martes, 29 de diciembre de 2009

Jugando con fuego


A raíz del repudiable asesinato del Gobernador de Caquetá, atribuido por las autoridades colombianas a las FARC, algunos voceros gubernamentales, candidatos presidenciales y medios de comunicación le reclaman al presidente Hugo Rafael Chávez Frías de la República Bolivariana de Venezuela, país hermano y tan cercano a nuestra propia idiosincrasia, por el supuesto silencio suyo ante el hecho execrable, propio de una guerra desenfrenada y degradada en la que ninguna de las partes salva su responsabilidad.

El presidente Chávez y su Gobierno, en el pasado han marcado la diferencia y la distancia de los actos impropios del conflicto, tales como el atentado personal, el secuestro y otros degradantes. Se lo hemos escuchado a Chávez en otros momentos de buena relación intergubernamental y de distanciamiento. Es una conducta inherente a los postulados de izquierda y a todo revolucionario. Aquí lo hemos hecho también los que militamos en esta causa bolivariana, democrática y de transformación política y social.

Esta nueva impostura del establecimiento colombiano se agrega a las salidas provocadoras y estúpidas del ministro de Defensa, Gabriel Silva, quien a pesar de su poco tiempo en la cartera de la guerra, no ha cesado en sus ataques a Venezuela y a atizar las diferencias en unas relaciones binacionales que penden de un hilo. Los insultos y los ataques a Chávez y al hermano país son el pan de cada día de un Gobierno y de una clase dominante, que como la colombiana, vive de la guerra interna y de la violencia para perpetuarse en el poder. Ahora quieren inventarse un enemigo invisible para distraer a los colombianos y las colombianas del descalabro uribista, de la corrupción en las alturas del poder y del fracaso de la “seguridad democrática” como instrumento militarista y de solución militar de la crisis colombiana.

Juegan con fuego. Las cifras de la economía revelan el daño que ha hecho la casi parálisis de las relaciones comerciales entre los dos países, debido a la instalación de las bases militares yanquis en territorio colombiano. Continuar echándole gasolina a las diferencias y contradicciones puede causar un daño irreparable al futuro de las relaciones colombo-venezolanas, llamadas en el ideario bolivariano a ser de hermandad y de hoja de ruta común. Uribe Vélez, Silva y compañía acogen la herencia de Santander, de la traición, la mentira y la conspiración. Es algo propio a la pequeñez de la oligarquía colombiana, descompuesta e indecente, que hoy tiene el control del poder en Bogotá.

Desde la izquierda, tenemos otra concepción. No le hacemos concesiones a la ultraderecha aliada al imperialismo yanqui. Tenemos dignidad y por ende nuestra posición es de solidaridad con la revolución bolivariana y con los cambios democráticos y de emancipación en nuestro continente. Abogamos por la solución política y diplomática de la crisis en las relaciones de los dos países, al tiempo que rechazamos con energía la instalación de las bases gringas en Colombia. En eso no tenemos ningún tipo de veleidad con las posiciones de la ultraderecha uribista.

Carlos A. Lozano Guillén
Bogotá D.C. 24 de diciembre de 2009

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