Para www.semanario.voz.com
Después de la segunda vuelta electoral en que Juan Manuel Santos
Calderón logró la victoria sobre el candidato de la extrema derecha,
Óscar Iván Zuluaga, impuesto por Álvaro Uribe Vélez como la carta
uribista, el proceso político colombiano se está decantando.
El presidente Santos no da un paso adelante a pesar de que le debe la
victoria a la izquierda que decidió votar por él para salvar la mesa de
diálogos de La Habana. La reforma política que anunció en la
instalación del Congreso el 20 de julio no va al fondo de las reformas
democráticas que el país espera y necesita. La guerra se recrudece y el
Gobierno Nacional anuncia una mayor militarización de la vida nacional y
más recursos para la maquinaria belicista en el afán de resolver el
conflicto por la vía militar.
Desde la izquierda se promueve el Frente Amplio por la Paz y la
Democracia, aunque en abierto debate entre los distintos partidos y
movimientos que le dan un diverso carácter, que va desde el ingreso a la
Unidad Nacional y por ende al gobierno de Santos, hasta quienes lo
desestiman porque no le dan importancia. Otros lo limitan a la paz y hay
quienes la proyectan más allá de esta como opción de un nuevo poder
popular y avanzado.
Sobre estos temas y otros que tienen estrecha relación con el proceso
político y social, hemos conversado con Carlos A. Lozano Guillén,
miembro del Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista Colombiano y
director del semanario VOZ.
La polémica en la izquierda
—La polémica sigue encendida sobre el apoyo que Clara López,
sectores del Polo Democrático Alternativo, la Unión Patriótica, el
Partido Comunista y Poder Ciudadano le dieron en la segunda vuelta a
Juan Manuel Santos, definitivos para superar al candidato uribista.
¿Cree usted que fue lo correcto?
—Creo que fue lo correcto. De lo contrario estaríamos hoy asistiendo a
la instalación del uribismo en la “Casa de Nari” y a la ruptura de los
diálogos de paz de La Habana. De eso nos les quepa la menor duda. Santos
ganó gracias a la izquierda y él lo sabe muy bien, aunque no hubo
acuerdos concretos, distintos a la continuación del proceso de paz.
Nunca nos hicimos ilusiones de que votando por Santos se abriría un
espacio democrático y social nuevo en el país. Por esa razón la decisión
fue la de votar por él, sin hacer pactos y mucho menos suscribir un
programa común, imposible porque su “tercera vía” es la prédica
demagógica para asegurar la continuidad de la política neoliberal, de
las locomotoras a favor de las transnacionales y de la entrega de la
soberanía nacional al imperialismo yanqui. Lo teníamos claro. La
decisión frente a la disyuntiva de paz o guerra fue la de asegurar la
continuación del proceso de diálogos con las insurgencias, ni siquiera
del éxito del mismo porque eso aún no lo sabemos, Santos se mantiene
vacilante y conciliador con los guerreristas de dentro y fuera del
gobierno.
—¿Era en serio la amenaza de Zuluaga? Algunos dicen que había
moderado el lenguaje y estaba abierto a tranzar un acuerdo para
continuar los diálogos. ¿Lo cree así?
—Pero muy en serio. El uribismo es la peor amenaza a la paz y a la
democracia. Es un partido descompuesto, ligado al paramilitarismo, al
narcotráfico y a la peor corrupción en Colombia en los últimos años.
Varios de sus nuevos congresistas asustan. La señora María Fernanda
Cabal, representante a la Cámara, hizo abierta campaña con grupos
neonazis y con posiciones ultraderechistas y amenazantes para la
izquierda. Es la esposa de José Félix Lafaurie, presidente de Fedegán,
en el ojo de la Fiscalía por presuntos nexos con paramilitares.
Y otros congresistas uribistas, antes apoltronados en la “Casa de
Nari”, están asustados ante la posible extradición a Colombia de María
del Pilar Hurtado y del ventilador que pueda encender sobre todas las
vagabunderías que hicieron en la sede presidencial. Estamos hablando de
una mafia que se robó a Colombia como en Agro Ingreso Seguro,
Departamento Nacional de Estupefacientes y la “Yidispolítica”, para solo
citar algunos torcidos. En el DAS hubo un concierto para delinquir, que
condujo a crímenes y amenazas. Estamos hablando de cosas muy serias.
Zuluaga nunca moderó el lenguaje, porque decía que continuaba la paz
pero con cantidad de condiciones inaceptables porque conducían a
desconocer lo acordado de manera parcial en los puntos de la agenda ya
debatidos. Era el candidato de la guerra, detrás de él estaba Uribe
Vélez, guerrerista de todos los tiempos.
