lunes, 27 de diciembre de 2010

Un mal balance

David Ravelo
 
Por Rodrigo López Oviedo

El presente año dejó un balance malo para todos, salvo para los dueños del gran capital. La ninguna redistribución del excelente crecimiento económico, y más bien sí su apropiación oligosómnica,  hace presagiar que los balances de fin de ejercicio de las grandes empresas quedarán adornados con unas nuevas cifras patrimoniales que colmarán de satisfacción a sus propietarios, así entrañen más concentración de la riqueza, más agudización de los problemas sociales y mayor incentivo para que quienes carecen de todo salgan de su marasmo.

Lo peor es que seguirán abiertos los caminos del enriquecimiento desbordado para unos pocos y el empobrecimiento sin talanquera para los demás. Los que van por la senda ancha lograron imponer un presidente que si bien no tiene el detestable talante de su antecesor, les garantiza el logro de los propósitos que venían cumpliendo desde cuando comenzaron a imponernos sus políticas neoliberales. Con Juan Manuel Santos quedaron aseguradas las estrategias de Estado pequeño, de bajos costos laborales, de bajas tributaciones directas para el capital, de altos impuestos indirectos, de reducciones sistemáticas en la inversión social y de todo lo que implique seguir con el modelo que ha fracasado en el continente.

En los campos de la paz y de los derechos económicos, políticos, sociales  y humanos el año pudo no haber sido peor que los anteriores, pero tampoco fue nada mejor. Aunque descendió el número de opositores asesinados, tal número sique siendo alto; y a los sobrevivientes, mientras lo han sido, se les ha sometido a las más apabullantes persecuciones judiciales, lo cual ha obligado a muchos de ellos a sustraerse de sus luchas para poder defenderse y garantizarse la libertad que les permita después continuar en sus compromisos. Piedad Córdoba, Jorge Enrique Robledo, Gloria Inés Ramírez, Carlos Lozano y David Ravelo son solo algunos ejemplos sacados de un largo listado de líderes revolucionarios que han sido sometidos a infames e injustas judicializaciones, e incluso, como en el caso de Ravelo, a privaciones de la libertad.

Los problemas invernales no pudieron ser peores, sin que pueda el Estado ocultar sus culpas, pues detrás de cada gobierno hay una inmensa cuota de incuria que lo hace responsable de la tragedia que viven millones de colombianos.   

En fin, son muchas las cosas que pueden decirse de este año, pero todas malas dentro de lo público. Ojalá que el que llega esté acompañado del despertar de los 20 millones de pobres, de los dos millones de desempleados, de los ocho millones de subempleados y de los siete millones de indigentes que tenemos en Colombia, pues solo ellos, unidos a los asalariados, pueden protagonizar los cambios que necesitamos. 

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