Entrevista con Indepaz
“La política de paz debe ser un asunto de Estado”
Darío Colmenares Millán
Carlos A.Lozano Guillén participó en la Comisión de Notables durante los diálogos del Caguán. Actualmente es director del semanario VOZ. Entrevista con Indepaz
-INDEPAZ: En la Comisión de Notables se habían definido unas agendas de negociación, ¿cuál es la vigencia de estas agendas en un eventual proceso de paz con los grupos armados?
-Carlos Lozano: Bueno yo creo que en general, el conjunto de las recomendaciones de la llamada Comisión de Notables está vigente, salvo quizás, la segunda parte que fue dedicada al tema del paramilitarismo, que es algo que se ha modificado con el proceso del actual gobierno. Pero en la parte de los procesos de diálogo y negociación para la solución política del conflicto, que fue la primera del informe de la Comisión de Notables y quizás el trabajo más consistente, tiene plena vigencia en todo su itinerario, tanto en los objetivos como en las recomendaciones.
-¿Cuáles eran los aspectos más significativos del informe de la Comisión de Notables?
-Creo que lo más significativo en las propuestas de la Comisión de Notables está en dos aspectos: el primero,la necesidad de disminuir la intensidad del conflicto, para no dialogar en medio de la guerra, sino bajo las condiciones de una tregua y de un cese al fuego pactado de manera bilateral, entre la guerrilla y el gobierno, con el fin de crear el mejor ambiente para la negociación. Y el segundo, la agenda de la negociación, es decir, que ese cese de fuegos y esa tregua sirvieran para que tanto la guerrilla como el gobierno se concentraran en la agenda de negociación que ya existía, que no la propuso la Comisión de Notables, sino que fue pactada por el Gobierno y la guerrilla de las FARC al inicio del proceso. Fue uno de los primeros pasos que dieron, pero que por desgracia nunca abordaron. Jamás discutieron la agenda sustantiva de negociación que ellos mismos pactaron desde el comienzo. Entonces, la Comisión de Notables planteó que la razón de ser del diálogo era la propia agenda de negociación y no los aspectos de procedimiento, de si la zona de despeje era buena o era mala, si se habían violado los acuerdos para el funcionamiento de la zona, etcétera. No se trataba de excluir los aspectos procedimentales, sino de evitar que se convirtieran en lo esencial. La tregua y el cese de fuego debían tener como objetivo crear el mejor ambiente para que las dos partes, acompañadas por la “sociedad civil”, pudieran concentrarse en la negociación de la agenda común.
-Pero existiendo esa agenda común, ¿qué era lo que hacía que no se pudieran apartar de lo procedimental, qué fue lo que hizo que todo se enredara en lo procedimental?
-A mi modo de ver, que el gobierno de Pastrana no estaba preparado para una negociación de los aspectos de fondo del proceso de la solución política. Es decir, no había realmente un respaldo pleno, ni del gobierno de los Estados Unidos, ni de la clase dominante colombiana para que se pudieran abordar los temas de fondo en la negociación. Por eso Pastrana, interesado en un proceso de paz, se concentró en esos aspectos procedimentales, mientras trataba de ganar tiempo para convencer al Establecimiento colombiano de que era necesaria una negociación sobre los aspectos políticos, sociales y económicos que estaban contenidos en la agenda. En la historia de esa negociación, encontramos que no hubo un solo momento en que se abordara la agenda. Quien más insistió en que se abordara la agenda fue la guerrilla. Yo recuerdo que en una oportunidad, cuando el propio Manuel Marulanda, comandante de las FARC, planteó comenzar a discutir los temas defondo como el modelo económico, el Plan Colombia, las fumigaciones, el narcotráfico, los voceros del Gobierno le dijeron que nada de eso era negociable. Entonces él respondió de una manera coloquial, diciendo: “díganme, qué carajo es lo negociable para saber entonces en donde va a estar aquí lo fundamental”. Eso nos muestra que el Gobierno no estaba preparado para esas negociaciones, como no lo estuvieron los gobiernos anteriores. Si miramos lo que ocurrió con Belisario, lo que ocurrió con César Gaviria en las negociaciones que adelantaron esos gobiernos, que fueron también importantes, vamos a encontrar que justo en los momentos en que estaban dadas las condiciones para abordar la negociación de fondo, fracasaron los procesos por causas previsibles, porque se estaba dialogando en medio del conflicto y cualquier cosa, cualquier acto de guerra, cualquier barbaridad podía ocurrir en medio de una negociación que se llevaba a cabo en medio del conflicto. Esto fue lo que detectó la Comisión de Notables y por eso insistió en la necesidad de negociar sobre la base de una tregua y un cese del fuego.
