que es ya evidente es que la Fiscalía tuvo más interés en contentar a Estados Unidos. La soberanía nacional no tiene valor para el señor Conde-Pumpido y sus amigos.
EL GOBIERNO
El 30 de abril de 2007 el embajador estadounidense se vio con la vicepresidenta Fernández de la Vega, quien aseguró “estar muy implicada en el seguimiento del caso [Couso], al que prestan atención los más altos cargos del Gobierno español”, y señaló que “una de las opciones que se estaba sopesando era la de presentar un recurso”.
Ese recurso no tardó en llegar.
El 14 de mayo de 2007 el fiscal jefe de la Audiencia Nacional Javier Zaragoza anunció al consejero político estadounidense que se había opuesto al procesamiento de los tres militares estadounidenses acusados de la muerte de Couso y dictado dos semanas antes por el juez Pedraz.
Sin embargo, la noticia de tal recurso no aparece publicada hasta el 19 de mayo en varios periódicos, que coincidieron en señalar que tal apelación la había presentado el fiscal Alonso el día anterior.
Este juego de fechas deja por tanto abiertas algunas incógnitas que pueden cuestionar la actuación de la Fiscalía, ya que ésta informó antes a Estados Unidos que a la familia Couso de la presentación de dicho recurso.
Por otro lado, es llamativa la cadena de funcionamiento: Estados Unidos habla con Fernández de la Vega, ésta afirma que se está barajando presentar recurso, catorce días después la fiscalía presenta el recurso.
Por cierto, dos semanas después de ese recurso llegaba a España, de visita oficial, la Secretaria de Estado estadounidense Condoleeza Rice.
En un documento confidencial de 2009 se indica que: “El adjunto al director general de Política de Defensa comunicó la semana anterior a la embajada que su ministerio apoya totalmente la posición oficial norteamericana”.
Es decir, desde el Ministerio de Defensa español se apoya totalmente la posición oficial estadounidense. Y sin embargo, el partido que gobierna siempre ha mostrado en público una postura diferente: ha defendido la investigación de la muerte de José Couso, una defensa que sin embargo abandona en privado ante Washington.
“Nos han utilizado”, me dijo ayer Maribel Permuy, la madre de José Couso, al leer la información.
La familia Couso Permuy no descarta emprender acciones legales contra algunos de los implicados en esta trama ante la que es lícito preguntarse si hay una separación real de los poderes político y judicial.
De momento, estudian con sus abogados toda la información publicada. Y esperan nuevos datos que puedan llegar. (Añadido esta mañana: esos datos ya han llegado. Indican cómo algunos ministros del gobierno español se han involucrado para que “no prosperen las órdenes de detención” de los militares implicados en el caso Couso. Se menciona a Fernández de la Vega, Moratinos, López Aguilar. Definitivamente, la separación del poder político y judicial, en entredicho. ).
CLINTON
Cuando el Ejército estadounidense ha matado inocentes, ha torturado o hecho desaparecer a personas, Washington se ha justificado diciendo que se trata de errores, daños colaterales o consecuencias lógicas de la guerra contra el terror.
Sin embargo, cuando unos periodistas en el ejercicio de su profesión publican información de interés general, Estados Unidos se ofende y condena, pisoteando con ello la libertad de información, base de las sociedades democráticas.
Resultan paradójicas e incluso indignantes las palabras de la Secretaria de Estado Hillary Clinton : “Esta revelación [la última publicación de Wikileaks] es un ataque a la comunidad internacional”.
Si Estados Unidos no hubiera puesto tantos obstáculos para que el caso Couso prosperara, ahora se estaría celebrando un juicio en el que se investigarían las respuestas a estas preguntas:
-¿Por qué en la mañana del 8 de abril de 2003, en el plazo de menos de tres horas, las Fuerzas Armadas estadounidenses atacaron en Bagdad las tres sedes independientes de la prensa internacional – Al Jazeera, Abu Dhabi tv y el hotel Palestine- matando a tres periodistas -entre ellos José Couso- e hiriendo a varios más?
-¿Fueron aquellos tres ataques a la prensa fruto de la casualidad o medida de prevención contra una información libre, no empotrada, en el día en el que las tropas estadounidenses iniciaban la toma de Bagdad?
-¿Fue casualidad que en el Hotel Palestine dispararan contra el balcón quince, en el que grababa un cámara de Reuters, agencia que enviaba de manera casi simultánea las imágenes a su sede central para distribuirlas por todos los medios de comunicación del mundo?
-¿Querían las Fuerzas Armadas evitar ser filmadas en un día en el que no sabían con qué se iban a encontrar ni cómo iban a reaccionar?
