Carlos Lozano, director de VOZ y el comandante Pablo Catatumbo en La Habana. Foto Victoria Sandino. |
Entrevista realizada antes de los hechos recientes que motivaron la absurda decisión presidencial de suspender los diálogos de paz, cuando es el propio Gobierno el que estableció dialogar en medio de la guerra.
Conversar con el comandante Pablo Catatumbo es un ejercicio interesante. Lanza y lanza ideas, nunca con la pretensión de pontificar o decir la última palabra. También sabe escuchar, polemiza con respeto, porque, eso sí, jamás cede en las cuestiones de principios. Es un buen conversador, como dicen los bogotanos. Pueden pasar horas y horas en amena tertulia. Sin duda es uno de los más experimentados cuadros político-militares de las FARC-EP, miembro del Secretariado. Es integrante de la delegación de paz en La Habana, respetado por la contraparte.
Después de la entrevista, hace unos días, se presentaron nuevos hechos en el escenario nacional y declaraciones del presidente Juan Manuel Santos y de voceros gubernamentales, que corroboran la afirmación de Catatumbo de que “(la paz) está más cerca que en gobiernos anteriores, pero no tan cerca como pregonan los voceros del gobierno”.
De nuevo el gobierno tiene prisa para que el proceso de diálogo culmine pronto. “La paz exprés” que pretenden imponer, de la que habló el comandante Iván Márquez en Oslo, Noruega, en el inicio de las conversaciones de paz. Hace unos días, Santos le pidió a las FARC “que se pongan serios”, al tiempo que los amenazó de que si no se “desmovilizan y entregan las armas” les podrá ocurrir lo mismo que a Alfonso Cano.
Otra metida de pata del mandatario con ese afán de hacerle concesiones al militarismo y a la extrema derecha uribista, que no quieren la paz, no la desean y desde ese punto de vista las agresivas palabras de Santos se las lleva el viento. Pablo Catatumbo se adelanta al desespero santista: “Ponerle fecha de finalización a estos debates tan complejos, no sería serio”, dice en la entrevista.
La realidad del conflicto
Para el Gobierno Nacional el país está en el posconflicto, pero como ya se ha dicho, para llegar al posconflicto hay que superar el conflicto que está en plena efervescencia, entre otras razones, porque el gobierno se niega al cese bilateral de fuegos y la tragedia de la guerra sigue siendo parte de lo cotidiano para los colombianos. Con razón, el presidente Santos regresó del reciente periplo por Europa sin aportes financieros concretos para el posconflicto, apenas promesas y buenos deseos. Los resultados tienen que darse de manera más concreta y tangible, para ello es necesario una mayor voluntad gubernamental y sobre todo entender que están dialogando con una guerrilla que no está derrotada.
Como colofón de estos incidentes, el presidente Juan Manuel Santos dio otro paso errático al suspender de manera temporal los diálogos de La Habana, hasta tanto las FARC-EP no liberen al brigadier general Rubén Darío Alzate, retenido en Chocó junto a dos acompañantes en extrañas circunstancias, aunque al cierre de esta edición (martes 18 de noviembre, a las 08:00 horas) no se conocía el pronunciamiento de la organización insurgente. El propio Gobierno impuso dialogar en medio de la guerra. Así reza en la Declaración de La Habana. Con todo, los planteamientos de Catatumbo tienen vigencia.
Dos años después
–Hablando de forma descarnada y concreta: ¿Qué balance hace de estos dos primeros años de las conversaciones con el gobierno de Santos en La Habana?
–Debemos tener presente que existen tres acuerdos parciales que apuntan a resolver aspectos concretos de los factores que generaron la confrontación. Ellos tienen que ver con el problema de la tierra, la Participación Política en Democracia y una Nueva Política Antidrogas. Son grandes avances a partir de las lógicas desconfianzas entre las partes. Hay avances, pero en mi opinión, aún no son suficientes para el fin definitivo de la guerra, aunque sí representan un insumo importantísimo para concretar el gran sueño colectivo de la nación.
–¿Va bien el proceso? ¿Cuánto tiempo más cree que durarán las conversaciones?
–Dentro de las dificultades propias de un asunto tan complejo como es el de la guerra y la paz, creemos que el proceso marcha bien, aunque lo ideal hubiese sido desarrollarlo, para bien de todos los colombianos, en medio de un cese bilateral de fuegos y de hostilidades. Ahora estamos a las puertas de discusiones extremadamente complejas en temas como el de víctimas, justicia y todo lo referente a los asuntos militares del fin del conflicto.
No son cuestiones minúsculas, sino muy complicadas. De lograr superar estos escollos, sin duda estaríamos entrando, ahí sí, en la recta final. Ponerle fecha de finalización a estos debates tan complejos, no sería serio, mucho más si tomamos en cuenta que no hemos colocado siquiera la fecha para debatir las 28 salvedades pendientes.
–Sin violar la confidencialidad, ¿cuáles han sido los momentos más difíciles?
–Todo el proceso diario de construcción de confianza entre las partes resulta muy dificultoso, pero hemos logrado establecer relaciones de mutuo respeto y de entendimiento, que son fundamentales para avanzar en lo que falta. Momentos que de manera especial generaron ruido al proceso de paz se dieron durante las elecciones parlamentarias y presidenciales, por la utilización que algunos pretendieron hacer para lograr favoritismo en las urnas; y también están las interferencias, en ocasiones muy dañinas, que ha introducido con sus pronunciamientos imprudentes y guerreristas, el ministro Pinzón.