-Y al hablar de tregua y cese al fuego, ¿se extendía ese concepto también al cese de hostilidades?
-Sí, nosotros planteábamos inicialmente una tregua de seis meses. Definida la tregua, se entraba a discutir el tema de hostilidades, de desapariciones, el secuestro y la desaparición forzada, la prohibición de utilizar armas no convencionales, la penalización de la lucha social, etcétera. Nosotros siempre planteábamos que estos eran temas bilaterales, que a lo mejor en algunos aspectos eran de exclusiva responsabilidad de una de las partes, pero otras tenían su equivalente en la contraparte. Por ejemplo, obviamente el secuestro era responsabilidad de la guerrilla. Pero la desaparición forzada siempre ha estado ligada a una práctica del Estado, porque lo han hecho sus agentes estatales y lo hacían los paramilitares por cuenta de sus nexos con agentes del Estado. Entonces, cada aspecto tenía su equivalente. En el tema de minas antipersonales se planteaba un compromiso bilateral, tanto de guerrilla como del Estado en desminar el territorio nacional y en abandonar esa práctica. En fin, había una serie de temas relativos a las hostilidades, y quizás el más importante era el tema de secuestros y el de la desaparición forzada, que había que entrar a resolver para luego sí abordar la agenda de negociación.
-A su manera de ver ¿cómo ve la coincidencia o divergencia de un eventual proceso con las FARC y el proceso con el ELN?
-En la Comisión de Notables discutimos también eso curiosamente, aunque nosotros teníamos el límite del proceso del Caguán. Es decir, no estaba proyectado este informe para que de alguna manera incidiera en las aproximaciones que ya el gobierno de Pastrana estaba haciendo con el ELN. Sin embargo, en la Comisión de Notables nos tomamos la libertad de insistir un poco sobre el tema del ELN e hicimos un llamado general a que ELN entendiera este proceso del Caguán y de alguna manera se involucrara en él. Sin embargo, también advertimos que dadas las contradicciones entre FARC y el ELN tras la crisis de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, ambos procesos tenían su propia dinámica, aunque un mismo objetivo, que era el de la solución política. Se señaló que se podía avanzar en ambos procesos, pues aunque cada uno tenía sus propias características, necesariamente se iban a encontrar. Decíamos que todo este itinerario -cese de fuego, tregua, cese de hostilidades, negociación de agenda - culminaba con una Asamblea Nacional Constituyente que tenía la misión histórica de elevar a rango constitucional los acuerdos de paz. Llamábamos a que las FARC, desde luego, depusieran armas para poder llegar a la constituyente, porque se supone que si se llegaba a la constituyente era porque existía un acuerdo de paz. Planteábamos que allí podía ser el punto de confluencia de los dos procesos. Incluso, si no se daba un punto de encuentro antes, por lo menos en la constituyente, admitiendo que resultaba muy difícil hacer una constituyente para el ELN y luego otra constituyente para las FARC. Creo que eso sigue siendo válido.
En aquella época aparentemente estaba más avanzado el proceso con las FARC. Era un proceso con mucha fragilidad pero que en apariencia estaba mucho más avanzado que el proceso con el ELN en La Habana donde apenas se daban unos primeros pasos de aproximación. Hoy en día es lo contrario. Vemos un proceso con el ELN más avanzado, también en apariencia, porque ya hemos visto que tiene su propia fragilidad. Pero está desde luego más avanzado. Con las FARC no existe un proceso, pero si llegare a abrirse un escenario de negociación con las FARC no me cabe la menor duda que en algún punto tendrán que encontrarse estos dos procesos. Y eso lo entiende la guerrilla también, yo se lo he escuchado a dirigentes del ELN, se lo he escuchado también a dirigentes del las FARC. Ellos tienen claro que estos procesos, teniendo quizás cada uno su propia dinámica, en un momento determinado, más adelante tendrán que encontrarse.
-A su manera de ver, ¿qué es lo que permitiría que los procesos con grupos armados lleguen a buen término?
-Yo creo que el proceso con el ELN y un eventual proceso de negociación con las FARC pueden tener perspectiva y posibilidad de avanzar en el tiempo, siempre y cuando haya un comportamiento del Gobierno que lo facilite, entendiendo que los acuerdos han de ser bilaterales - que también es el sentido que tiene la reciente propuesta de los facilitadores en el proceso con el ELN - es decir, que tiene que haber un compromiso de bilateralidad en todo esto y no esa exigencia de unilateralidad que ha caracterizado siempre al Gobierno y que parece que ahora le insiste nuevamente al ELN, planteando que si quiere un proceso de negociación primero debe desmovilizarse, siguiendo la hoja de ruta del proceso con las autodefensas y los paramilitares, que es completamente diferente con la guerrilla. La gran diferencia es que con los paramilitares no había agenda sustantiva porque no hay realmente nada que se pueda negociar con uno mismo. En el caso de las guerrillas sí están dialogando con unos rebeldes que se levantaron contra el Estado y por eso me parece que el Gobierno debe tener en cuenta la bilateralidad, independientemente de las exigencias de voluntad política que sí debe hacérsele a la guerrilla en determinado momento, en temas como el secuestro o el cese de hostilidades.
