jueves, 23 de agosto de 2012

Las lecciones de la realidad

Editorial de VOZ, edición  2653 del 22 al 28 de agosto de 2012

El general (r) de la Policía Nacional, Mauricio Santoyo, ex jefe de seguridad del expresidente Álvaro Uribe Vélez, se declaró culpable ante una Corte de Virginia (Estados Unidos), aunque no aceptó el cargo de narcotráfico por el cual fue reclamado en extradición por la justicia norteamericana. Ocurre pocos días después, que un fiscal delegado ante la Corte Suprema de Justicia de Colombia, llamó a juicioal ex embajador del gobierno de Uribe Vélez y ex presidente de Fedegan, Jorge Visbal Martelo, por vínculos con el paramilitarismo.


Son muchos los ex funcionarios de Uribe Vélez encartados judicialmente por todo tipo de delitos. Mientras éste arremete contra el presidente Hugo Rafael Chávez Frías, existen pruebas suficientes de que el DAS, durante su Gobierno, envió paramilitares al vecino país, con la misión de asesinar al carismático presidente venezolano. También Jorge Noguera, primer director del DAS del gobierno de Uribe y defendido a ultranza por el entonces mandatario, entregó listas de sindicalistas a los paramilitares, señalados de colaborar con la guerrilla y varios de ellos fueron asesinados. El DAS, durante los dos gobiernos de Uribe Vélez, está comprobado, estuvo al servicio de los paramilitares, al tiempo que adelantaba acciones ilegales de espionaje y seguimiento a opositores, periodistas y magistrados de las cortes.

Otros funcionarios uribistas están en la cárcel o vinculados a procesos de corrupción, como Andrés Felipe Arias por los auxilios de Agro Ingreso Seguro, Luis Carlos Restrepo por las desmovilizaciones falsas, Sabas Pretelt y Diego Palacios por la “yidispolítica”, Bernardo Moreno, Secretario General de la Presidencia y otros más, por las chuzadas, para solo citar algunos, porque los actos de corrupción se extienden al Departamento Nacional de Estupefacientes, al Ministerio de Transportes, el Seguro Social, entre otros.

Son demasiados los delitos en ocho años de los dos gobiernosuribistas, que no llegan a involucrar al ex presidente Álvaro Uribe Vélez, porque la Comisión de Acusaciones de la Cámara, inoperante y prevaricadora, no procede en su contra a pesar de tantas pruebas y testimonios. Es inconcebible que Uribe Vélez continúe actuando con tanta tranquilidad, cuando hay indicios de participación de un hermano suyo y de sus dos hijos en actos ilegales.

No obstante, las acusaciones que atormentan al ex mandatario, hasta el punto que sacó del país a María del Pilar Hurtado y a Luis Carlos Restrepo para asegurar su silencio, continúa desbordado, atacando a diestra y siniestra, en especial al presidente Juan Manuel Santos al que le enrostra que fue designado por él con la misión exclusiva de guardarle muy bien sus huevitos. Trata de intervenir en la política exterior para dañar las relaciones con Venezuela y Ecuador –de paso con Unasur- y pretende frustrar cualquier avance en dirección de diálogos de paz, reclamados desde distintas orillas en el país y en el exterior. Uribe Vélez, demostrando alto nivel de perversión, pretende empujar el proceso político hacia más guerra, mayor confrontación, sin tener en cuenta el fracaso que significó la llamada seguridad democrática de su Gobierno.

Con la ayuda de la “gran prensa” se muestra como la oposición al gobierno de Santos, en momentos que el Polo Democrático Alternativo por decisión del grupo mayoritario que controla el Comité Ejecutivo, está en proceso de autoliquidación y de crisis profunda. Nadie entiende cómo en un momento crucial de la vida del país, esta camarilla autoritaria, enceguecida por el sectarismo, se va lanza en ristre contra la propia izquierda, dejando el camino para que actúe el uribismo, liderando a la caverna colombiana.

No se quiere entender que el factor más importante en este momento es la campaña por la paz con democracia y justicia social, eje transversal del proceso político y sobre la cual cabalgaría el fortalecimiento de la democracia y de la equidad social. Con su letanía sobre la combinación de las formas de lucha terminan al lado de Uribe y en contravía de la realidad política del país.

Nada debe unir a la izquierda con el uribismo; con plena independencia y autonomía hay que construir la unidad en torno a una plataforma de paz en convergencia con todos los sectores de la vida nacional que se pronuncian por el fin de la guerra y el advenimiento de otra Colombia. Por supuesto, que no lo quiere entender la camarilla de marras. El  momento histórico y la realidad les demostrará el verdadero sentido de los acontecimientos.


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