Según los voceros gubernamentales y la “gran prensa” que viven mirándose el ombligo, la economía colombiana está superbién. Sin que se conozcan las cifras definitivas de la estadística oficial, claro está, estiman que el PIB estará entre el 4,7% y 5% en 2014. Cifra récord en América Latina y en el mundo, si tenemos en cuenta la crisis económica en Estados Unidos y en la mayoría de los países europeos y la baja en los precios del petróleo y la disminución de la producción minera. Se le acabó el carbón a la locomotora minero-energética del gobierno de Santos, pero la economía sigue viento en popa, podría ser la moraleja desde la óptica oficial.
Sin embargo, la pedantería de los aduladores del régimen choca con la crudeza del cuadro dramático del país. Parodiando al maestro Darío Echandía, “estamos en Cundinamarca y no en Dinamarca”. Lo más recomendable para las alturas del régimen es que se bajen de la nube y pisen la tierra firme de la geografía nacional.
La reforma tributaria, cuyas bondades están en entredicho y ha puesto a llorar a los empresarios, está motivada en que las cuentas del Estado no cuadran y se requieren $53 billones entre 2015 y 2018; además por el apretón de $1,8 billones para equilibrar el enorme gasto fiscal, que se va por las aguas podridas de la mermelada y de la corrupción oficial, aunque el golpe lo sentirán los funcionarios, trabajadores públicos y la inversión social que verá menguados los recursos.
Difícil creer, entonces, que la economía va bien como lo revelan la contabilidad y la estadística de la Casa de Nariño. El Gobierno Nacional y los empresarios, para justificar el miserable aumento del salario mínimo, argumentan que son tiempos difíciles y que los “generosos capitalistas” ya aportaron mucho con la reforma tributaria.
Un ciudadano estadounidense, observador como todos los gringos, nos decía en estos días que cómo se puede entender que la economía esté tan bien cuando hay tanta miseria en el país. “¡Hay dos Colombias!”, exclamó con voz de asombro. Seguramente la economía crece, quizás no al nivel de la estadística oficial, engañosa siempre porque aumenta las cifras de la macroeconomía y reduce las del campo social como el desempleo, la pobreza y la indigencia que, por el contrario, crecen en el país a ojo de buen cubero.
El desempleo está en 7,7% a costa de soslayar el subempleo o la “economía informal” que ocupa al 60% de los colombianos, le explicamos. Es la maniobra de siempre del capital, sea en Colombia o en Estados Unidos: el crecimiento favorece a los ricos, a los que concentran el poder económico, incluyendo al capital financiero, “parásito de la sociedad”.
carloslozanogui@outlook.es
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