Por Carlos A. Lozano Guillén
Apreciado compañero Nicolás:
El 3 de noviembre de 2007, cinco días antes de la reunión de Iván Márquez con el entrañable presidente Hugo Rafael Chávez Frías para hablar del acuerdo humanitario en Colombia, usted y yo nos reunimos en algún lugar de la capital de la República Bolivariana de Venezuela, en presencia también de Antonio García, para intercambiar opiniones sobre la situación política del país, un año después de iniciado el segundo gobierno de la “seguridad democrática” de Álvaro Uribe Vélez; y sobre el absurdo enfrentamiento entre el ELN y las FARC-EP en varios territorios y del “daño colateral”, como tal vez lo calificó Antonio, de las muertes de militantes del Partido Comunista Colombiano.
La reunión la solicité por recomendación del comandante Chávez a quien tanto los colombianos le debemos en la búsqueda de la paz, en lo cual fue infatigable, y usted la aceptó con gentileza e interés, así me lo expresó cuando nos saludamos. Recuerdo que de entrada, aunque nunca nos habíamos visto, usted me trató de manera afectuosa. Siempre me llamó Carlitos en nuestra larga conversación. En la mañana, hasta el almuerzo, nos acompañó Antonio y luego continuamos los dos el interesante diálogo.
Usted me dijo que estaba en Caracas para hablar con Iván Márquez, no era otro el propósito. “Es inconcebible que nos matemos con los camaradas de las FARC, eso no nos los perdonará la historia”, fueron sus palabras que me conmovieron en mis fibras de revolucionario. Así las escribí y resalté en mi pequeña libreta donde consigné las anotaciones de nuestra conversación.
Usted quería reunirse con Manuel Marulanda para zanjar las diferencias y ponerle fin a esa guerra inútil y estúpida entre las dos fuerzas guerrilleras. Le hice llegar su deseo al comandante Manuel y él me respondió: “Creo que es importante y necesario; ojalá no me quede mal como la última vez que quisimos hacerlo cuando los diálogos del Caguán”.
Usted se reunió con Iván Márquez y creo que ese encuentro abrió la puerta para que varios meses después se pactara la paz entre Timoleón Jiménez, enviado por Alfonso Cano y el Secretariado de las FARC-EP; y Antonio García, enviado por usted y el COCE. Fue un acto histórico que le puso fin al insensato enfrentamiento bélico entre las dos organizaciones. En el Partido lo celebramos porque fueron casi tres centenares nuestros militantes asesinados por el ELN. Lo peor, compañero Nicolás, es que aún en Arauca el ELN sigue asesinando comunistas. Son crímenes cobardes contra gente inerme y desarmada. Usted debe ordenar que se suspendan esos actos viles. No pueden repetirse, si nos atenemos al sentido de lo conversado por los dos en aquella reunión fraterna. (Continuará).
carloslozanogui@outlook.es
Semanario Voz
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