Álvaro Uribe Vélez |
Editorial VOZ edición 2579.- Algunas personas, aún de izquierda, dicen que hay que ponerle fin al debate con Uribe Vélez. Desde su punto de vista es mejor centrar el debate con el gobierno de Juan Manuel Santos. Inclusive buscando coincidencias con éste en aquellas cuestiones que lo separan del gobierno anterior y que son “nuevos rasgos positivos” en el proceso político del país. Desde esta perspectiva es mejor ignorar a Álvaro Uribe Vélez, pues pertenece al pasado. Hay que preocuparse del presente.
Realmente, habría que ver cuáles son los “nuevos rasgos positivos” y qué es lo que separa a Santos de Uribe. Al parecer no es mucho. Quizás en la forma hay un gobernante más decente, que no acude a los mismos métodos del anterior y que mucho menos enfrenta el debate con groserías y desplantes de mal gusto. Para la muestra las recientes arremetidas de Uribe Vélez, vía Twiter, contra Adolfo Pérez Esquivel, apreciado ciudadano argentino y Premio Nobel de Paz. “Los nuevos rasgos positivos” no son muchos y ninguno de fondo, como quiera que el país trascurre en medio de la guerra de la “seguridad democrática” y de los planes económicos neoliberales al servicio del gran capital y de las transnacionales.
El relevo en la Casa de Nariño no representa un drástico viraje en la vida nacional, menos aún cuando la guerra implica el sostenimiento del régimen plutocrático y de beneficio exclusivo de los grupos económicos y de las transnacionales. Aunque Uribe representa un sector de la oligarquía mafioso y descompuesto, Santos se apoya en la gran oligarquía, el capital financiero y los yanquis. En el fondo es la misma política y los mismos intereses.
Más claro lo ha dicho Juan Manuel Santos. “No tengo ninguna diferencia de fondo con Álvaro Uribe a quien admiro bastante”, alguna vez lo llamó el segundo libertador de Colombia. Las reformas constitucionales de la sostenibilidad fiscal, de la reforma de las regalías, así como las leyes de la salud, del primer empleo, la reforma tributaria, entre otras, son de la pura estirpe uribista. Amén de la guerra contra la insurgencia, cerrando la posibilidad de los acuerdos humanitarios y los diálogos de paz como lo plantean importantes sectores del país y las mismas organizaciones guerrilleras.
Uribe Vélez está de capa caída, pero su presencia está en el escenario nacional, desde dentro y fuera del Gobierno. Sigue influyendo en las directrices de la nueva administración, muchos de los retrocesos y vacilaciones de Juan Manuel Santos tienen que ver con las presiones de los uribistas, incluyendo las del anterior mandatario.
Por las anteriores razones, es menester insistir en el debate con el uribismo y confrontar su presencia política que degrada el escenario nacional. En la última semana abundaron los hechos de su Gobierno que reflejan la enorme descomposición que soportó. La Contraloría General de la República embargó los bienes de los ex ministros Andrés Felipe Arias y Andrés Fernández, así como abrió investigación contra 15 personas más por el negociado publicitario de Agro Ingreso Seguro; igualmente, se anunció la investigación contra Luis Carlos Restrepo y otros por la farsa en las llamadas desmovilizaciones de guerrilleros. Como si fuera poco, se conocieron varios cables de wikileaks en que Uribe queda mal plantado, porque se conocieron nuevos reconocimientos de altos funcionarios que aseguran que José Obdulio Gaviria, principal asesor presidencial, estuvo detrás de las “chuzadas” y otro más que reseña los vínculos de La Gata con políticos uribistas y el aporte de cien millones de pesos que entregó a la campaña presidencial de Uribe Vélez.
Uribe no significa mucho, como viudo del poder está ahí, vigilante y presionando a su pupilo. Está mal, nervioso por tanto escándalo que lo salpica, pero hay que empujarlo para que en definitiva vaya al basurero de la historia.
Editorial VOZ edición 2579.- Semana del 2 al 8 de marzo de 2011
El relevo en la Casa de Nariño no representa un drástico viraje en la vida nacional, menos aún cuando la guerra implica el sostenimiento del régimen plutocrático y de beneficio exclusivo de los grupos económicos y de las transnacionales. Aunque Uribe representa un sector de la oligarquía mafioso y descompuesto, Santos se apoya en la gran oligarquía, el capital financiero y los yanquis. En el fondo es la misma política y los mismos intereses.
Más claro lo ha dicho Juan Manuel Santos. “No tengo ninguna diferencia de fondo con Álvaro Uribe a quien admiro bastante”, alguna vez lo llamó el segundo libertador de Colombia. Las reformas constitucionales de la sostenibilidad fiscal, de la reforma de las regalías, así como las leyes de la salud, del primer empleo, la reforma tributaria, entre otras, son de la pura estirpe uribista. Amén de la guerra contra la insurgencia, cerrando la posibilidad de los acuerdos humanitarios y los diálogos de paz como lo plantean importantes sectores del país y las mismas organizaciones guerrilleras.
Uribe Vélez está de capa caída, pero su presencia está en el escenario nacional, desde dentro y fuera del Gobierno. Sigue influyendo en las directrices de la nueva administración, muchos de los retrocesos y vacilaciones de Juan Manuel Santos tienen que ver con las presiones de los uribistas, incluyendo las del anterior mandatario.
Por las anteriores razones, es menester insistir en el debate con el uribismo y confrontar su presencia política que degrada el escenario nacional. En la última semana abundaron los hechos de su Gobierno que reflejan la enorme descomposición que soportó. La Contraloría General de la República embargó los bienes de los ex ministros Andrés Felipe Arias y Andrés Fernández, así como abrió investigación contra 15 personas más por el negociado publicitario de Agro Ingreso Seguro; igualmente, se anunció la investigación contra Luis Carlos Restrepo y otros por la farsa en las llamadas desmovilizaciones de guerrilleros. Como si fuera poco, se conocieron varios cables de wikileaks en que Uribe queda mal plantado, porque se conocieron nuevos reconocimientos de altos funcionarios que aseguran que José Obdulio Gaviria, principal asesor presidencial, estuvo detrás de las “chuzadas” y otro más que reseña los vínculos de La Gata con políticos uribistas y el aporte de cien millones de pesos que entregó a la campaña presidencial de Uribe Vélez.
Uribe no significa mucho, como viudo del poder está ahí, vigilante y presionando a su pupilo. Está mal, nervioso por tanto escándalo que lo salpica, pero hay que empujarlo para que en definitiva vaya al basurero de la historia.
Editorial VOZ edición 2579.- Semana del 2 al 8 de marzo de 2011
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