jueves, 17 de enero de 2013

Mirador: Ministro dinamita

Carlos A. Lozano Guillén

El ministro de Defensa (¿guerra?), Juan Carlos Pinzón, declaró dos días antes del reinicio de los diálogos de La Habana en la segunda semana de enero del nuevo año, que “las FARC nunca cumplen su palabra”, en alusión al cese unilateral de fuegos que se prolongará hasta el próximo 20 de enero. Ha sido la conducta del “ministro dinamita”, como ya le dicen en algunos círculos, inclusive cercanos al Gobierno Nacional, aunque sin el más mínimo reparo del presidente Juan Manuel Santos ni de los voceros gubernamentales que hacen gárgaras de paz en la capital de Cuba.



Pinzón, haciendo el eco a la oposición de la cúpula militar a los diálogos con las FARC-EP, se ha dedicado a vomitar fuego y a anunciar, como lo hicieron en vano sus predecesores, el aplastamiento de la guerrilla y el fin del conflicto por la vía militar. No ha escatimado insultos y amenazas, pero nadie lo desautoriza ni el mandatario lo obliga a adoptar la política de paz que dice promover. Es parte de la concesión de Santos al uribismo y al militarismo, que le recuerdan que fue elegido gracias a ellos.


El saboteo a los acercamientos con la guerrilla comenzó en la llamada fase exploratoria, cuando sin importar los mensajes que se intercambiaban el presidente Santos y el jefe de las FARC, Alfonso Cano, este último fue perseguido sin ninguna contemplación y ejecutado en las montañas del Cauca. Las FARC aceptaron los pasos dados por Cano en dirección a establecer los diálogos de paz, asimilando el duro golpe y la traición gubernamental. No fue fácil, pero al decir del nuevo comandante Timoleón Jiménez es el homenaje a Alfonso Cano y el reconocimiento a una orientación correcta. Eso lo han entendido mal en las alturas del poder y en particular el sector militarista, que creen que la guerrilla aceptó el diálogo porque está derrotada y sin horizonte político. Pinzón también reclamó como triunfos los bombardeos aéreos a campamentos de guerrilleros en tregua en el pasado mes de diciembre.


La conspiración militarista contra la paz pone de relieve la necesidad del cese de fuegos y de la tregua bilateral, incluyendo acuerdos humanitarios que atenúen los rigores del mismo y los efectos degradantes en la población civil. Es indispensable colocarle unos límites al conflicto, más allá de lo dispuesto en el derecho internacional humanitario. Los principios de distinción entre combatientes y no combatientes y la proporcionalidad en la confrontación, deben conducir a los compromisos humanitarios de las fuerzas beligerantes. La guerra hay que humanizarla para acabarla, lo demás es permitir que el “ministro dinamita”, títere del militarismo, continúe empujando el conflicto al túnel oscuro de su mayor degradación.

Edición  VOZ 2672

carloslozanogui@etb.net.co

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