Pablo Catatumbo, comandante de las FARC-EP, recordó que hay por lo menos 28 puntos gruesos sin resolver en las negociaciones de La Habana. |
Los diálogos de La Habana aún no llegan al punto de no retorno, como lo pregonan el Gobierno y algunos analistas en el afán de presionar a la insurgencia. La crisis no se resuelve con paños tibios como las medidas que propone el presidente Santos.
Desde el 1 de marzo del presente año, cuando fui sometido a una intervención quirúrgica en la Clínica Méderi de Bogotá, dirigida por el cirujano y científico doctor Rafael Riveros, estaba lejos del mundanal ruido. Casi veinte días en el centro hospitalario, bajo los cuidados del calificado personal médico y de enfermería, me tuvieron al margen de la actividad política y periodística bajo la recomendación de mantener tranquilidad y sosiego, indispensables para la paulatina recuperación.
Ya en casa, esperando la segunda fase de este tratamiento, que será largo y complicado según los médicos, me arriesgo a ir retomando, poco a poco, las actividades a prudente distancia. Al fin y al cabo pertenezco al género aristotélico del “animal político” y también al de periodista revolucionario con la obligación de contrarrestar la carga ideológica de la “gran prensa”, aparato ideológico de la clase dominante, como lo enseñaron Manuel Cepeda Vargas y Édgar Caicedo, entre otros.
Las últimas semanas fueron de sobresaltos en el escenario político y social. “Aquí no nos aburrimos, todos los días hay noticias nuevas”, dijo un diplomático europeo. En Colombia el proceso político no es monótono, para bien o para mal.
Crisis estructural
Durante el mes de marzo estalló la crisis estructural de la justicia, siempre ahí, solapada, parte de la profunda crisis que carcome al sistema tradicional colombiano –a sus tres poderes e instituciones públicas y privadas- que se sostiene en la violencia, la corrupción, el clientelismo y la explotación despiadada del capital nacional y transnacional. No es el caso aislado del magistrado Jorge Pretelt, manzana podrida en el poder judicial, como suelen explicar al individualizar el escándalo, sino de todo el sistema.
La estructura del poder está en crisis, la clase tradicional no está en condiciones de gobernar como antes, porque sus propias contradicciones e intereses de grupos y sectores no lo permite. Pero el país no está ad portas de una situación revolucionaria porque el nivel de conciencia popular y de la unidad democrática no es lo suficiente aún para derribar el régimen.
La crisis del poder judicial no está aislada del caos político, social, ético y económico del país. Es parte de la “crisis estructural” y no puede tener solución con paños tibios como los que propone el presidente Juan Manuel Santos.
El ahora senador Álvaro Uribe Vélez no puede lavarse las manos, porque sus dos gobiernos fueron funestos, saturados de corrupción y violencia. Huyendo están varios de sus principales alfiles, condenados por decisiones judiciales o procesados por diversos delitos. Es un sistema que colapsó, lo usufructúan bandidos de cuello blanco, ligados al interés privado del capital nacional y extranjero.
Es un sistema dominante podrido que dio origen al conflicto actual, de seis décadas de duración. Las causas del mismo, como lo demostraron la mayoría de los miembros de la Comisión de Historia, que hace pocas semanas entregó sus documentos a la Mesa de La Habana, son de naturaleza política, económica, social, histórica y ética y, por ende, para superarlo, deben erradicarse mediante un acuerdo político de paz estable y duradera.
Sistema ilegítimo
En este contexto han intervenido los voceros de las FARC-EP en La Habana, quienes cuestionaron a fondo la crisis judicial. Pastor Alape señaló, sin ambages, que no pueden avalar ese sistema judicial, por los hechos, ilegítimo:
“Colombia demanda un análisis a fondo sobre lo que está ocurriendo con el desacreditado sistema judicial, vergüenza de la nación. Necesita urgentes cambios institucionales que no podrán venir sino de una Asamblea Nacional Constituyente. El país no merece tener un presidente de la Corte Constitucional como el señor Pretelt, corrupto magistrado que refleja la degradación de la institucionalidad colombiana, de un sistema que se autodenomina Estado de Derecho, cuando está plagado de corrupción, sobornos ‘enmermelados’, a favor de intereses privados, mafiosos y violentos”.
