Carlos A. Lozano Guillén
El senador Jorge Enrique Robledo del PDA, publicó un artículo que lleva como título: “Sobre las negociaciones de La Habana”. No es realmente una posición política e ideológica sobre el principal acontecimiento del país que ocupa a diario las primeras planas de los medios de comunicación, sino más bien la subestimación del significado de acuerdos de paz con la guerrilla con amplia participación popular, para el fortalecimiento de la democracia y la justicia social. Ese es el anhelo de millones de colombianos, incluyendo a la mayoría de la militancia del Polo.
So pretexto de analizar los diálogos de La Habana y de criticar el aprovechamiento que de los mismos hace el presidente Santos en su aspiración reeleccionista, el compañero Robledo asegura que el Moir siempre criticó la lucha armada y fue el adalid de la lucha civil para ganar el poder. Tengo especial aprecio por el brillante senador del Polo y estoy convencido que es una persona honesta y destacada personalidad de la izquierda que cuenta para cualquier proyecto político amplio y de unidad por los cambios y la transformación política y social en Colombia. Pero al menos, en este caso, le falta rigor histórico.
El Moir, surgido a finales de los años sesenta, asumió en un principio la doctrina maoísta de que el poder nace del fusil y se enfrentó al Partido Comunista al que calificó de revisionista y electorero con un lenguaje abstencionista, propio del izquierdismo pequeño burgués de la época. Aún después de haber decidido la participación en elecciones y la vinculación con los comunistas en la UNO, le escuchamos al compañero Francisco Mosquera, para justificar la participación electoral, abogar por la insurrección armada como el camino de la liberación.
Por supuesto, el Moir nunca tuvo vínculos con una guerrilla revolucionaria, fueron guerrilleros de café. Al contrario de los ML, maoístas también, que auspiciaban el EPL. En esas paradojas de la vida, ambos maoístas se alejaron del discurso radical, aunque es justo reconocer que el Moir se mantuvo a la izquierda y en proyectos de unidad, con posiciones hegemónicas y excluyentes eso sí, mientras que la mayoría del EPL, desmovilizado, terminó al lado de la extrema derecha y varios de ellos en el paramilitarismo, dedicados a matar comunistas como ocurrió en Urabá.
Para Robledo la existencia del movimiento guerrillero obedece a la “influencia cubana” y al “romanticismo del Guerrillero Heroico”, desconociendo factores históricos y societales, muy fuertes en Colombia, que se remontan desde la mitad del siglo pasado. Tienen que ver con las luchas agrarias, democráticas y populares enfrentadas por el régimen dominante con el terrorismo de Estado y la contrarrevolución preventiva. Muy diferente a la versión sesgada del senador del Polo.
carloslozanogui@etb.net.co
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