viernes, 3 de julio de 2015

Mirador: La verdadera paradoja

Carlos A. Lozano Guillén

El cese bilateral de fuegos es una necesidad y mientras se llega a él las partes podrían pactar el desescalamiento, sin imposiciones arrogantes, regresando al menos al cese unilateral de la insurgencia y a la suspensión de los cobardes bombardeos. En ambos casos con verificación específica.



La verdadera paradoja en los diálogos de La Habana, al contrario de lo que dice la parte oficial, es que el gobierno de Santos, al tiempo que habla de paz con las FARC-EP, en Colombia hace la guerra, no solo contrainsurgente sino también antipopular, porque todos los informes internacionales en materia de derechos humanos les son adversos. Como si fuera poco, la Fiscalía General de la Nación está investigando cinco mil casos de “falsos positivos”, bien dicho son ejecuciones extrajudiciales, que comprometen a generales y altos oficiales de las Fuerzas Militares.


“Dialogar en medio de la guerra” es una vieja estrategia del Establecimiento burgués colombiano, porque cree que al final logrará doblegar a la insurgencia para llevarla rendida a la entrega de las armas y a la desmovilización, a la vez que esquiva las reformas políticas y sociales que están en la génesis misma del conflicto. Esta tesis, demencial por cierto, fracasó históricamente al precio de prolongar la confrontación con mayor escalamiento y dosis de degradación. Algo propio de una oligarquía carroñera que llegó al colmo de exhibir la mano de Iván Ríos, asesinado por un guerrillero traidor, como un trofeo de guerra.


En el Caguán, el entonces presidente Pastrana, al tiempo que dialogaba en la zona de despeje con las FARC-EP, adelantaba la guerra fuera de ella y adoptaba como suyo el Plan Colombia, made in USA, impuesto por el Pentágono yanqui. Eso llevó al traste con el proceso de paz y le abrió la puerta del poder al nefasto Álvaro Uribe Vélez.


No hay mucha diferencia entre Santos y Uribe. A pesar de las aparentes contradicciones entre ellos, Santos adelanta igual política, sus diferencias son de forma y no de contenido. Ambos prefieren derrotar a la guerrilla por la vía militar. Santos dijo en estos días: “Lograremos la paz por las buenas o por las malas”. Pero el dilema es paz o guerra, porque son conceptos antagónicos.


La verdadera paradoja, porque el proceso de paz pende de un hilo, es que el presidente Santos le ponga fin a la ambigüedad, ordene su casa, uniendo al gabinete ministerial y a los militares en torno a la paz que es su compromiso fundamental, que ponga en la calle a los “enemigos agazapados”. Si quiere la paz debe entender que los diálogos incluyen el concepto de bilateralidad y de un gran acuerdo que erradique las causas del conflicto. El cese bilateral de fuegos es una necesidad y mientras se llega a él las partes podrían pactar el desescalamiento, sin imposiciones arrogantes, regresando al menos al cese unilateral de la insurgencia y a la suspensión de los cobardes bombardeos. En ambos casos con verificación específica. El Gobierno debe dejar de jugar con candela.




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