Pero más allá de esos aspectos que sin duda tendrán que abordarse, con ayuda de las iniciativas de la “sociedad civil”, el Gobierno tiene que entender que hay que aplicar un concepto de bilateralidad si quiere realmente sacar adelante un proceso. Porque con el criterio de la unilateralidad, de pensar que primero tienen que desarmarse, desmovilizarse y luego sí ir a una mesa de negociación, yo creo que no va a lograr nada, ni con el ELN ni con las FARC.
-¿Cuáles serían los principales contenidos de una agenda sustantiva de negociación con las FARC?
-A mi me parece que hay aspectos históricos que son importantes. En primer lugar, el tema agrario. Va ser fundamental en la negociación con las FARC, quizás no es prioritario hoy en día porque, bueno, este ya es otro país, más urbano, no es el país agrario de cuando surgieron las FARC, pero es vital porque es una especie de deuda histórica que tiene el Establecimiento con la sociedad, no digo con las FARC, sino con el campo, con los campesinos. Entonces, este tema de una reforma agraria va a ser fundamental, y va a estar relacionado con algo muy vigente que es el tema de los cultivos de uso ilícito.
Para las FARC y para muchos analistas de estos temas, el problema de los cultivos ilícitos tiene que ver más con el vacío de una reforma agraria en el país que con la cadena del narcotráfico, de los capos, de las mafias - con la que por supuesto tiene que ver porque es parte de la cadena - pero como fenómeno social es distinto. El narcotráfico no es un fenómeno social, es un fenómeno delictivo, pero los que tienen cultivos ilícitos sí son una expresión social que tiene que ver con el vacío de una reforma agraria integral en este país.
En segundo lugar, está el tema político, el tema de la democracia, el tema de la participación. Las FARC van a requerir de mucha confianza en que una eventual participación política de la insurgencia ya desarmada, convertida en movimiento político, va a estar exenta de operativos de exterminio, de guerra sucia y todo eso. No es suficiente que el Gobierno diga que ya está acabando con el paramilitarismo. Es claro que el fenómeno del paramilitarismo ha sido determinante en el exterminio de la izquierda, como en el caso de la Unión Patriótica. Pero también hay un fenómeno antidemocrático, que lo estamos viendo ahora con el gobierno de Uribe Vélez, cuando se monta una reelección en función de votos mal habidos, de votos negociados con los paramilitares, de la ventaja del candidato- presidente porque tiene todos los recursos del estado, etcétera.
Tiene que haber unas reformas políticas en nuestro país, legalmente, que garanticen realmente que va a haber una posibilidad y unos espacios para las fuerzas alternativas y de la izquierda.
Y en tercer lugar, una agenda tiene que ver con fenómenos nuevos, como el Plan Colombia, la intervención norteamericana y el Tratado de Libre Comercio. Todo esto va jugar un papel en la negociación en ambos casos, no sólo con las FARC sino también con el ELN. La agenda común que aprobaron en el Caguán es una agenda general, muy llena de temas. Pero si eso lo traemos aquí, a la realidad, tiene que concretarse en unos pocos aspectos. Nadie puede pretender que en una mesa de negociación se resuelva el tema del empleo, por ejemplo, o el problema de resolver la pobreza absoluta o la pobreza relativa que hay en el país. Estos son problemas que tienen que ver con la dinámica y con la estructura del Estado y que tienen que ver con otros cambios que se pueden hacer por vía democrática sobre la base de una solución política del conflicto y eso tiene que entenderlo la guerrilla. Aquí no puede haber una agenda maximalista. La revolución no se puede hacer por contrato, en una mesa de negociación. Tiene que haber una ubicación de temas específicos que permitan la democratización del país y un nuevo orden político, social y económico. Es lo que tiene que darse en una mesa de negociación y eso va a ser fundamental.
-¿No es contraproducente adelantar diálogos con un grupo armado y al mismo tiempo excluir a otro?
