Joaquín Gómez y Timoleón Jiménez |
El comandante de las FARC-EP, Timoleón Jiménez, hace el balance de los diálogos de La Habana en 2015 y habla de las perspectivas de los mismos en 2016. El país está ad portas del Acuerdo Final. Es la voluntad de las partes.
Estábamos en “lista de espera” para una entrevista de “larga distancia” con el comandante en Jefe del Estado Mayor Central de las FARC-EP, Timoleón Jiménez. Hubiéramos preferido hacerla en vivo, face to face como suele decir el presidente Nicolás Maduro, pero el precario estado de salud me privó de esa posibilidad. Ya tendremos la oportunidad cuando supere los quebrantos de salud, ojalá para la firma del Acuerdo Final en cuya meta se ha avanzado tanto como lo reconoce el propio Timochenko.
El fin de año estuvo enmarcado por la ofensiva mediática contra la insurgencia desde los grandes medios de comunicación, a pesar del júbilo que invadió al país después del acuerdo sobre víctimas y justicia.
El centro del ataque fue por un individuo al que presentaron como alias “El Enfermero”, de nombre Héctor Albeidis Arboleda Buitrago, que según la inteligencia de la Policía Nacional practicó más de 500 abortos en la guerrilla. La Fiscalía General de la Nación dio como cierta la versión policiaca y libró la orden de captura. Arboleda fue detenido en Madrid (España) y luego dejado en libertad ante la inconsistencia de las acusaciones según las cortes españolas.
Todo obedece a un montaje del general Rodolfo Palomino, colocado contra las cuerdas por la corrupción de la institución que dirige y que llega hasta las oficinas del Director. Palomino ha sido acusado de varias acciones irregulares y delictivas que están bajo investigación. Según expertos el cuento de “El Enfermero” es un sofisma de distracción para desviar la atención sobre las irregularidades en la Policía Nacional, que acoge con mala intención la Fiscalía.
Viejas mañas del poder
En Declaración Pública el Secretariado de las FARC-EP explica, una vez más, cuáles son las prácticas y los métodos de su organización en el trato a las guerrilleras y en los procedimientos de abortos consentidos, al tiempo que desmiente la acusación de la Fiscalía y de la inteligencia de la policía. Asegura la dirección de la fuerza insurgente que “las direcciones de los Bloques han hecho las averiguaciones pertinentes en los dos Frentes citados por la noticia, y certificamos que en ninguno de ellos ha militado o se conoce siquiera al personaje en mención. Por lo cual está claro que se trata de un montaje judicial y mediático”.
Sin embargo, la “gran prensa” continúa la guerra sucia mediática, incluyendo crónicas inventadas de Salud Hernández con supuestas guerrilleras, que en realidad son desertoras que halagan al régimen y denuncian haber sido víctimas de “El Enfermero” en campamentos farianos. Es parte de la fábula, porque en los últimos días extendieron las labores de “El Enfermero” a otras guerrillas como el ELN y el EPL. Es todo un novelón contrainsurgente.
También han enfrentado a los delegados del Gobierno y de las FARC-EP la demora en la liberación de 30 guerrilleros, anunciada por el Gobierno Nacional hace más de un mes, dilatada en la maraña de trámites, dilaciones y tecnicismos jurídicos, propios de las viejas mañas del poder para resolver en positivo sus promesas.
Logros evidentes
Con todo, son evidentes los logros y avances de los diálogos de paz en 2015. Lo consignan las FARC-EP en el mensaje de año nuevo y lo reconocen con cierta timidez los voceros gubernamentales:
“Llega a su fin el año en que Colombia avanzó como nunca antes en la construcción de un camino cierto a la paz, lo cual nos deja el compromiso ineludible de alcanzar el anhelado Acuerdo Final en 2016. Se trata de un reto enorme y trascendental, lo asumimos con la confianza plena en el pueblo colombiano, principal artífice de cuanto se ha conseguido hasta hoy en la lucha por la democratización y la justicia social en nuestra patria.
“Al firmar y hacer público el pasado 15 de diciembre el Acuerdo sobre las Víctimas del Conflicto, conseguimos poner fin a un extenso y complejo debate, mediante la creación del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, en el que fue incluida la Jurisdicción Especial para la Paz, a la vez que establecimos el compromiso con la promoción, el respeto y la garantía de los derechos humanos.
