Hernando López
No existe un “plan tortuga” de las FARC en la mesa. Son muchas las diferencias y ello exige creatividad e iniciativa de ambas partes, además de voluntad, dicen expertos analistas
Terminado el 14 ciclo de las conversaciones de paz de La Habana, aunque las delegaciones del Gobierno Nacional y de las FARC-EP, por separado, le dijeron a los medios de comunicación que en este proceso se ha avanzado más que nunca antes, traslucieron los problemas que están afectando el ritmo del diálogo y que le están metiendo ruido a la Mesa.
Para los voceros del Gobierno Nacional la dificultad estriba en que existe un “plan tortuga” de las FARC para impedir la concreción de acuerdos y eso afecta los tiempos que la Casa de Nariño tiene previstos para firmar la paz en medio de la campaña electoral reeleccionista de Santos. La paz exprés no está contemplada en el Acuerdo General, porque este no establece un plazo perentorio sino el estrictamente indispensable para la paz estable y duradera.
Para la delegación de paz de las FARC-EP se está perdiendo la confianza, porque el Gobierno Nacional no quiere reconocer el preámbulo del Acuerdo General, que incluye también a la agenda, y con ese argumento no acepta discutir temas esenciales y de fondo que tienen que ver con las reformas políticas y sociales que erradiquen las causas del conflicto. Pero además, porque la parte oficial desconoce la bilateralidad del diálogo y quiere imponer aspectos sustanciales por vía unilateral como el “marco jurídico para la paz” y el referendo constitucional, partes de la agenda y que deben ser acordados por ambas orillas. El primero ya está acordado y avalado por la Corte Constitucional con evidentes limitaciones y el segundo hace tránsito en el Congreso de la República.
Inaceptable unilateralidad
La guerrilla considera inaceptable la unilateralidad. Viola los acuerdos y desvirtúa la bilateralidad de las decisiones. Las FARC consideran que son imposiciones autoritarias, en el concepto gubernamental de que la guerrilla está derrotada y el único camino es dejar las armas, someterse a la justicia y aceptar la “democracia”, en Colombia casi inexistente, en opinión no solo de la insurgencia sino de conspicuos académicos y partidos de la izquierda legal.
El gran problema, según la opinión de expertos y periodistas que cubren el proceso en La Habana, es cómo zanjar estas diferencias de fondo, casi irreconciliables. No es que las FARC tengan un plan tortuga como lo difunde el Gobierno, sino que es menester trabajar y construir el acuerdo con persistencia y serenidad, opinan. El acelere gubernamental se lleva por delante esta realidad que puede dañar lo poco que se ha logrado en este proceso, como nunca antes según dicen las dos partes.
La confidencialidad
Después de la culminación del 14 ciclo surgió un nuevo incidente porque el presidente Santos en el discurso ante las Naciones Unidas explicó a su manera aspectos propios de la confidencialidad del proceso. “No es la primera vez que ocurre”, dijeron voceros de las FARC. La respuesta de Timoleón Jiménez no se hizo esperar y orientó a la delegación de paz a explicar el contenido de las filtraciones del presidente Santos a pesar de la confidencialidad. El Gobierno y los medios entendieron que Jiménez anunciaba que las FARC divulgarían todos los secretos de la mesa y hubo hasta amenaza desde Bogotá de romper el diálogo en caso de producirse. Una adenda a la declaración del Comandante de las FARC-EP para precisar bien el tema de la confidencialidad, calmó los ánimos y garantizó que el 3 de octubre comience la 15 ronda en medio, por supuesto, de tirantez y desconfianzas recíprocas.
Sobre el tema de participación política sin concluir se rumora que hay cinco cuartilla con más de dos decenas de párrafos de acuerdos, pero en lo substancial no hay nada. Las FARC presentaron diez propuestas mínimas, que en su desarrollo tienen 100 propuestas de reformas políticas en dirección a la democratización de la vida nacional.
También le mete ruido el veto de Santos a la misión humanitaria para traer a la libertad a Kevin Scott, integrada por el reverendo Jesse Jackson y el periodista Carlos Lozano.
Semanario Voz
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