-Es indudable que la política de paz tiene que ser una política de Estado. Eso lo recomienda también la Comisión de Notables. Una política de Estado quiere decir que debe ser integral, que debe ser dirigida a todas las fuerzas que están en el escenario de la lucha política y armada. Entonces, no se puede excluir a ninguna fuerza insurgente, como no se puede excluir a ninguna fuerza política ni a ningún sector de la sociedad en eventuales diálogos de paz. Evidentemente, los diálogos son para resolver por vía política un conflicto, pero un conflicto que afecta al país y a la sociedad entera. Entonces, todas las fuerzas políticas, de derecha, de izquierda, de todos los sectores y las instituciones del país, empresarios, sindicatos, etcétera tienen que participar en esto. De alguna manera tienen que haber espacios incluyentes.
La Comisión de Notables hablaba de una tercera silla en la negociación, que es una silla plural. Decíamos que es la silla de una “sociedad civil” que no es homogénea. No piensa igual el presidente de la ANDI que el presidente de un sindicato. Entonces, esa tercera silla es heterogénea y tiene que participar. Algunos son enemigos de esto, porque creen que este es un problema entre la guerrilla y un Gobierno que representa al Estado. Esto no es así, ni se puede polarizar el país de esa manera, porque no todos se sienten representados por la guerrilla o por el Gobierno. Hay quienes se quieren hacer representar en otros espacios.
Ahora, la política de paz integral implica hacerla con todos, con ELN y FARC, porque de todas maneras va a influir de alguna medida. Por ejemplo, al hacer un cese de hostilidades con el ELN ¿cómo se puede garantizar si no hay un proceso simultáneo con las FARC? Hay zonas donde puede ser más fácil porque el ELN no tiene la misma extensión territorial de las FARC. Pero por ejemplo en Arauca, donde están enfrentados pero comparten territorios, ¿cómo se va hacer? o en Norte de Santander o en algunas regiones de Antioquia, en donde hay presencia de FARC y ELN, en donde hay incluso acciones conjuntas del ELN y las FARC, ¿cómo se va a resolver esto?
Por otra parte, en la propia negociación se van a presentar contradicciones. Por ejemplo, con el problema agrario. Hay unos enfoques que tiene el ELN pero hay otros diferentes que tiene las FARC y que son más históricos, no digo que sean mejores que los del ELN o que los del ELN sean actuales mientras los otros estén desactualizados. No se trata de eso, sino de mirar que hay distintos enfoques frente a unos temas y que no pueden resolverse políticamente al margen de la participación de los otros. No se puede resolver el tema agrario sin la presencia del ELN o las FARC, ni los problemas que tienen que ver con una apertura política del país. Entonces, necesariamente una negociación con el ELN de alguna manera va a tener incidencia en las FARC. Pero si las FARC no están en el escenario de la negociación, eso se va a afectar, como lo habría sido al contrario también. Por eso lo mejor que puede hacer el Gobierno es tener una política integral y abrir unos escenarios de negociación. Yo creo que al Gobierno le ha faltado más voluntad y más iniciativa en ese campo, porque no puede resolver todo diciendo con ELN sí tengo un conflicto, pero con las FARC no hay un conflicto. Ese es un absurdo.
-¿Qué cree que las FARC consideraría una renovada voluntad para poder entrar en un proceso de paz?
-Es claro que las FARC también tienen que dar muestras de voluntad política y de un deseo de abrir un escenario de negociación. Yo creo que eso es vital. Por eso a mí me parece, sin condicionarlo, que la idea del “acuerdo humanitario” nos puede abrir esa perspectiva y esa posibilidad. No creo que se deba condicionar un intercambio humanitario - en relación con las personas que están en cautiverio - a un proceso de paz. Pero sí creo que se puede de alguna manera relacionar, y si tenemos éxito en un intercambio humanitario se puede abrir esa posibilidad. Entre otras cosas, las FARC ya lo han planteado. En la carta que dirigieron a los tres poderes este año, ellos dicen: “hagamos el intercambio humanitario y luego examinemos las posibilidades de un escenario de negociación”. Claro, plantean una cantidad de condiciones y de cosas, pero de eso se trata, de que cada quien plantee lo suyo para que ya sentados en una mesa de negociación, se pueda entrar a resolver punto por punto. Es lo mismo que está ocurriendo con el ELN. El ELN ya ha hecho unos planteamientos, los facilitadores otros, el Gobierno como siempre nunca hace propuestas, es reactivo, esperando las propuestas de los demás para reaccionar, siempre se queda un poco atrás en eso, pero en fin, de eso se trata y yo creo que en eso tiene que también ayudar mucho la guerrilla demostrando de manera inequívoca su voluntad política y su deseo de entrar en un proceso de negociación.
