lunes, 7 de febrero de 2011

¿Mitos de la parapolítica?

Por: Carlos A. Lozano Guillén

Gustavo Duncan, especialista en Seguridad Global y analista sobre el tema de los paramilitares, publicó en El Tiempo un extenso artículo que tituló: “Los ‘mitos urbanos’ de la parapolítica” (ver El Tiempo – Jueves 27 de enero de 2011, págs. 18 y 19). Es bien interesante, aunque tiene conceptos que no compartimos 
El “primer mito” es que es falso que los paramilitares sean “herramientas de élites más poderosas”. Extraño que una persona tan conocedora del tema saque semejante conclusión. Todos los factores societales del paramilitarismo demuestran que éste ha sido instrumento del Estado dominante, que históricamente ejerce el poder mediante la violencia. Con toda razón el ex fiscal Iguarán dijo escandalizado alguna vez, cuando conoció las primeras declaraciones de capos narcoparamilitares sobre sus nexos con políticos, empresarios y agentes estatales, que fueron estos últimos los que cooptaron al paramilitarismo y no al revés. Yair Klein, protegido de la Unión Europea y del gobierno de Israel, reconoció que cuando llegó a Colombia a entrenar a los grupos paramilitares, lo recibieron oficiales de alta graduación y funcionarios del Ministerio de Defensa de la época. También lo asegura Carlos Castaño en su libro “Mi confesión”.

El “segundo mito”, según Gustavo Duncan, es que la parapolítica fue el resultado de los enfrentamientos entre Uribe y las Cortes. La parapolítica, en consecuencia, es la venganza de la Corte al uribismo por el maltrato que recibió, pero realmente fue el resultado de la presión internacional y nacional y del desencadenamiento de evidencias ciertas e irrefutables de los pactos y las alianzas de los amigos de Uribe con narcotraficantes y paramilitares. Y si Uribe se ha salvado de estar en los estrados judiciales es por la impunidad que le garantiza su juez natural, la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes.

El “tercer mito” para Duncan es que “las confesiones de los paramilitares obedecieron a una venganza de delincuentes que se sintieron traicionados. Parcialmente es cierto, aunque no hay que descartar que en el afán de aprobar la ley de justicia y paz, Uribe Vélez introdujo un artículo de que para someterse a la justicia el aspirante tenía que confesar delitos y prestar colaboración eficaz. Es un “error” que le cobran sus amigos, incluyendo a su primo Mario Uribe. El “cuarto mito” señala que Uribe sí sabía de los pactos y alianzas de sus amigos con el paramilitarismo, lo cual es cierto, más aún, las adelantó desde la gobernación de Antioquia.

Por estas consideraciones, no es difícil concluir que las “Bacrim” son brazos extendidos del viejo paramilitarismo y con las mismas alianzas.

carloslozanogui@etb.net.co

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