miércoles, 15 de julio de 2015

FARC-EP oxigenan los diálogos de paz

Santos le enciende una vela a Dios y otra al diablo


Entrevista exclusiva para www.semanariovoz.com con el director de VOZ y dirigente del Partido Comunista Colombiano,  Carlos A. Lozano Guillén, está a la libre disposición de los medios de comunicación, puede divulgarse y reproducirse con libertad siempre y cuando se respete el texto original.


*Redacción Política


www.semanarivoz.com

Encontramos a Carlos A. Lozano Guillén, director de VOZ, dirigente comunista y una de las voces más autorizadas en materia de paz, encerrado en su residencia de Santa Isabel en el centro de Bogotá D.C., rodeado de libros y papeles en su estudio donde acostumbra a trabajar hasta altas horas de la noche. “Esta semana puedo hacerlo porque descanso de la quimioterapia. En la próxima será difícil hacer esto porque desde el martes recibo otra dosis y los efectos son duros, no me permiten trabajar con solvencia”. Está bastante mejor, lo encontramos de buen ánimo aunque nos explica que el tratamiento es largo y hay que esperar hasta octubre para constatar si hizo el efecto deseado. Es optimista y cree que logrará recuperar la salud.

Están pasando situaciones importantes en los diálogos de La Habana. Las FARC-EP acaban de declarar un nuevo cese unilateral de fuegos, a partir del próximo 20 de julio y por un mes, pero como Lozano dice “los gestos del gobierno de Juan Manuel Santos no se ven por ninguna parte”. Hay una ofensiva de la extrema derecha y de los “enemigos de la paz desde dentro y fuera del gobierno” que tienen acosado al presidente Santos, quien no los enfrenta con coraje y apoyándose en los factores del poder. Se observa un mandatario solo, haciendo concesiones y dándole más juego a la guerra que a la paz.


Gracias a la intervención de los países garantes, a la decisión de las FARC-EP del cese unilateral de fuegos y a la presión internacional y nacional el gobierno se vio obligado a llegar a un acuerdo en La Habana, el domingo 12 de julio pasado, en el cual se compromete a adoptar medidas para bajar la intensidad del conflicto a partir de la tregua unilateral insurgente, aunque el presidente Santos insistió en el ultimátum, esta vez para dentro de cuatro meses cuando evalúe el funcionamiento del cese unilateral. “Es como encenderle una vela a Dios y otra al diablo”, dice el Director de VOZ.


De estas características de la situación política hablamos con Carlos Lozano para www.semanariovoz.com


La crisis de los diálogos


¿Qué opinión tiene del acuerdo del domingo 12 de julio pasado en la Mesa de Diálogos de La Habana?
-Es muy importante, esperanzador, como dijeron en La Habana los voceros de la guerrilla. Las FARC-EP decretó el cese de fuegos unilateral a partir del 20 de julio (ya lo había hecho antes) y el gobierno corresponderá con medidas para desescalar el conflicto, no precisa bien cuáles serán. Se espera que sea la suspensión de bombardeos que tanto afectan a la población civil y al medio ambiente. Acaban con todo lo que tiene a su alrededor. Agilizar en La Habana y desescalar es el título del comunicado #55 conjunto. Buscan acordar sin demoras el cese bilateral de fuegos y la dejación de las armas. Tienen que reconstruir, respetando el cronograma y buscando acuerdos de consenso y no impuestos por ninguna de las partes, la confianza que influirá en mayor aceptación de los colombianos del proceso de diálogos y del apoyo a la paz.


No se resuelven, por supuesto, aspectos, medulares como el de justicia y las reformas políticas y sociales, porque hay diferencias obvias entre las partes. Unos representan el cambio revolucionario, los otros la retranca, el statu quo. Así de sencillo. Pero no me agrada la actitud del gobierno que recibe con cierta desconfianza el acuerdo y fija el ultimátum en los cuatro meses que se han dado para desescalar el conflicto, porque una vez hecho el balance por la parte gubernamental definirá si continúa o no en la mesa. Es como encenderle una vela a Dios y otra al diablo. El gobierno permanece en la posición mediocre de no defender de frente el proceso de paz y prefiere enviarle mensajes a Uribe, a Ordóñez y a los militares golpistas para darles tranquilidad. Esa actitud no es buena porque es un mensaje contraevidente hacia la opinión nacional y no le genera confianza a la fuerza insurgente.


¿Cómo califica la decisión de las FARC de declarar, antes del acuerdo último, el cese de fuegos unilateral?

-Es una decisión audaz y constructiva, un nuevo gesto de voluntad de paz de la guerrilla en La Habana. Le da oxígeno al proceso en medio de las dificultades y cuando estaba en agonía por querer del gobierno y de la clase dominante. Santos provocó la suspensión del cese unilateral de fuegos y reanudó los bombardeos, en medio de amenazas y ultimátum. Quiere a la guerrilla rendida, entregando las armas y a sus principales dirigentes en la cárcel, eludiendo las reformas políticas y sociales claves para superar las causas del conflicto. Es una visión equivocada de los diálogos de paz en que considera que los gestos y los compromisos son unilaterales y el Estado colombiano no tiene nada que conceder. La guerrilla ha hecho varios y los gestos gubernamentales no aparecen por ninguna parte.


¿Qué gestos debe hacer el gobierno?


-Las FARC-EP con esta última tregua unilateral completa seis a lo largo de la Mesa de La Habana, entregó los ‘prisioneros de guerra’, incluyendo al general Alzate, decretó el fin de las retenciones económicas y ha estado en disposición de contribuir en el llamado desescalamiento de la confrontación (desminado, niños en la guerra, respeto a las mujeres combatientes), entre otras. El Gobierno no ha hecho ninguna, ni en la mesa ni fuera de ella. Aprovechó el cese unilateral para obtener ventaja militar, continúa la judicialización de la lucha social y popular y la represión de la movilización social, al tiempo que las cárceles se llenan de presos políticos, son más de 9.000.


En La Habana los voceros gubernamentales hablan de paz pero en Colombia, Santos promueve la guerra, no solo porque agudiza la confrontación armada sino porque implementa más medidas neoliberales y antipopulares como el Plan Nacional de Desarrollo. La desigualdad crece, la brecha es cada vez mayor, mientras se niega a la “concertación social” con los trabajadores, los campesinos, los indígenas, las negritudes, los jóvenes, las mujeres y los LGBTI.


A ningún sector el gobierno le satisface los derechos y reivindicaciones y cuando llega se compromete mediante acuerdos los desconoce como ocurrió con la Cumbre Agraria. Mientras tanto los privilegios y prebendas son para las transnacionales, los poderosos grupos económicos, el sector financiero, latifundistas y ganaderos. Se afianza el poder plutocrático para proteger los intereses de la oligarquía y del capital foráneo con el cuento de la confianza inversionista. En contravía a la paz y a los acuerdos parciales de La Habana le dio vía libre a los TLC, tan nocivos que el papa Francisco los descalificó en la reciente gira por América Latina.


Creo que el presidente es rehén de los guerreristas. La cúpula militar, por lo menos la mayoría, no quiere la paz, es más, presiona la ruptura de los diálogos. Además la extrema derecha lo presiona y le hace chantaje, lo conoce muy bien, pues fue “ministro estrella” de Uribe. Santos está más cerca de Uribe que de la paz. Sus diferencias son de forma, pero en el fondo, en la estructura del Estado antidemocrático, en el modelo neoliberal, la confianza inversionista y otros despropósitos oligárquicos están de acuerdo.


¿Entonces ¿qué hacer?


-Lo que siempre hemos hecho. Ganar los espacios en la lucha popular de masas. “Metiéndole pueblo al proceso”. El camino es fortalecer el Frente Amplio por la Paz como un proyecto independiente, que presione la salida política dialogada y se convierta en opción de poder popular. Se equivocan quienes creen que el papel del Frente Amplio es estar a la cola del Gobierno para respaldarlo en la política de paz, cada vez más vacía y oportunista. Lo del apoyo a la reelección fue pertinente, en el entendido que había que frenar la victoria que parecía inminente de la extrema derecha uribista. Y nada más. No hubo un acuerdo programático porque nada nos identifica con el proyecto neoliberal de Santos, el mismo de la oligarquía, del establecimiento y de la extrema derecha uribista. Santos nos debe la victoria y tiene que cumplir. Pero insisto, lo procedente es la acción de masas, la presión popular, articular el movimiento con la lucha por  la paz y por las reformas que aseguren la paz y la unidad popular.


En la derecha e inclusive en la izquierda algunos dicen que las FARC-EP no quieren la paz, que está en el mismo juego de siempre de aprovechar estos procesos para fortalecerse. ¿Qué opina?


