A los principales voceros del Gobierno Nacional y a ciertos ideólogos burgueses se les dio por decir que “Colombia se convirtió en un país de clase media”, Según ellos los campesinos y los trabajadores ya no existen o, al menos, el peso demográfico laboral no es el mismo de antes.
La señal del cambio en el país –dicen- es el surgimiento de la pujante clase media. Es una vieja maña de la burguesía la de acomodar a su arbitrio las cifras del comportamiento económico del país, respaldada por la maquinaria de los grandes medios de comunicación, para dibujar una realidad que no existe, es parte de la demagogia oficial. La “gran prensa” fabrica una opinión pública, ilusionada en “Alicia en el país de las maravillas”.
Estas revelaciones colocarían a Colombia “tercero en el ranking de la economía latinoamericana, después de México y Brasil y por encima de Argentina”. El surgimiento de la influyente clase media, según esta versión, obedece a los fenómenos de urbanización creciente y a los cambios económicos de los últimos quince años, que reflejan menor miseria y menos “cinturones de pobreza”. “En Colombia cunde el optimismo”, es el discurso para la galería.
El problema de hoy no es la producción agropecuaria o la producción industrial, sino la seguridad. A la población de las ciudades no les preocupa tanto el alza en los alimentos, sino la seguridad y que los exoneren del pico y placa para garantizar su movilidad. Son algunas de las tesis de los voceros oficiales.
Son mentiras non sanctas para falsificar la realidad del país, montada sobre cifras ficticias. Así ha sido siempre. No es una novedosa maniobra. Por ejemplo: hace varios años el Dane desapareció del informe mensual sobre carestía, empleo y principales factores de la situación económica el comportamiento de la canasta familiar, que era la mejor manera de establecer el costo de vida mes a mes; también hace menos años cambió el sistema de medición del empleo para demostrar la paulatina desaparición del desempleo.
Lo único cierto es la disminución relativa de la fuerza laboral del proletariado industrial, venido a menos por las políticas neoliberales, responsables del cierre de industrias nacionales y salida de algunas extranjeras por la reducción de costos, así como de la desaparición de organizaciones sindicales debido a las leyes antilaborales y al desprestigio, porque no fueron capaces de enfrentar la onda liquidacionista y privatizadora.
Las tesis burguesas ignoran el último censo nacional agrario que llama la atención sobre la sempiterna deuda del Estado con el campo. Son importantes los cambios urbanos que no alteran los signos de la pobreza.
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