A Simón Trinidad, preso político del imperio, lo esperan en La Habana para la firma del Acuerdo Final. |
Por Carlos A. Lozano Guillén
Prepararse para la celebración de la paz estable y duradera. Se
acerca el acuerdo final, pero el Establecimiento no quiere dar el paso
decisivo en la reconciliación.
“La paz será la victoria de Colombia entera”, dijo el comandante Iván
Márquez, cabeza de la delegación de paz de las FARC-EP en La Habana, el
pasado 13 de mayo, cuando dio a conocer el blindaje jurídico y
constitucional del Acuerdo Final de paz estable y duradera.
Dijo Márquez: “El proceso de paz va por buen camino”, Y agregó: “El
Acuerdo Final será firmado por las partes como Acuerdo Especial. Esta
figura, prevista en las Convenciones de Ginebra de 1949, convertirá lo
acordado en norma de obligatorio cumplimiento conforme al derecho internacional,
y lo incorpora al Bloque de Constitucionalidad, debiendo ser respetado
cada vez que se apruebe una ley de desarrollo del mismo” (las negrillas
son del texto original).
El vocero de la insurgencia explicó paso a paso cómo será incorporado
a la Constitución el acuerdo para blindar el texto final, incluyendo la
Jurisdicción Especial de Paz, a través de un artículo transitorio en el
acto legislativo que hace trámite (ya presentado y aprobado en séptimo
debate) y del cual hace falta un debate en la Cámara de Representantes,
antes de la conciliación final de las dos cámaras. El proceso llega
hasta las puertas de la ONU como quiera que fue elaborado en el marco de
la aplicación del artículo 3 común a los Convenios de Ginebra de 1949.
Palabras sin ambigüedades
Algunos apartes de la intervención de Márquez son los siguientes:
“Se trata de la mayor garantía de que nuestra palabra vale. Precisamente, nos acogemos a esa institución de valor universal para señalarle al mundo entero que vinimos a La Habana a adquirir el compromiso de una paz para siempre en los términos que mande el Acuerdo Final próximo a suscribirse, y a expresar el juramento del Nunca Más. El Estado colombiano habrá de hacer lo propio. En cuanto a lo que nos ha correspondido y corresponde, lo hemos hecho expresando nuestra voluntad de manera libre y sincera; nos ha acompañado y nos sigue y seguirá acompañando la buena fe como principio, con la certeza para nosotros que como dice el Tratado sobre los Tratados de Viena de… ‘lo acordado es para cumplirse’”.
“Lo que las partes hemos acordado es probablemente el mayor impulso que se ha dado al derecho universal a la paz desde el fin de la guerra fría”. “Si entre los combatientes, entre los que arriesgamos la vida en los campos de combate, hay importantes consensos en torno al cese al fuego y las hostilidades, es porque el acuerdo es inminente. Si la dejación de las armas, con compromisos recíprocos para las partes, se ha entendido como su no utilización en política, es porque estamos cerca de un histórico pacto de humanidad y amor por la patria. Si el acuerdo sobre garantías de seguridad y paramilitarismo está a punto de ver la luz, es porque efectivamente estamos cerca del Acuerdo Final”.
“(…)Los colombianos debemos alistarnos para entrar en una nueva era de reconciliación, de libre debate de las ideas y de transformaciones sociales; debemos por tanto iniciar desde ya los preparativos de la gran fiesta nacional por la paz” (las negrillas son del original).
Palabras sin ambigüedades, de voluntad y compromiso por la paz. El
acuerdo está cerca, se deduce de las palabras ciertas de Iván Márquez,
el mensaje es de esperanza y de reconciliación. Le tiende la mano a los
enemigos de la paz tal y como lo hizo el comandante de las FARC-EP
Timoleón Jiménez en el llamado público a Álvaro Uribe Vélez: “Venga esa
mano, le extendemos la nuestra”.
Contradicciones y debates
Como era de esperarse el acuerdo suscitó todo tipo de contradicciones
con los sectores enemigos de la paz, aunque no faltaron los juristas
dogmáticos, santanderistas apegados a la letra muerta de las normas
nacionales e internacionales, sin ninguna creatividad interpretativa.