Bogotá D.C. Abril de 2007 Publicado en el boletín de Indepaz
“La política de paz debe ser un asunto de Estado”
Darío Colmenares Millán
Carlos A.Lozano Guillén participó en la Comisión de Notables durante los diálogos del Caguán. Actualmente es director del semanario VOZ. Entrevista con Indepaz
-INDEPAZ: En la Comisión de Notables se habían definido unas agendas de negociación, ¿cuál es la vigencia de estas agendas en un eventual proceso de paz con los grupos armados?
-Carlos Lozano: Bueno yo creo que en general, el conjunto de las recomendaciones de la llamada Comisión de Notables está vigente, salvo quizás, la segunda parte que fue dedicada al tema del paramilitarismo, que es algo que se ha modificado con el proceso del actual gobierno. Pero en la parte de los procesos de diálogo y negociación para la solución política del conflicto, que fue la primera del informe de la Comisión de Notables y quizás el trabajo más consistente, tiene plena vigencia en todo su itinerario, tanto en los objetivos como en las recomendaciones.
-¿Cuáles eran los aspectos más significativos del informe de la Comisión de Notables?
-Creo que lo más significativo en las propuestas de la Comisión de Notables está en dos aspectos: el primero,la necesidad de disminuir la intensidad del conflicto, para no dialogar en medio de la guerra, sino bajo las condiciones de una tregua y de un cese al fuego pactado de manera bilateral, entre la guerrilla y el gobierno, con el fin de crear el mejor ambiente para la negociación. Y el segundo, la agenda de la negociación, es decir, que ese cese de fuegos y esa tregua sirvieran para que tanto la guerrilla como el gobierno se concentraran en la agenda de negociación que ya existía, que no la propuso la Comisión de Notables, sino que fue pactada por el Gobierno y la guerrilla de las FARC al inicio del proceso. Fue uno de los primeros pasos que dieron, pero que por desgracia nunca abordaron. Jamás discutieron la agenda sustantiva de negociación que ellos mismos pactaron desde el comienzo. Entonces, la Comisión de Notables planteó que la razón de ser del diálogo era la propia agenda de negociación y no los aspectos de procedimiento, de si la zona de despeje era buena o era mala, si se habían violado los acuerdos para el funcionamiento de la zona, etcétera. No se trataba de excluir los aspectos procedimentales, sino de evitar que se convirtieran en lo esencial. La tregua y el cese de fuego debían tener como objetivo crear el mejor ambiente para que las dos partes, acompañadas por la “sociedad civil”, pudieran concentrarse en la negociación de la agenda común.
-Pero existiendo esa agenda común, ¿qué era lo que hacía que no se pudieran apartar de lo procedimental, qué fue lo que hizo que todo se enredara en lo procedimental?
-A mi modo de ver, que el gobierno de Pastrana no estaba preparado para una negociación de los aspectos de fondo del proceso de la solución política. Es decir, no había realmente un respaldo pleno, ni del gobierno de los Estados Unidos, ni de la clase dominante colombiana para que se pudieran abordar los temas de fondo en la negociación. Por eso Pastrana, interesado en un proceso de paz, se concentró en esos aspectos procedimentales, mientras trataba de ganar tiempo para convencer al Establecimiento colombiano de que era necesaria una negociación sobre los aspectos políticos, sociales y económicos que estaban contenidos en la agenda. En la historia de esa negociación, encontramos que no hubo un solo momento en que se abordara la agenda. Quien más insistió en que se abordara la agenda fue la guerrilla. Yo recuerdo que en una oportunidad, cuando el propio Manuel Marulanda, comandante de las FARC, planteó comenzar a discutir los temas defondo como el modelo económico, el Plan Colombia, las fumigaciones, el narcotráfico, los voceros del Gobierno le dijeron que nada de eso era negociable. Entonces él respondió de una manera coloquial, diciendo: “díganme, qué carajo es lo negociable para saber entonces en donde va a estar aquí lo fundamental”. Eso nos muestra que el Gobierno no estaba preparado para esas negociaciones, como no lo estuvieron los gobiernos anteriores. Si miramos lo que ocurrió con Belisario, lo que ocurrió con César Gaviria en las negociaciones que adelantaron esos gobiernos, que fueron también importantes, vamos a encontrar que justo en los momentos en que estaban dadas las condiciones para abordar la negociación de fondo, fracasaron los procesos por causas previsibles, porque se estaba dialogando en medio del conflicto y cualquier cosa, cualquier acto de guerra, cualquier barbaridad podía ocurrir en medio de una negociación que se llevaba a cabo en medio del conflicto. Esto fue lo que detectó la Comisión de Notables y por eso insistió en la necesidad de negociar sobre la base de una tregua y un cese del fuego.
