Por Rodrigo López Oviedo
En los análisis de la victoria obtenida contra la nefasta reforma a la ley de educación superior, un aspecto al que no se le ha dado mayor importancia es al relacionado con el desacato que en la práctica le propinaron los estudiantes a la llamada Ley de seguridad, la cual ha convertido en delito la protesta ciudadana.
Con sus multitudinarias movilizaciones, en varias de las cuales se rompió con la tradición al acompañarlas con danzas, fanfarrias, zanqueros, bullerengues y demás expresiones del folclor popular, los estudiantes le dieron al Gobierno una soberbia demostración de que por encima de lo que pretenda prohibir como escudero de las castas dominantes está lo que el constituyente primario quiera reivindicar.
En ello jugó un papel fundamental la unidad que lograron crear en torno al objetivo de impedir la escalada privatizadora que contenía el proyecto de reforma a la Ley 30 y al deseo de conquistar un modelo de universidad alejado de los patrones neoliberales; pero también tuvo su importancia, y fundamental, el que tal unidad lograran articularla en torno a una organización, la Mesa Amplia Nacional Estudiantil, que fue capaz de armonizar las diferentes posturas ideológicas y políticas que hacen del movimiento estudiantil un crisol con elementos tan difíciles de alear.
Existiendo condiciones objetivas concretas, la organización y la unidad en torno a propósitos claros son los que hacen de las masas el factor más importante del devenir histórico. Con unidad y organización, ellas terminan sustrayéndose de los mandatos de quienes tradicionalmente han definido las reglas de juego y determinando el rumbo que ha de seguir la sociedad.
Por eso no se nos haga raro que ante las masivas movilizaciones estudiantiles, acompañadas en buena medida por padres de familia, el Gobierno haya optado por dejar para después el estreno de la ley de seguridad. Un después al que de seguro le sobrevendrán nuevas postergaciones, pues también de seguro seguirá siendo iluminado por el ejemplo del movimiento estudiantil.
Esas son experiencias en las cuales el Polo Democrático Alternativo debe procurar fecundarse. Sólo un Polo inmerso en las masas y conciente de las necesidades que les son más susceptibles de generar una unidad más estrecha; solo un Polo organizado por la base, capaz de movilizarlas en procura de las reivindicaciones que tales necesidades demandan; solo un Polo así puede convertirse en la alternativa de poder que su nombre deja traslucir. Lo contrario es dejar que el Partido se disuelva en períodos de olvido para despertar cada vez que así se lo demande una nueva contienda electoral.
Aprendamos de los estudiantes. Ellos nos han redescubierto el poder de la unidad y la organización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario