Leo con cuidado los libros y escritos de Carlos A. Lozano Guillén. Ha sido una voz reconocida de la izquierda, como que ha dirigido el periódico que lleva, apropiadamente, ese nombre (VOZ) y ha estado comprometido con los procesos de paz, principalmente el de Andrés Pastrana.
En sus últimos dos libros, ‘La Paz sí es posible’ y ‘Diálogos de La Habana: el difícil camino de la paz’, ha mostrado tanto las reales opciones de una solución política, como las distancias existentes entre la visión de este o anteriores gobiernos y el pensamiento de las Farc.
En esencia, Lozano identifica por lo menos cuatro temas que, según él, y ello sí es preocupante, hacen que “la paz pende de un hilo” –columna El Tiempo 24 de julio 2015 pág. 15-.
Los asuntos que dan lugar a diagnóstico tan crítico son: el tema de la bilateralidad; el del paramilitarismo que, según las Farc, está vigente; el de las reformas estructurales; y la idea de que la guerrilla está derrotada.
Son temas de una gran significación. Semejante diagnóstico a estas alturas del proceso, me recuerda las tesis de uno de los más reconocidos analistas de las negociaciones de los conflictos internos, el profesor William Zartman, autor de los principales libros en la materia.
Uno de sus textos comienza así: “Los conflictos internos son los más difíciles de negociar (…) cerca de dos tercios de los conflictos internos han culminado en la rendición o eliminación de una de las partes involucradas (…) la negociación es la mejor política para las partes en un conflicto interno”. Este distinguido profesor ha utilizado buena parte de su trabajo intelectual en encontrar caminos para asegurar una negociación exitosa.
Las Farc insisten en que tanto el tema del Marco Jurídico para la Paz como el de la refrendación o las reformas son cuestiones de naturaleza bilateral; o sea, deben ser acordadas por Gobierno y Farc.
El Gobierno ha obrado unilateralmente en los tres casos y allí surge un escollo formidable para el buen éxito de las conversaciones. El tema del paramilitarismo está en el orden del día y es tópico que ni siquiera se registra en los medios de comunicación, pese a declaraciones contundentes de las Farc en esta materia, muy recientes por cierto.
Observo con alguna ansiedad que es cada día más notorio que existe lo que, con palabras pedantes, podríamos llamar “una disonancia cognitiva” entre la manera como Gobierno y Farc entienden el tema del conflicto interno o de la justicia, o de las reformas, o de la naturaleza misma de la negociación.
A tal punto, que un analista como Lozano Guillén, que ha sido tan entusiasta con respecto al proceso, resuelve titular su escrito en El Tiempo en una forma tan dramática.
En la perspectiva de la manera como las Farc entienden estos temas, “la paz está de un cacho”, dice Lozano Guillén; como las percibe el Gobierno, “la paz pende de un hilo” porque, según Lozano, el Presidente “reconoció la existencia del conflicto pero no entiende cuáles son las implicaciones de esa decisión”. Al lado de la columna de Lozano Guillén, el general retirado Eduardo Herrera dice en forma contundente “la guerrilla tiene la última palabra (…) es su decisión tomar el camino de la paz o continuar la guerra”.
¿Unilateralidad? ¿Bilateralidad?
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