“Resultan por consiguiente fuera de lugar las voces que insisten en negar nuestra voluntad y gestos de paz, así como los esfuerzos de quienes apuestan al fracaso de las conversaciones e insisten en la profundización de la confrontación militar abierta”.
Precisamente de esos avances y las perspectivas de los diálogos en 2016 versa la conversación de “larga distancia” con Timoleón Jiménez. Aquí la entrevista.
–Al finalizar 2015 ¿qué balance hace de lo acordado en los diálogos de La Habana? ¿Se cumplieron las expectativas de las FARC-EP?
–Considero que en lo que hace relación a los diálogos de paz el balance es más que satisfactorio. Finalizado el año tenemos cuatro acuerdos parciales firmados: Hacia un nuevo campo colombiano: reforma rural integral, Participación política: apertura democrática para alcanzar la paz, Solución al problema de las drogas de uso ilícito y el Acuerdo sobre víctimas, alcanzado por fin el 15 de diciembre, el cual consiste en un Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición. Las expectativas siempre han sido las de firmar un Acuerdo Final, pero no puede negarse que hemos logrado avanzar con firmeza hacia esa meta.
Un hito histórico
–¿Comandante: ¿Qué alcance le da a los acuerdos sobre víctimas?
–El Acuerdo sobre Víctimas, en particular el Acuerdo de Jurisdicción Especial para la Paz, ha sido altamente valorado y aplaudido por analistas, especialistas, voceros de organizaciones internacionales e importantes voces de la prensa nacional e internacional. En nuestra opinión lo conseguido en la Mesa, pese a la persistencia de 14 salvedades, que sobre todo se refieren a medidas de no repetición y al importante tema de la Doctrina de la Seguridad Nacional, constituye un hito histórico. Al comienzo del proceso y durante el desarrollo de los tres primeros puntos debatidos en la Mesa, siempre se nos dijo que llegados al punto de Víctimas encontraríamos algo así como nuestro talón de Aquiles. Eran muchos los que repetían que ahí les llegaría a las FARC la hora de responder, de asumir responsabilidades y pagar por sus hechos. Los resultados finales dejan una atmósfera completamente distinta a la anunciada por los pregoneros del desastre.
–¿En concreto cuáles fueron los resultados?
–Habrá verdad, justicia, reparación y medidas de no repetición. Pero no referidas exclusivamente a las FARC, sino a las dos partes inmersas en la confrontación, sin dejar por fuera a los terceros que desde la sombra obraron decididamente en el conflicto. Quien se niegue a acatar lo acordado asumirá serias responsabilidades, partiendo del criterio de que entre mayor sea el grado de verdad aportada, será más generoso el tratamiento sancionatorio. El acuerdo se firmó entre las FARC y el Estado colombiano, después de año y medio de intensos debates. Hay quienes se empeñan en sembrar la cizaña de que se trata de imposiciones nuestras o concesiones de los delegados del gobierno. Nada más falso. Incluso hasta el último momento hubo que contar con la posición del gobierno de los Estados Unidos por intermedio de su enviado especial.
La justicia restaurativa
–¿Qué diferencia hay para ustedes entre justicia transicional y justicia restaurativa?
–Me atrevería a decir, sin ser un experto en esos temas, que la justicia restaurativa es un modelo de justicia transicional, en el cual el concepto de justicia no se asimila al simple concepto de condena a una pena privativa de la libertad en establecimiento carcelario, sino que apunta a ser mucho más amplio, en el sentido de que las víctimas tienen el derecho a conocer la verdad total y a ser reparadas en sus demás derechos. Hay quienes desean hacer de la idea de justicia transicional una especie de mecanismo de castigo, generalizado e implacable, para la inconformidad y la rebeldía, a fin de proscribirlas del campo de la política. Pero hay también quienes entienden que el primer presupuesto real para la justicia es la paz, siempre que vaya acompañada de la verdad. Lo que se logró en La Habana es una forma de justicia transicional que atiende más a esta última óptica. Creo que los juristas que trabajaron intensamente en el acuerdo podrían explicarlo mejor.
–¿Qué falta todavía para el acuerdo de “paz estable y duradera”?