Alegan los primeros que se le está entregando el Estado y el país a las
guerrillas de las FARC; y los segundos que el camino del blindaje
constitucional adoptado es ilegal.
Era previsible. Los opositores están identificados: son las huestes
del uribismo y de la extrema derecha ligada al paramilitarismo y a la
parapolítica y el procurador Alejandro Ordóñez en su ambición
presidencial por encima de los intereses de la paz consagrados en el
artículo 22 de la carta, que establece: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento” (subrayado es nuestro).
Para Humberto de la Calle, jefe de la delegación gubernamental: “Lo
que se busca con esta fórmula jurídica acordada es brindar garantía de
seguridad a lo que se acuerde. La garantía de seguridad es útil para
todos, incluso para el Gobierno. No hay incorporación automática… el
argumento de ‘golpe de Estado’ es inapropiado, falso y no tiene un
milímetro de verdad. Esta medida pasa por el Congreso, es sometida a un
control de la Corte Constitucional y además, hay una refrendación
popular que no está en duda”, dijo el jefe de la delegación del
Gobierno. Es muy difícil discutir así”(…).
Enrique Santiago, uno de los autores del acuerdo en su calidad de
asesor jurídico de las FARC, el blindaje sin desdeñar la importancia
internacional, tiene su punto más fuerte en que se apoya en el
ordenamiento nacional. Cualquier acuerdo, según el jurista, debe tener
el principal soporte en las instituciones colombianas, por supuesto
encontrando el apoyo a nivel internacional y del compromiso de las
Naciones Unidas, ya definido en enero de este año en el Consejo de
Seguridad. El camino que propone Santiago es el de la “cosa juzgada” de
tal suerte que la vinculación de las FARC-EP a la vida política sin
armas sea expedita y eficaz.
A estas alturas la paz está bastante cerca; en palabras del
presidente Juan Manuel Santos está de un cacho, pronto terminará el
conflicto armado con las FARC y el diálogo con el ELN conducirá a lo
mismo.
En estos días se conocerán los acuerdos sobre el cese bilateral de
fuegos y de la integración de la comisión que hará propuestas para el
desmonte del paramilitarismo de la cual hará parte Jaime Caycedo,
Secretario General del Partido Comunista Colombiano. Según fuentes
oficiales y guerrilleras hay acuerdo sobre los puntos pendientes
políticos y sociales, como quien dice está próxima la fecha del Acuerdo
Final sin que se pueda establecer una definitiva todavía. Será pronto la
fiesta nacional por la paz para decirlo en palabras de Iván Márquez.
Lograr la reconciliación
Sin embargo, preocupa el propósito de la reconciliación. El
establecimiento y las instituciones colombianas no están preparados para
ese salto humanista y de paz. Están ávidos de revancha cuando no de
odio. Cada vez que se produce un avance el fiscal Perdomo anuncia
investigaciones contra los dirigentes guerrilleros, mientras guarda
silencio de los procesos por falsos positivos, parapolítica, entre
otros, que van a paso de tortuga. Ni qué hablar de la procuraduría,
piedra en el zapato de la reconciliación.
La eficacia de la paz estable y duradera dependerá en buena medida de
la reconciliación, dejar de lado el odio y el resentimiento. La mayoría
de las víctimas lo han demostrado con creces, pero los grandes medios
de comunicación, con algunas excepciones, hurgan las heridas de la
guerra, con un nefasto papel, están en la guerra de cuarta generación,
sucia como todas las guerras.
Las cárceles se deben abrir para que queden en libertad los
insurgentes, los combatientes y los civiles encausados o condenados por
rebelión o en ejecución de la penalización de la lucha social. Todos los
presos políticos de consciencia deben recobrar la libertad. A Simón
Trinidad lo esperan en la firma del Acuerdo Final en La Habana.
El poder dominante debe renunciar a doctrinas anticomunistas,
anacrónicas y funestas, impuestas desde el imperio como las de la
seguridad nacional, el enemigo interno y el conflicto de baja
intensidad, defendidas aun por el militarismo, que sirvieron para
fomentar el genocidio de la Unión Patriótica y el sistemático exterminio
de los comunistas y otras fuerzas de izquierda. En ellas se ampara el
paramilitarismo que sí existe y es el principal obstáculo para la paz
estable y duradera.
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