-Y al hablar de tregua y cese al fuego, ¿se extendía ese concepto también al cese de hostilidades?
-Sí, nosotros planteábamos inicialmente una tregua de seis meses. Definida la tregua, se entraba a discutir el tema de hostilidades, de desapariciones, el secuestro y la desaparición forzada, la prohibición de utilizar armas no convencionales, la penalización de la lucha social, etcétera. Nosotros siempre planteábamos que estos eran temas bilaterales, que a lo mejor en algunos aspectos eran de exclusiva responsabilidad de una de las partes, pero otras tenían su equivalente en la contraparte. Por ejemplo, obviamente el secuestro era responsabilidad de la guerrilla. Pero la desaparición forzada siempre ha estado ligada a una práctica del Estado, porque lo han hecho sus agentes estatales y lo hacían los paramilitares por cuenta de sus nexos con agentes del Estado. Entonces, cada aspecto tenía su equivalente. En el tema de minas antipersonales se planteaba un compromiso bilateral, tanto de guerrilla como del Estado en desminar el territorio nacional y en abandonar esa práctica. En fin, había una serie de temas relativos a las hostilidades, y quizás el más importante era el tema de secuestros y el de la desaparición forzada, que había que entrar a resolver para luego sí abordar la agenda de negociación.
-A su manera de ver ¿cómo ve la coincidencia o divergencia de un eventual proceso con las FARC y el proceso con el ELN?
-En la Comisión de Notables discutimos también eso curiosamente, aunque nosotros teníamos el límite del proceso del Caguán. Es decir, no estaba proyectado este informe para que de alguna manera incidiera en las aproximaciones que ya el gobierno de Pastrana estaba haciendo con el ELN. Sin embargo, en la Comisión de Notables nos tomamos la libertad de insistir un poco sobre el tema del ELN e hicimos un llamado general a que ELN entendiera este proceso del Caguán y de alguna manera se involucrara en él. Sin embargo, también advertimos que dadas las contradicciones entre FARC y el ELN tras la crisis de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, ambos procesos tenían su propia dinámica, aunque un mismo objetivo, que era el de la solución política. Se señaló que se podía avanzar en ambos procesos, pues aunque cada uno tenía sus propias características, necesariamente se iban a encontrar. Decíamos que todo este itinerario -cese de fuego, tregua, cese de hostilidades, negociación de agenda - culminaba con una Asamblea Nacional Constituyente que tenía la misión histórica de elevar a rango constitucional los acuerdos de paz. Llamábamos a que las FARC, desde luego, depusieran armas para poder llegar a la constituyente, porque se supone que si se llegaba a la constituyente era porque existía un acuerdo de paz. Planteábamos que allí podía ser el punto de confluencia de los dos procesos. Incluso, si no se daba un punto de encuentro antes, por lo menos en la constituyente, admitiendo que resultaba muy difícil hacer una constituyente para el ELN y luego otra constituyente para las FARC. Creo que eso sigue siendo válido.
En aquella época aparentemente estaba más avanzado el proceso con las FARC. Era un proceso con mucha fragilidad pero que en apariencia estaba mucho más avanzado que el proceso con el ELN en La Habana donde apenas se daban unos primeros pasos de aproximación. Hoy en día es lo contrario. Vemos un proceso con el ELN más avanzado, también en apariencia, porque ya hemos visto que tiene su propia fragilidad. Pero está desde luego más avanzado. Con las FARC no existe un proceso, pero si llegare a abrirse un escenario de negociación con las FARC no me cabe la menor duda que en algún punto tendrán que encontrarse estos dos procesos. Y eso lo entiende la guerrilla también, yo se lo he escuchado a dirigentes del ELN, se lo he escuchado también a dirigentes del las FARC. Ellos tienen claro que estos procesos, teniendo quizás cada uno su propia dinámica, en un momento determinado, más adelante tendrán que encontrarse.
-A su manera de ver, ¿qué es lo que permitiría que los procesos con grupos armados lleguen a buen término?
-Yo creo que el proceso con el ELN y un eventual proceso de negociación con las FARC pueden tener perspectiva y posibilidad de avanzar en el tiempo, siempre y cuando haya un comportamiento del Gobierno que lo facilite, entendiendo que los acuerdos han de ser bilaterales - que también es el sentido que tiene la reciente propuesta de los facilitadores en el proceso con el ELN - es decir, que tiene que haber un compromiso de bilateralidad en todo esto y no esa exigencia de unilateralidad que ha caracterizado siempre al Gobierno y que parece que ahora le insiste nuevamente al ELN, planteando que si quiere un proceso de negociación primero debe desmovilizarse, siguiendo la hoja de ruta del proceso con las autodefensas y los paramilitares, que es completamente diferente con la guerrilla. La gran diferencia es que con los paramilitares no había agenda sustantiva porque no hay realmente nada que se pueda negociar con uno mismo. En el caso de las guerrillas sí están dialogando con unos rebeldes que se levantaron contra el Estado y por eso me parece que el Gobierno debe tener en cuenta la bilateralidad, independientemente de las exigencias de voluntad política que sí debe hacérsele a la guerrilla en determinado momento, en temas como el secuestro o el cese de hostilidades.
