*Carlos A. Lozano Guillén
El mundo está preocupado y casi en pánico por el peligro de que se extienda la epidemia de la gripa porcina, que quiso invadir al planeta como una pandemia al final de la primera década del siglo XXI, casi que de la mano de la crisis global de capitalismo, otra de las amenazas, en este caso económica y social, de la nueva centuria. En ambos casos tiene que ver con los abusos por la voracidad de las transnacionales, que acaban con el ecosistema, generan el calentamiento global y debilitan la capa de ozono y las defensas de los seres humanos. El mundo de hoy no es el mismo de ayer, gracias a los abusos del sistema capitalista, que no tiene límite para saciar su enorme apetito a expensas de lo que sea. Es la naturaleza violenta del capital.
Pero el peligro de la pandemia de la gripa porcina, según la OMS, está controlada, aunque continúa al acecho para llegar allí donde no se adopten las suficientes prevenciones. En México, por donde se coló a otros países, disminuye el ritmo y está a punto de estar bajo control, al igual que en Estados Unidos y otros países desarrollados. El peligro sobre Colombia no fue igual a otras latitudes, aunque está expuesta a este tipo de epidemias peligrosas, por la debilidad del sistema de salubridad y la casi ninguna prevención de las autoridades en esta materia.
Sin embargo, al gobierno de Uribe Vélez le cayó como anillo al dedo. El ministro Diego Palacio promovió necesarias medidas de urgencia y de prevención, para impedir la llegada de la gripa porcina, aunque con la magnificación del fenómeno hasta el punto de generar el pánico innecesario. El objetivo era desviar la atención de la “otra pandemia”, la de la corrupción uribista, que acosa a la “Casa de Nari” y que requiere de medidas urgentes para eclipsarla ante la opinión pública. El ministro Palacio no sabía cómo explicar el asunto. De un lado, decía que no existían casos todavía, pero que “va a llegar y debemos estar preparados”. El célebre si pero no, va a llegar pero no va a llegar, aunque lo importante era el impacto mediático. Ya lo había intentado el propio Uribe Vélez con la maniobra de sacar a Piedad Córdoba y al “profe” Moncayo de la misión humanitaria para traer a la libertad al cabo Pablo Emilio Moncayo y hasta con el anuncio demagógico de nombrar a Yesid Arteta como “gestor de paz”… pero desde España.
Entre tanto, el periodista Daniel Coronell y la revista Semana denunciaban nuevas hazañas de Tom y Jerry, como ya se les dice a Tomás y a Jerónimo los “hijos del ejecutivo”, que se llenan los bolsillos de dinero a expensas de conocer información privilegiada y de aprovecharse de las gabelas del poder. Amén del escándalo del espionaje del DAS, que cada vez deja más asombrado al país, y hasta del asesinato de uno de los testigos clave por la masacre del Aro. Es la pandemia uribista, tan real como desastrosa.
El mundo está preocupado y casi en pánico por el peligro de que se extienda la epidemia de la gripa porcina, que quiso invadir al planeta como una pandemia al final de la primera década del siglo XXI, casi que de la mano de la crisis global de capitalismo, otra de las amenazas, en este caso económica y social, de la nueva centuria. En ambos casos tiene que ver con los abusos por la voracidad de las transnacionales, que acaban con el ecosistema, generan el calentamiento global y debilitan la capa de ozono y las defensas de los seres humanos. El mundo de hoy no es el mismo de ayer, gracias a los abusos del sistema capitalista, que no tiene límite para saciar su enorme apetito a expensas de lo que sea. Es la naturaleza violenta del capital.
Pero el peligro de la pandemia de la gripa porcina, según la OMS, está controlada, aunque continúa al acecho para llegar allí donde no se adopten las suficientes prevenciones. En México, por donde se coló a otros países, disminuye el ritmo y está a punto de estar bajo control, al igual que en Estados Unidos y otros países desarrollados. El peligro sobre Colombia no fue igual a otras latitudes, aunque está expuesta a este tipo de epidemias peligrosas, por la debilidad del sistema de salubridad y la casi ninguna prevención de las autoridades en esta materia.
Sin embargo, al gobierno de Uribe Vélez le cayó como anillo al dedo. El ministro Diego Palacio promovió necesarias medidas de urgencia y de prevención, para impedir la llegada de la gripa porcina, aunque con la magnificación del fenómeno hasta el punto de generar el pánico innecesario. El objetivo era desviar la atención de la “otra pandemia”, la de la corrupción uribista, que acosa a la “Casa de Nari” y que requiere de medidas urgentes para eclipsarla ante la opinión pública. El ministro Palacio no sabía cómo explicar el asunto. De un lado, decía que no existían casos todavía, pero que “va a llegar y debemos estar preparados”. El célebre si pero no, va a llegar pero no va a llegar, aunque lo importante era el impacto mediático. Ya lo había intentado el propio Uribe Vélez con la maniobra de sacar a Piedad Córdoba y al “profe” Moncayo de la misión humanitaria para traer a la libertad al cabo Pablo Emilio Moncayo y hasta con el anuncio demagógico de nombrar a Yesid Arteta como “gestor de paz”… pero desde España.
Entre tanto, el periodista Daniel Coronell y la revista Semana denunciaban nuevas hazañas de Tom y Jerry, como ya se les dice a Tomás y a Jerónimo los “hijos del ejecutivo”, que se llenan los bolsillos de dinero a expensas de conocer información privilegiada y de aprovecharse de las gabelas del poder. Amén del escándalo del espionaje del DAS, que cada vez deja más asombrado al país, y hasta del asesinato de uno de los testigos clave por la masacre del Aro. Es la pandemia uribista, tan real como desastrosa.
carloslozanogui@etb.net.co
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