–En términos claros faltan por acordar dos puntos de la Agenda. El número 3., que se llama Fin del conflicto y que se ocupa entre otros temas del Cese al fuego bilateral y definitivo, la dejación de armas y la reincorporación de las FARC a la vida civil de acuerdo con nuestros intereses, y el número 6., que se denominó Implementación, verificación y refrendación. Los dos están firmados como parte de la Agenda y deben ser por tanto debatidos y acordados. Ahora, hay las salvedades pendientes de los tres primeros puntos, lo que algunos han denominado puntos en el congelador, que tendrán que abordarse en algún momento. Y en cada uno de los tres acuerdos parciales quedaron unos llamados asteriscos, aspectos que deben redactarse, rellenarse o perfeccionarse. En cuanto al fin del conflicto, se ha venido avanzando en tres subcomisiones que abordan seis de sus siete numerales. Respecto al de Implementación hay criterios confrontados entre las partes, que esperamos debatir y acordar en los próximos meses.
El Acuerdo Final
–¿Cómo ve la posibilidad de concluir la agenda y llegar al acuerdo final el 23 de marzo de 2016 como está previsto?
–El ánimo en ese sentido es el mejor. Ante las cámaras el Presidente Santos y yo acordamos esa fecha el 23 de septiembre, y los delegados de las FARC han recibido de mi parte la orientación de trabajar intensamente con esa meta. Ahora bien, hemos dicho que debe tenerse en cuenta que el gobierno nacional reversó el acuerdo firmado y anunciado públicamente el 23 de septiembre, obligando a casi tres meses de discusiones sobre el mismo. Es de lógica elemental que eso tenga alguna incidencia en el plazo final, pues empleamos todo ese tiempo en revisar lo que ya estaba definido. Nuestra guía es el 23 de marzo, pero la realidad puede señalar otra cosa. De todas maneras creemos, y en eso creo que nos acompaña todo el mundo, que una fecha no puede ser un plazo fatal. Estamos seguros que si se llegara ese caso, el Presidente Santos lo entenderá así.
–¿Cómo se ve en el post acuerdo? ¿Están las FARC-EP preparadas para hacer política?
–Las FARC nos vemos como un gran movimiento político, con el que esperamos convocar y aglutinar a los millones de colombianos inconformes con tanta injusticia, desigualdad y corrupción, en el que la anterior fuerza guerrillera, sin armas y en la legalidad, permanecerá consolidada como grupo de activistas profesionales, trabajando pacíficamente por alcanzar nuestros objetivos políticos. Creo que las FARC no vamos a empezar a hacer política, llevamos más de cincuenta años haciéndola, no somos novatos en eso. Lo que vamos a hacer es política dentro de unos nuevos marcos democráticos y de garantías, que harán innecesario el uso de las armas.
Una nueva Constitución
–¿Plebiscito? ¿Referendo? ¿Asamblea Nacional Constituyente?
–Hemos sido claros desde el comienzo del proceso en dos posiciones. La primera consiste en considerar, tal y como se definió en el Acuerdo General, que el sexto punto de la Agenda también debe ser objeto de debate y discusión hasta encontrar una fórmula definitiva de acuerdo. Lo digo porque no sé a quién se le ocurrió y echó a rodar, que ese punto no tiene por qué ser discutido en la Mesa, en la medida en que hace parte de los resortes institucionales del Estado. De ahí que desde un comienzo hayamos denunciado y rechazado toda pretensión unilateral, ajena a la Mesa de Conversaciones, de expedir reformas constitucionales o legales encaminadas a la refrendación.
La segunda es que las FARC-EP y todos los colombianos estamos interesados en la solidez de este proceso, en eso el mismo gobierno debiera ser el primero, requerimos que el Acuerdo Final adquiera un rango vinculante, que obligue a ambas partes a su cumplimiento. Podría suceder que el día de mañana venga un gobierno a declarar que no le gusta lo pactado en La Habana por una u otra razón, y entonces decida no cumplir con lo firmado o modificarlo a su antojo.
Se debe comprender, e invito a todos los colombianos a pensar en ello sin llamarse a engaños, que la firma de un acuerdo final de paz en Colombia constituye el hecho político más trascendental en muchísimas décadas, por no decir en siglos. Lo que está a punto de concretarse en La Habana es el primer acuerdo de paz consensuado de nuestra historia, sin vencedores ni vencidos, con el propósito noble de consolidar un nuevo país, más humano, más justo, más equitativo y democrático. Eso obliga a pensar necesariamente en una nueva Constitución, que blinde lo acordado e implemente los mecanismos más adecuados para su cumplimiento. Por eso nuestra propuesta de Asamblea Nacional Constituyente.
Semanario Voz
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