-Escribí un libro que se presentó en la pasada Feria Internacional del Libro de Bogotá con el título de “Las FARC-EP sí quieren la paz”. Es el testimonio de conversaciones, entrevistas y análisis basado en la realidad de que así es, llegó el momento de la paz con democracia y justicia social como nunca antes lo hubo. Hace pocas semanas Iván Márquez leyó una declaración en que las FARC-EP aseguran sin ambages que quieren pactar la paz con Santos. Lo dicen en el momento más difícil del proceso, cuando desde la “gran prensa” y la derecha reclamaban suspender o romper los diálogos. De alguna manera establecieron la temporalidad que tanto exige Santos, porque su gobierno, como todos, tiene un tiempo fijo, un periodo de cuatro años del que ya restan casi tres.

¿No es muy optimista la apreciación?


-No lo creo. Sí con la Mesa de La Habana se conjuga la lucha popular y la presión de masas. El Frente Amplio tiene que convertirse en una fuerza alternativa democrática para la paz y la justicia social. Están dadas las condiciones para la paz estable y duradera. Por eso la alternativa a la crisis es mantener el diálogo y buscar salidas, la guerra fracasó como solución del conflicto. Ninguna de las partes logró la victoria, el conflicto está degradado y es una tragedia nacional. Hay que ponerle punto final. Los revolucionarios somos humanistas y no podemos resolver el drama social a tiros y con violencia cuando ella trae consecuencias funestas y terribles para la población.


¿Se debe entender que fue un error la lucha armada?


-La lucha armada guerrillera no se la inventó nadie. Ni el Partido Comunista ni los campesinos que decidieron armarse ante la violencia del poder dominante. Obedeció a causas profundas e históricas. En el análisis de ello profundizó la Comisión de Historia, subestimada por los voceros gubernamentales que le tienen pavor a la academia y al registro histórico de los hechos y conflictos en el país y en el mundo. Es una posición retrógrada, reaccionaria y bestial, que no reconoce el aporte que pueden hacer estos textos a la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición.


La lucha armada no surgió porque sí. Adoptó las modalidades a cada coyuntura histórica y a cada etapa del proceso político y social. No es un problema de la “combinación de las formas de lucha” que es la forma vulgar de explicarlo. La combinación de las formas de lucha de masas no es un decreto o una ley revolucionaria, es la explicación de una realidad colombiana, una especie de radiografía social de nuestra propia realidad, en que la lucha de masas se expresa de múltiples formas entre ellas la acción armada guerrillera. En este sentido el movimiento guerrillero se convirtió en una fuerza fundamental para los cambios en el entendido que siempre la prioridad está en las luchas democráticas y de masas en el campo y en la ciudad.


Fíjese usted la primera expresión de la resistencia armada fue la autodefensa de masas, es decir, los campesinos en la mitad del siglo pasado, tomaron las armas para defenderse de la violencia de los latifundistas apoyados por el Estado, durante las dictaduras conservadoras de Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez. De ese movimiento hicieron parte los liberales aunque hoy no quieren acordarse de ello, lo borraron de la memoria histórica.


Cuando vino la dictadura militar en 1953, el general Rojas Pinilla habló de paz, los liberales se entregaron al precio de la muerte de varios de sus dirigentes, las guerrillas revolucionarias se instalaron en el sur del país, en plan defensivo, esperando que se decantara la política del gobierno, orientada a la dictadura y al anticomunismo vulgar y haciendo llamados a la paz.

Llegó el Frente Nacional anunciando la paz y lo que hizo fue bombardear Marquetalia, El Pato, Riochiquito y Guayabero, buscando aniquilar la pequeña fuerza guerrillera. Eso produjo el cambio estratégico y el movimiento se convirtió en una fuerza guerrillera política y militar, cuya acción se basó en la guerra de guerrillas aunque siempre proponiendo el diálogo y la paz, rechazados por el gobierno de Guillermo León Valencia bajo la presión del tenebroso Álvaro Gómez Hurtado, hijo del “monstruo” Laureano Gómez.


En los años ochenta y noventa se hicieron nuevos intentos de paz que fracasaron por la renuencia del poder a las reformas políticas y sociales para remover las causas del conflicto. Fracasaron los intentos con Belisario Betancur, César Gaviria Trujillo y Andrés Pastrana. El genocidio de la Unión Patriótica, en los años ochenta, generó desconfianza en la insurgencia porque la violencia desde el poder determinó este aniquilamiento horrible de toda una organización política. El genocidio fue perpetrado por los paramilitares con el respaldo de la fuerza pública, de políticos nacionales y regionales tradicionales, latifundistas, ganaderos, empresarios y narcotraficantes, un verdadero entramado criminal que demostró la oposición a la paz y a los cambios democráticos.