Marines atravesando un puente de Bagdad. En el suelo, el cuerpo de un iraquí. Abril 2003. (Kuni Takahashi /AP)
-¿Cómo fue posible que el tanque que disparó contra el hotel Palestine no supiera lo que todo el planeta sabía: que aquél era el lugar de residencia de los periodistas europeos y estadounidenses?
-¿Cómo fue posible que desde el puente en que se encontraba no viera el cartel en inglés del Hotel Palestine, cuando éste se veía con unos simples prismáticos, no digamos ya con los potentes visores de un carro de combate?
-¿Cómo fue posible que, a pesar de que el Pentágono tenía las coordenadas del hotel y sabía que ésa era la residencia de los periodistas, esta información no fuera trasladada a los militares del tanque que disparó? ¿Realmente no fue trasladada?
-Los periodistas que estábamos en el hotel Palestine habíamos visto ya tropas estadounidenses desde nuestros balcones 24 horas antes; y el tanque que disparó llevaba apostado en un puente del río Tigris, junto con otros carros de combate, varias horas antes de disparar.
Si nosotros podíamos verlos a simple vista, es obvio que ellos nos veían a nosotros, teniendo en cuenta que lo primero que debe hacer un militar cuando llega a un lugar es inspeccionar el área e identificar las posibles amenazas.
Si 24 horas antes no nos habían considerado una amenaza, ¿por qué decidieron que lo éramos 24 horas después?
-¿No les importó saber que allí solo había civiles, más de doscientos periodistas, protegidos por la ley internacional? ¿No les quedó claro que éramos periodistas al ver nuestras identificaciones con letras enormes -PRESS- en nuestros chalecos antibalas?
-¿Por qué el tanque apunta con su cañón al hotel y espera diez minutos para disparar? ¿Qué pasó en esos diez minutos? ¿No prueba esa espera que no había amenaza alguna que justificara el disparo?
Hotel Palestine, abril 2003 (AP)
-¿Por qué el Pentágono cambió en varias ocasiones el contenido y enfoque de sus justificaciones del ataque? ¿Por qué en un primer momento defendió su actuación asegurando que había francotiradores en el hall del hotel?
-¿Por qué posteriormente -después de que se les preguntara por qué habían atacado el piso 14, 15, y 16 cuando la presunta amenaza se encontraba en el hall- afirmaron que los hombres armados estaban en la azotea?
-¿Por qué finalmente, tras las protestas de los más de 200 periodistas de todas las nacionalidades que allí estábamos y que aseguramos que del hotel no había salido ni un solo disparo, el Pentágono optó por concluir que no había ningún hombre armado, sino simplemente alguien con unos prismáticos, un “ojeador” lo llamaron, que estaría indicando al enemigo las posiciones de los militares estadounidenses?
-¿Justificaba la existencia de ese ojeador – si es que realmente existió- un ataque y la muerte de dos periodistas? ¿Era realmente una amenaza que otros conocieran las posiciones de los militares estadounidenses, cuando éstos se encontraban sobre el puente Al Jumiriya, visibles desde diversos puntos del centro de la ciudad?
-¿No sería quizá ese ojeador en realidad un periodista, o quizá el concepto ojeador abarca una idea abstracta referida a las miles de personas -periodistas extranjeros y bagdadíes civiles- que podían ver a los militares estadounidenses desde sus casas? ¿Estarían justificados por tanto ataques mortales a todos los edificios de Bagdad porque desde ellos les estaban viendo iraquíes, a los que quizá el Pentágono también decidiera llamar ojeadores?
Los tres militares estadounidenses implicados en el ataque al hotel Palestine
-¿Buscaban las tropas estadounidenses atemorizar a la prensa extranjera como lo hicieron para que ésta dejara de trabajar, de filmar los movimientos militares, y se viera obligada a escapar, a esconderse o a trasladar a sus heridos o muertos, como ocurrió? ¿Sabían que un ataque a la prensa supone, como supuso aquél día, la interrupción del trabajo de los periodistas durante horas?
-¿O fue todo fruto del azar?
Algunas de las respuestas a estas preguntas se pueden obtener a base de lógica. Otras solo podrían contestarse con la celebración de un juicio que obligara a investigar lo ocurrido y a testificar a personas clave del caso Couso. Que avalara la protección a los informadores y de la información.
De momento los papeles de Wikileaks sobre el caso Couso no destapan lo fundamental del mismo. Eso sí, desvelan el manejo de cinismos, hipocresías, dobles raseros y tratos de favor practicados en torno a él. Son la constatación de la pleitesía que se rinde al país más poderoso del mundo.
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