Los acuerdos parciales
–Hablemos de los acuerdos parciales publicados hace algunas semanas. ¿Qué alcance le dan ustedes? Como también, ¿qué trascendencia a los puntos que están en el refrigerador?
–En realidad, a la mesa nosotros hemos llevado propuestas mínimas conducentes a la expansión de la democracia, al establecimiento de la justicia social y el respeto a la soberanía.
No se trata de propuestas revolucionarias, sino de lo mínimo que puede y debe concertarse entre las partes para tener un orden social donde impere el buen vivir de la población. No obstante, no se ha logrado plasmar en el acuerdo más del 15 por ciento de esas iniciativas que se construyeron recogiendo los anhelos de las organizaciones sociales y populares. Por eso es que pensamos que siendo muy importante lo alcanzado en los acuerdos parciales, las salvedades que reivindicamos tienen tanta o más trascendencia, porque incluyen aspectos centrales para la construcción de la paz. Sin ellas, es imposible avanzar al acuerdo final.
Vea, por ejemplo, ponerle cotas racionales a la extranjerización de la tierra, democratizar mínimamente la estructura agraria, limitar y reglamentar la explotación minera, revisar la estructura político-electoral y los mecanismos de participación ciudadana, y suspender las aspersiones aéreas de glifosato: son algunos ejemplos de nuestras salvedades. No son asuntos descartables ni exigencias descabelladas, por el contrario, son reivindicaciones posibles sobre temas candentes, de actualidad nacional.
–¿Esta situación amenaza el Acuerdo final porque nada está acordado hasta que todo esté acordado?
–Esta situación pone a ambas delegaciones y a toda la sociedad colombiana ante el reto histórico de definir hasta qué punto le apostamos a la paz. Por eso la necesidad de un proceso constituyente abierto que permita cimentar las bases de lo que pudiera ser una Nueva Colombia.
La Asamblea Nacional Constituyente
–¿Constituyente o referendo? Algunos dicen que podrían ser ambas cosas, otros temen que la Constituyente quede conformada en mayoría por gente de la derecha. ¿Cómo la ven ustedes?
–Nosotros creemos que con un acuerdo político sobre las cuestiones fundamentales de la patria, es posible avanzar a una Asamblea Constituyente que corone el fin del conflicto y abra las puertas de la democracia. Al respecto hemos hecho 12 propuestas y formulado los lineamientos precisos para definir un nuevo ordenamiento político e institucional contando con la decisión plena del pueblo soberano.
Esto debe hacerse con la más amplia participación de toda la sociedad, sin que interfiera el poder venal y corruptor del capital en las elecciones de los constituyentes. Seguramente un elemento que ayudará a que se dé esa amplia representación es establecer circunscripciones electorales especiales para los diversos sectores de la sociedad y reformar el corrupto sistema electoral que hasta ahora nos rige.
–El Gobierno llegó a unos acuerdos parciales, pero adelanta otras reformas en el Congreso, entre ellas la Reforma Política para el equilibrio de poderes y la ley de baldíos, a todas luces contraria a lo acordado en La Habana. ¿Qué tanto afecta esto a la Mesa de Diálogos?
–Sí, Una reforma política que fortalece el carácter excluyente del Estado y una ley de baldíos que cercena los avances del acuerdo parcial del punto 1, son elementos retrógrados. Sorprende esa agenda legislativa de Santos II, y por supuesto, son parte de una política inconsecuente que golpea la Mesa y que acrecienta la desconfianza en la contraparte. Si el gobierno insiste en seguir por ese camino, sepultará todos los logros de más de dos años de trabajo. Sería una lástima.
Las víctimas
–¿Cómo les ha ido con las víctimas? ¿Qué esperan concluir al finalizar este punto?
–A pesar de la tergiversación de los grandes medios y del morbo con el que muchos enfocan el tema, nos ha ido muy bien, y no nos puede ir de otra manera porque nosotros somos abanderados de los derechos de los millones de víctimas que ha producido el terrorismo de Estado y las políticas neoliberales que siembran miseria o desigualdad. Lo que esperamos es poder construir un escenario de reconciliación que siente las bases para el desarrollo de un país en paz. Pero sin verdades oficiales, ni silencios en el relato histórico, queremos una paz en donde queden muy claramente establecidas las verdaderas responsabilidades de toda esta tragedia nacional.
–¿Para ustedes cuál es la diferencia entre la entrega de armas y la dejación de las armas?
–La entrega de armas es un acto que vulnera el honor militar y que se circunscribe a conflictos en los que uno de los ejércitos es derrotado por su enemigo. No es éste el caso de Colombia, así que deberemos explorar con realismo escenarios distintos, auténticos de un conflicto tan prolongado y tan complejo como el nuestro. Por lo demás, la simple entrega de armas no sirve para nada, porque no resuelve los problemas económicos, políticos y sociales que dieron origen a la confrontación y la mantienen. Ya se implementó en el pasado y de nada sirvió.
–¿Está cerca o está lejos la posibilidad de la paz?
–Está más cerca que en gobiernos anteriores, pero no tan cerca como pregonan los voceros del gobierno.
Carlos A. Lozano Guillén
Enviado especial
No hay comentarios:
Publicar un comentario