Pero más allá de esos aspectos que sin duda tendrán que abordarse, con ayuda de las iniciativas de la “sociedad civil”, el Gobierno tiene que entender que hay que aplicar un concepto de bilateralidad si quiere realmente sacar adelante un proceso. Porque con el criterio de la unilateralidad, de pensar que primero tienen que desarmarse, desmovilizarse y luego sí ir a una mesa de negociación, yo creo que no va a lograr nada, ni con el ELN ni con las FARC.
-¿Cuáles serían los principales contenidos de una agenda sustantiva de negociación con las FARC?
-A mi me parece que hay aspectos históricos que son importantes. En primer lugar, el tema agrario. Va ser fundamental en la negociación con las FARC, quizás no es prioritario hoy en día porque, bueno, este ya es otro país, más urbano, no es el país agrario de cuando surgieron las FARC, pero es vital porque es una especie de deuda histórica que tiene el Establecimiento con la sociedad, no digo con las FARC, sino con el campo, con los campesinos. Entonces, este tema de una reforma agraria va a ser fundamental, y va a estar relacionado con algo muy vigente que es el tema de los cultivos de uso ilícito.
Para las FARC y para muchos analistas de estos temas, el problema de los cultivos ilícitos tiene que ver más con el vacío de una reforma agraria en el país que con la cadena del narcotráfico, de los capos, de las mafias - con la que por supuesto tiene que ver porque es parte de la cadena - pero como fenómeno social es distinto. El narcotráfico no es un fenómeno social, es un fenómeno delictivo, pero los que tienen cultivos ilícitos sí son una expresión social que tiene que ver con el vacío de una reforma agraria integral en este país.
En segundo lugar, está el tema político, el tema de la democracia, el tema de la participación. Las FARC van a requerir de mucha confianza en que una eventual participación política de la insurgencia ya desarmada, convertida en movimiento político, va a estar exenta de operativos de exterminio, de guerra sucia y todo eso. No es suficiente que el Gobierno diga que ya está acabando con el paramilitarismo. Es claro que el fenómeno del paramilitarismo ha sido determinante en el exterminio de la izquierda, como en el caso de la Unión Patriótica. Pero también hay un fenómeno antidemocrático, que lo estamos viendo ahora con el gobierno de Uribe Vélez, cuando se monta una reelección en función de votos mal habidos, de votos negociados con los paramilitares, de la ventaja del candidato- presidente porque tiene todos los recursos del estado, etcétera.
Tiene que haber unas reformas políticas en nuestro país, legalmente, que garanticen realmente que va a haber una posibilidad y unos espacios para las fuerzas alternativas y de la izquierda.
Y en tercer lugar, una agenda tiene que ver con fenómenos nuevos, como el Plan Colombia, la intervención norteamericana y el Tratado de Libre Comercio. Todo esto va jugar un papel en la negociación en ambos casos, no sólo con las FARC sino también con el ELN. La agenda común que aprobaron en el Caguán es una agenda general, muy llena de temas. Pero si eso lo traemos aquí, a la realidad, tiene que concretarse en unos pocos aspectos. Nadie puede pretender que en una mesa de negociación se resuelva el tema del empleo, por ejemplo, o el problema de resolver la pobreza absoluta o la pobreza relativa que hay en el país. Estos son problemas que tienen que ver con la dinámica y con la estructura del Estado y que tienen que ver con otros cambios que se pueden hacer por vía democrática sobre la base de una solución política del conflicto y eso tiene que entenderlo la guerrilla. Aquí no puede haber una agenda maximalista. La revolución no se puede hacer por contrato, en una mesa de negociación. Tiene que haber una ubicación de temas específicos que permitan la democratización del país y un nuevo orden político, social y económico. Es lo que tiene que darse en una mesa de negociación y eso va a ser fundamental.
-¿No es contraproducente adelantar diálogos con un grupo armado y al mismo tiempo excluir a otro?
