Las guerras revolucionarias no son infinitas y cuando no se triunfa por esa vía, se imponen las salidas políticas dialogadas, inherentes a la ideología humanista que profesamos.
Terminada nuestra reunión del 3 de noviembre de 2007, usted me llevó hasta la puerta del hotel en donde me alojaba en el centro de Caracas. Cuando descendí del vehículo me encontré con la periodista Constanza Vieira, quien cubría los pormenores de la reunión de Iván Márquez con el presidente Chávez. Me dijo con inquietud: “Sé que Gabino está en Caracas y quiero ubicarlo para una entrevista”. Apenas sonreí y pensé: “Constanza me mata si llega a saber que a quien busca para entrevistar está ahí, dentro de ese vehículo del que acabo de descender”.
Debo decirle que me agradó la reunión. Creo que fue positiva y de alguna manera, lo digo con modestia, fue útil para que se superaran los enfrentamientos del ELN y las FARC. Me siento orgulloso de haberlo conocido y aprendí lecciones nuevas de un dirigente revolucionario como usted.
Pero como le escribí en el último párrafo de la primera parte de esta larga carta, el ELN sigue asesinando comunistas en el departamento de Arauca. Sin ninguna justificación y ni siquiera con el pretexto del enfrentamiento con las FARC-EP que ya no existe. Entre revolucionarios las diferencias no se zanjan a tiros, sobre todo cuando una de las partes no está armada y se encuentra inerme frente a los desafueros violentos del contradictor. Creo que en el espíritu de nuestra cordial y fructífera conversación de hace nueve años esos ataques y asesinatos no pueden tener lugar. La historia, como usted mismo me lo dijo, no los perdonará. Usted, compañero Nicolás, no puede permitirlo.
Y pasando a otro tema, en carta suya al Secretariado de las FARC, usted les dice que no comparte los acuerdos recientes, aunque respeta su decisión soberana y les desea buena suerte en la implementación. Sin embargo, quisiera decirle que hay una realidad en Colombia y en América Latina que no se puede desconocer. Las guerras revolucionarias no son infinitas y cuando no se triunfa por esa vía, se imponen las salidas políticas dialogadas, inherentes a la ideología humanista que profesamos.
Tiene usted razón en que las causas del alzamiento armado en Colombia no han desaparecido, pero sí es posible combatirlas mediante acuerdos concretos como los de La Habana y con la movilización democrática y popular, creando las condiciones para la acción política y una nueva correlación de fuerzas en el escenario nacional en condiciones de paz y mediante la unidad de las fuerzas avanzadas hacia una asamblea nacional constituyente.
La guerra es cruel y se degrada con el paso del tiempo. Hay que ponerle fin a tanta tragedia que deja víctimas inocentes y esa también es una decisión revolucionaria. La paz tiene nombre de izquierda. Fraternal saludo.
Semanario Voz
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