Enviado especial
Pablo Catatumbo reconoce que se ha avanzado bastante en los diálogos de la Habana, pero aún no se puede decir que el proceso está en un punto irreversible. Hay poderosos enemigos de la paz y son muchas las vacilaciones del gobierno.
Llega una fuerte "artillería política" a reforzar el trabajo de la Delegación de Paz de las FARC-EP.
Como siempre, La Habana es acogedora. Una ciudad tranquila y segura sin el caos y los peligros que asechan en las urbes capitalistas. El calor y los vientos del Caribe dan una sensación de sosiego. Se avecina el invierno, los vientos fríos del Norte están llegando a la isla y en pocos días la temperatura descenderá en los termómetros a los niveles más bajos, que pueden ser iguales al habitual frío bogotano.
Sin embargo, la capital cubana perdía en estos días su tranquilidad. Vías cerradas, vigilancia discreta en las calles y caravanas de vehículos que se desplazaban por Miramar, cerca de las instalaciones del Centro de Convenciones y de las casas de El Laguito, epicentros de los diálogos de paz del Gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC-EP. Comenzaba la Cumbre de los Mandatarios del ALBA para combatir el ébola, con la participación de numerosos invitados internacionales. Fidel Castro, en una de sus célebres “Reflexiones”, ofreció la ayuda cubana para combatir la letal enfermedad, inclusive a los Estados Unidos. Cuba es una reconocida potencia mundial en materia de salud. Nadie lo pone en duda.
Por los lados de El Laguito, los miembros de la Delegación de Paz de las FARC-EP estaban en estado de alerta: llegaba la “nueva carga artillera”, como la definió Iván Márquez, de nuevos miembros de las FARC-EP, dispuestos a “jugárnosla por la paz de Colombia, el gran sueño de un pueblo que quiere erigirse en el norte de Suramérica en polo de democracia, justicia social y concordia para el continente”, para decirlo en las palabras del comandante guerrillero.
“Carga de artillería política”
Llegamos a creer que iba a ser difícil la misión periodística de conversar con integrantes insurgentes a fin de conocer, de primera mano, sus opiniones sobre el rumbo del proceso de paz. Con un poco de paciencia lo conseguimos. Logramos tener dos rápidas sesiones de trabajo, una en “La Casa de Piedra” en El Laguito y otra en el Hotel Quinta Avenida en Miramar, con la participación de Pablo Catatumbo, Pastor Alape, Ricardo Téllez, Carlos Antonio Losada y Marco León Calarcá.
Nos sorprendió la presencia en La Habana de Alape y Losada, pero fuimos los primeros periodistas en conversar con ellos, sin registro fotográfico, a pocos días de su arribo, antes de que se hiciera pública la noticia. El compromiso de la confidencialidad nos privó de la chiva periodística. Como se sabe, la primicia la dio el ex presidente y ahora senador Álvaro Uribe Vélez, bien “dateado” por elementos de la cúpula y de la inteligencia militar, que conspiran contra las conversaciones de paz.
Las dos sesiones transcurrieron bajo el apremio del tiempo, porque la delegación fariana tenía que estar entre el aeropuerto y la ciudad, recibiendo la “carga de artillería política” para fortalecer el trabajo de construir un camino de paz estable y duradera.
Hay avances
De entrada, dice Catatumbo, “hay que reconocer que hemos avanzado bastante, como lo revelan los borradores divulgados, pero falta mucho por resolver. Hay temas cruciales sobre los que no hay acuerdo. En estas condiciones no se puede decir que estemos en el punto de irreversibilidad”. Para el jefe guerrillero no es positivo que el gobierno cree esas falsas expectativas a nivel nacional e internacional. En el afán de decir que el proceso está en la etapa del posconflicto, se cae en la insensatez de asegurar que es irreversible. Es lo que opinan los voceros insurgentes. Como una verdad de perogrullo, para llegar al posconflicto hay que resolver el conflicto; y la agenda, con buen recorrido, va por la mitad y en lo debatido hay asuntos pendientes de mucha importancia.
“Aquí hay una tragedia que debe concluir con cambios políticos, sociales y económicos”, opina Catatumbo. Pastor Alape lo complementa: “este conflicto, muy trágico, tiene que superar las causas que lo originaron y en ello cuentan tanto la violencia desde el poder dominante como los factores económicos de la explotación y la discriminación social”.
“No se puede perder de vista que somos un partido en armas, obligado a tomarlas por la violencia del Estado dominante, pero no nos asusta hacer la política sin armas cuando desaparezcan las causas que nos obligaron a empuñarlas”, reflexiona Carlos Antonio Losada. Argumenta también que el soporte de la clase dominante para mantener esta situación es la guerra, de tal manera que es imperioso que el Estado entienda que debe divorciar política y armas.
La paz no está de un cacho
En estas condiciones la paz no está de un cacho como suele decir el presidente Santos, aunque no se puede desconocer que el proceso avanzó como nunca antes. Sin embargo, para Pablo Catatumbo, “mientras subsista el paramilitarismo la paz será muy difícil”. El Gobierno Nacional no quiere reconocer la gravedad de la amenaza paramilitar, que actúa con las mismas modalidades que siempre lo ha hecho y con las mismas turbias relaciones con empresarios, políticos tradicionales e integrantes de la Fuerza Pública. “Quiere echarle tierra al asunto, pero eso lo debemos discutir en la mesa y buscar las soluciones más adecuadas”, señala Catatumbo.
La preocupación fariana es que hay bastantes enemigos de la paz, dentro y fuera del Gobierno, y el presidente Santos no los enfrenta, más bien les teme y trata de acercarse a ellos de forma casi humillante. Se lo reclama Timoleón Jiménez, comandante del Estado Mayor Central de las FARC-EP, en comunicado reciente:
“El problema no está en que el señor Uribe y el resto de la caverna se pongan bravos frente a la posibilidad de avanzar camino hacia la paz. Ellos han estado bravos y haciendo la guerra siempre. La cuestión no es temer a sus reacciones, sino hacer a un lado y aislar sus posiciones extremas. Y para ello es necesario romper definitivamente con ellos. Pese a haberse reelegido con la bandera de la paz, venciéndolos en las urnas, el Presidente continúa siendo vacilante”.
Con el uribismo vamos a polemizar, anuncia Pablo Catatumbo. “Las 52 capitulaciones (ya son 68) están llenas de mentiras y falacias, pero al fin y al cabo son dos visiones diferentes del país que se requiere. Nosotros queremos un país donde quepamos todos y dé soluciones sociales; Uribe quiere un país de exclusiones, de privilegios y de beneficios para los poderosos y las transnacionales”.
El nuevo contingente fariano reforzará el trabajo por la paz. Es el Comando Guerrillero por la Normalización, que tendrá como tarea fundamental concretar el armisticio con los miembros de la Fuerza Pública que representan al Gobierno Nacional, para bajar la intensidad del conflicto y acordar el cese de fuegos bilateral. Es la vía para llegar a la dejación de las armas, bilateral a juicio de las FARC, porque se requieren unas Fuerzas Armadas para defender la democracia y cuidar las fronteras, garantes de la paz estable y duradera.
“El centro para lograrlo es la movilización de masas”, dice Losada. Para las FARC-EP es muy importante que surja un movimiento por la paz, ven con interés el proyecto del Frente Amplio por la Paz, la Democracia y la Soberanía. La clave para lograr el acuerdo político y la Asamblea Nacional Constituyente está en la participación política y social. “En La Habana haremos nuestro trabajo político”, dice.
Semanario Voz
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