-Es indudable que la política de paz tiene que ser una política de Estado. Eso lo recomienda también la Comisión de Notables. Una política de Estado quiere decir que debe ser integral, que debe ser dirigida a todas las fuerzas que están en el escenario de la lucha política y armada. Entonces, no se puede excluir a ninguna fuerza insurgente, como no se puede excluir a ninguna fuerza política ni a ningún sector de la sociedad en eventuales diálogos de paz. Evidentemente, los diálogos son para resolver por vía política un conflicto, pero un conflicto que afecta al país y a la sociedad entera. Entonces, todas las fuerzas políticas, de derecha, de izquierda, de todos los sectores y las instituciones del país, empresarios, sindicatos, etcétera tienen que participar en esto. De alguna manera tienen que haber espacios incluyentes.
La Comisión de Notables hablaba de una tercera silla en la negociación, que es una silla plural. Decíamos que es la silla de una “sociedad civil” que no es homogénea. No piensa igual el presidente de la ANDI que el presidente de un sindicato. Entonces, esa tercera silla es heterogénea y tiene que participar. Algunos son enemigos de esto, porque creen que este es un problema entre la guerrilla y un Gobierno que representa al Estado. Esto no es así, ni se puede polarizar el país de esa manera, porque no todos se sienten representados por la guerrilla o por el Gobierno. Hay quienes se quieren hacer representar en otros espacios.
Ahora, la política de paz integral implica hacerla con todos, con ELN y FARC, porque de todas maneras va a influir de alguna medida. Por ejemplo, al hacer un cese de hostilidades con el ELN ¿cómo se puede garantizar si no hay un proceso simultáneo con las FARC? Hay zonas donde puede ser más fácil porque el ELN no tiene la misma extensión territorial de las FARC. Pero por ejemplo en Arauca, donde están enfrentados pero comparten territorios, ¿cómo se va hacer? o en Norte de Santander o en algunas regiones de Antioquia, en donde hay presencia de FARC y ELN, en donde hay incluso acciones conjuntas del ELN y las FARC, ¿cómo se va a resolver esto?
Por otra parte, en la propia negociación se van a presentar contradicciones. Por ejemplo, con el problema agrario. Hay unos enfoques que tiene el ELN pero hay otros diferentes que tiene las FARC y que son más históricos, no digo que sean mejores que los del ELN o que los del ELN sean actuales mientras los otros estén desactualizados. No se trata de eso, sino de mirar que hay distintos enfoques frente a unos temas y que no pueden resolverse políticamente al margen de la participación de los otros. No se puede resolver el tema agrario sin la presencia del ELN o las FARC, ni los problemas que tienen que ver con una apertura política del país. Entonces, necesariamente una negociación con el ELN de alguna manera va a tener incidencia en las FARC. Pero si las FARC no están en el escenario de la negociación, eso se va a afectar, como lo habría sido al contrario también. Por eso lo mejor que puede hacer el Gobierno es tener una política integral y abrir unos escenarios de negociación. Yo creo que al Gobierno le ha faltado más voluntad y más iniciativa en ese campo, porque no puede resolver todo diciendo con ELN sí tengo un conflicto, pero con las FARC no hay un conflicto. Ese es un absurdo.
-¿Qué cree que las FARC consideraría una renovada voluntad para poder entrar en un proceso de paz?
-Es claro que las FARC también tienen que dar muestras de voluntad política y de un deseo de abrir un escenario de negociación. Yo creo que eso es vital. Por eso a mí me parece, sin condicionarlo, que la idea del “acuerdo humanitario” nos puede abrir esa perspectiva y esa posibilidad. No creo que se deba condicionar un intercambio humanitario - en relación con las personas que están en cautiverio - a un proceso de paz. Pero sí creo que se puede de alguna manera relacionar, y si tenemos éxito en un intercambio humanitario se puede abrir esa posibilidad. Entre otras cosas, las FARC ya lo han planteado. En la carta que dirigieron a los tres poderes este año, ellos dicen: “hagamos el intercambio humanitario y luego examinemos las posibilidades de un escenario de negociación”. Claro, plantean una cantidad de condiciones y de cosas, pero de eso se trata, de que cada quien plantee lo suyo para que ya sentados en una mesa de negociación, se pueda entrar a resolver punto por punto. Es lo mismo que está ocurriendo con el ELN. El ELN ya ha hecho unos planteamientos, los facilitadores otros, el Gobierno como siempre nunca hace propuestas, es reactivo, esperando las propuestas de los demás para reaccionar, siempre se queda un poco atrás en eso, pero en fin, de eso se trata y yo creo que en eso tiene que también ayudar mucho la guerrilla demostrando de manera inequívoca su voluntad política y su deseo de entrar en un proceso de negociación.
Bogotá D.C. Abril de 2007 Publicado en el boletín de Indepaz
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