Por: Carlos A. Lozano GuillénAlfredo Molano es de los imprescindibles. Como sociólogo, investigador y periodista ha recorrido el país -y lo conoce como pocos- para desentrañar sus numerosos problemas e injusticias, pero también para mostrar su riqueza natural y biodiversidad, expoliada por la ferocidad del capital, el apetito voraz de las transnacionales y mediatizada por una larga violencia, casi que desde los mismos comienzos de la historia republicana, porque a la clase dominante se le antojó que el espacio era solo para ella.
Alfredo en prolija obra sacó a la superficie las raíces profundas de este conflicto a través del registro de la realidad nacional y del testimonio de sus principales protagonistas. Su obra, sociopolítica por excelencia, tanto académica como periodística, recoge de forma diestra las crónicas y reportajes de los conflictos políticos, sociales, económicos y culturales de la historia, que son los mismos que marcan la génesis del conflicto, el que es negado por el presidente Álvaro Uribe Vélez.
Con la misma miopía el Presidente, en la mitad de su segundo periodo presidencial, no ve la necesidad de que en Colombia se fortalezca la democracia y la justicia social para superarlo.
Esta ha sido la misión histórica de Alfredo Molano, cuyo escenario puede ser lo más profundo de la selva, alguna rica región agroindustrial o cualquier urbe en donde se entremezcla el único tejido social colombiano: el de la miseria y el atraso para los sectores menos favorecidos, siempre excluidos del poder.
Esa "militancia" de Alfredo, sin ataduras, independiente, pero comprometida con el bienestar de Colombia, es lo que le ha valido el odio de los intolerantes.
Amenazas, transitorios destierros, limitaciones y hostilidades lo han acompañado, aunque nunca hasta el punto de hacerlo ceder en el terco empeño de tantos colombianos. Aquellos que no aparecen en las alegres encuestas de los uribistas. Es un genocidio ideológico, porque es la manera de desaparecer la voz de la otra Colombia, la que no come entero como decía el maestro Darío Echandía o la que no come cuento como podría decir cualquier paisa de la tierra del mesías.
En ese esfuerzo sin tregua el columnista de El Espectador, Alfredo Molano, denunció el entramado del paramilitarismo en tierras vallenatas; la familia Araújo, la misma que tiene a varios de sus integrantes investigados por presuntos nexos con el paramilitarismo, se sintió tocada y le armó una querella por calumnia e injuria. Lo peor es que un Fiscal, que tal vez ignora la dimensión de Molano, lo llamó a juicio y esta semana es la audiencia para juzgarlo.
Un trato humillante y arbitrario para quien tanto le ha servido a este país, en particular, a los desvalidos. Eso es lo que le molesta a esta clase dominante torpe y estúpida. Va para Alfredo nuestro abrazo de solidaridad.
Por: Alberto Pinzón Sánchez
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