Entre tanto, el presidente Juan Manuel Santos, dando pasos equivocados, designa la flamante “Comisión Asesora de Paz” que, con pocas excepciones, está integrada con “personalidades” del establecimiento y motivada en la antigua costumbre de buscar soluciones en las alturas para salvar el “orden democrático tradicional”. La pretensión es la unidad entre santistas y uribistas “para salvar el país del caos y la crisis”. Otra edición del Frente Nacional en el siglo XXI. ¡Qué cinismo!
Dicha “Comisión Asesora” debilita al Consejo Nacional de Paz que representa un mayor espectro nacional de fuerzas políticas, sociales y populares.
De otra parte, las FARC-EP han llamado a hablar con franqueza y claridad. La salida democrática está en el camino del poder constituyente. De una Asamblea Nacional Constituyente que abra el camino no solo para refrendar los acuerdos de La Habana sino para producir cambios de fondo en la vida política, social y económica. El gobierno no puede seguir vetando discusiones trascendentales como el modelo económico, la doctrina militar de la seguridad nacional, los TLC, la presencia abusiva de las transnacionales y las exageradas gabelas tributarias al capital.
La Asamblea Nacional Constituyente se abre camino. El profesor universitario Alejo Vargas lo plantea sin vacilación: “Todo indica que se debe reformar a gran profundidad y no se puede limitar a los aspectos epidérmicos, si se retira o no un magistrado, o a los temas presupuestales, que también hay que revisar. Hay que cuidarse de caer en la inmediatez y aceptar que ha tocado fondo la crisis de la justicia y -incluida la emblemática Corte Constitucional- que se debe hacer una cirugía de gran calado y en eso las facultades de Derecho de las universidades más respetadas del país podrían hacer aportes fundamentales”.
El camino es largo
Pablo Catatumbo destacó, desde la capital cubana, que si bien es cierto se ha avanzado bastante, como nunca antes, falta mucho camino por recorrer. Son importantes los acuerdos sobre tres puntos de la agenda, la presencia de militares en la mesa, la tregua unilateral e indefinida, el desminado humanitario, entre otros acuerdos y gestos de paz.
Pero recordó que hay 28 puntos pendientes (salvedades) y otros temas gruesos en discusión. “Montar la matriz de la irreversibilidad no es conveniente si se considera que elevar las expectativas hacia la cumbre de lo irreal podría llevarnos al terreno de las frustraciones, más cuando se pretende imponer fórmulas jurídicas de sometimiento a la guerrilla, de tal manera que si no las admite se le pueda acusar de intransigencia y de obstruir el avance del proceso”.
Y agrega el comandante guerrillero:
“En resumen, hay mucho por transitar y muchas más voluntades que sumar, antes de expresar que ya casi todo está listo. Faltan por abordar temas sumamente complejos como la definición de la comisión del esclarecimiento de la verdad y no repetición, el cese al fuego bilateral, la ya mencionada dejación de armas, el esclarecimiento del fenómeno del paramilitarismo y la guerra sucia, la urgencia de que las Fuerzas Armadas se aparten de la criminal Doctrina de la Seguridad Nacional y de la concepción del enemigo interno”.
“También está el caso de que, si no se resuelve el problema del latifundio y si no se frena la extranjerización de la tierra, que atropella los intereses de los campesinos y lesiona la soberanía nacional, sencillamente demoraríamos más la concreción del acuerdo”.
Es bastante lo que se ha ganado, pero la antipática prisa gubernamental puede echar los logros por la borda. Hay avances en La Habana, pero falta mucho todavía.
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