Como usted ve estamos ante un poder violento, que se niega a la democracia, cerrado a los cambios avanzados en la vida nacional. Mire usted, lo ha denunciado la Corporación Paz y Seguridad, que en la campaña electoral de octubre del presente año (elecciones regionales) hay 140 candidatos con estrechos lazos con el parmilitarismo, el narcotráfico y las mafias que se lucran del poder. Santos guarda silencio porque esos candidatos están avalados por el partido liberal, el partido conservador, la U (del presidente Santos), Cambio Radical (del vicepresidente Vargas Lleras), Opción Ciudadana, todos de la Unidad Nacional (gobiernista) y del Centro Democrático uribista. En estas condiciones es difícil la paz, no se crean condiciones cuando el gobierno está cerrado a la democracia, a las libertades y al llamado Estado Social de Derecho. La paz es posible con un nuevo orden político, económico y social.


Está claro. ¿Pero dónde caben las etapas de la violencia en Colombia en este cuadro que usted escribe?

-Están en ese marco. Sociólogos, historiadores y análisis el Partido Comunista Colombiano le atribuyen cuatro etapas a la violencia en Colombia, desde  la mitad del siglo pasado hasta  nuestros días: De 1948 tras el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán por la derecha conservadora y la CIA, hasta 1953 cuando el golpe militar de Rojas Pinilla; de 1953 a 1957, durante la dictadura, anticomunismo que ilegalizó al partido en la Constituyente de bolsillo; de 1957 a 1964 cuando el ataque a Marquetalia, El Pato, Riochouito y Guayabero; y de 1964 hasta nuestros días. Sin embargo, una modesta visión, coloca una quinta etapa desde 1984 hasta nuestros días, más compleja porque es la del paramilitarismo, el genocidio de la Unión Patriótica y de los procesos de paz. Es una etapa de agudas luchas en la que fracasa la vía militar y se abre paso la necesidad de la solución política dialogada mediante la apertura democrática y social.


Otro tema: ¿Cuáles son los errores más sobresalientes del presidente Santos en los diálogos de La Habana?

-Creer que está frente a una guerrilla y como tal pretende tratarla para que tiene el proceso de paz con dos partes a bordo; la modalidad de dialogar en medio del conflicto. No requiere mayor explicación porque es la causa de la esencial es la dejación de las armas, la desmovilización y las prebendas aunque con una justicia inquisidora y exclusiva porque no incorpora a los responsables imponerle decisiones unilaterales, perdiendo de vista la estricta bilateralidad crisis; no entender que lo fundamental son las reformas, los cambios en el Estado para fortalecer la democracia y la justicia social. Por eso, para él lo desde el Estado de la violencia y los crímenes en todos los tiempos. Ir al vaivén de las concesiones, tolerar la ambigüedad en las filas gubernamentales y darles demasiadas explicaciones a Uribe y Ordóñez viles enemigos de la paz.


¿Quiere decir que se llegó en La Habana al punto de no retorno?


-Aun no. Falta mucho trecho. Quedan pendientes temas clave como justicia, dejación de armas, garantías, mecanismos de refrendación y lo que está en el refrigerador, todos ellos deben definirse, pero si quiere le digo una cosa: Tengo la seguridad que si llegan a un acuerdo sobre justicia el proceso llegará al punto de no retorno. Este es un acuerdo fundamental. La verdad, la justicia y la reparación no está asociada con represalias y la cárcel, eso lo han dicho desde Kofi Anan hasta otras importantes personalidades internacionales. En Colombia la oligarquía tiene una posición no solo de venganza, sino de eludir su propia responsabilidad en la violencia en Colombia. Fue ella la que convirtió al Estado en instrumento violento de dominación, ahora no se pueden hacer los pendejos.


¿Referendo o Asamblea Nacional Constituyente?


-Definitivamente Asamblea Nacional Constituyente que permite una mayor participación del ciudadano y de sus organizaciones. Es el poder constituyente convertido en instrumento fundamental de cambio. En ella se pueden ratificar los acuerdos, dirimir los desacuerdos y abordar otras reformas políticas y sociales de fondo en la vida del país. ¿Por qué la clase dominante le tiene miedo a la Constituyente? Por su pavor a la democracia. El día que este país logre una real apertura de libertades, derechos y auténticos mecanismos de participación respetados por todos, comenzará a tambalear el poder de estos zánganos que se enriquecen del erario y de lo que le quitan a los campesinos y a los trabajadores.


Gracias camarada Carlos y le deseamos pronta recuperación.

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