Lucha popular
—Después del 7 de agosto, ¿qué viene? ¿La izquierda estará en el gabinete?
—La izquierda no podrá estar en el gabinete. Quien adopte esa
decisión claudica en sus posiciones de izquierda si es que las tiene.
Después del 7 de agosto hay que exigirle a Santos dos cosas concretas:
que cumpla lo que prometió en la campaña electoral en materia social y
que profundice los diálogos de paz con las FARC-EP, el ELN y el EPL;
pero además habrá que dinamizar la lucha social y popular. Nada está
pactado con Juan Manuel Santos en este sentido. Los trabajadores, los
campesinos, los estudiantes, los indígenas, las mujeres y el conjunto de
los sectores sociales, tendrán que movilizarse para derrotar las
locomotoras neoliberales que siguen haciendo parte del programa de
gobierno.
La salud y la educación están amenazadas, como las zonas de reserva
campesina y otras demandas de la Cumbre Agraria, Indígena y de las
negritudes. Paralelo a los diálogos de paz hay que movilizar a las masas
en defensa de los diálogos y por los cambios que el país requiere. La
“tercera vía” es una entelequia santista para disfrazar su estrecha
relación con el capital y las transnacionales. No hay renuncia a la
lucha de clases y a forjar una alternativa de poder democrático y
popular que no lo representa el gobierno actual.
—¿Cuál es el balance del primer gobierno de Juan Manuel Santos?
—Negativo. Las locomotoras ni siquiera despegaron, salvo la
minero-energética que anduvo a favor de las transnacionales que saquean
las riquezas naturales, deterioran el medio ambiente y entran en
relación con los paramilitares para diezmar a los sindicatos. Nos
quieren convencer de que hay ríos de leche y miel porque el crecimiento
económico es favorable y la economía colombiana es de las más estables
de América Latina y del mundo.
Pero el crecimiento, si en verdad esas cifras son serias, favoreció
al capital nacional y foráneo, a los grandes negocios y a los poderosos
grupos económicos, porque en la realidad la pobreza mantiene las cifras
alarmantes y la indigencia crece en particular en el campo y en grandes
ciudades. Colombia continúa siendo uno de los países más desiguales del
mundo.
El Gobierno fue incapaz de enfrentar la crisis de la salud y de la
educación. En Colciencias salió a flote la incapacidad del régimen para
promover la investigación a favor de la ciencia y la tecnología. En
materia de derechos humanos y de libertades la situación es crítica. Las
cárceles están llenas de presos políticos. Y fíjense ustedes: tantos
meses anunciando la sequía y la escasez de agua por el llamado Fenómeno
del Niño y jamás adoptaron medidas preventivas y las consecuencias están
a la vista en las últimas semanas y las que vienen. Lo único positivo
son los diálogos de La Habana aunque en medio de vacilaciones y
concesiones.
El presidente Santos mantiene a Colombia en la órbita de la política
exterior de Estados Unidos. Es su principal aliado y en esa dirección
promovió la Alianza del Pacífico, cuya orientación es contraria a los
vientos de renovación e independencia que soplan en el continente, como
lo expresan la Celac, Unasur, Mercosur y el ALBA. Son políticas
contradictorias con la paz de Colombia y en el continente.
Históricamente, la Casa Blanca y sus prácticas imperialistas son la
principal amenaza para la estabilidad de la región y para la democracia.
Aquí lo conocemos muy bien.
La paz
—¿Usted cree que los diálogos con las fuerzas guerrilleras conducirán a la paz estable y duradera?
—Depende de la clase dominante y del Gobierno. Debo decir que todos
los procesos de diálogo con las FARC-EP fracasaron por la renuencia del
poder a aceptar los acuerdos políticos y sociales para erradicar las
causas del conflicto. Si en esta ocasión la oligarquía, con realismo,
acepta la apertura democrática y social, pues sin duda asistiremos a la
paz estable y duradera. Las razones para quienes se levantaron en armas
desaparecen y se fortalece el espacio político y la democracia en
Colombia. Es lo que anhelamos. La paz es con democracia y con justicia
social.
—¿Cuál es el papel del pueblo?
—Fundamental. Si no hay apoyo a la paz y respaldo a los diálogos será
difícil allanar el camino a los acuerdos políticos finales. La presión
popular es definitiva para ello. Es importante que esté creciendo, aun
con timidez, el respaldo a los diálogos con las insurgencias. Es el
sentido que tiene el Frente Amplio por la Paz y la Democracia. Es
fundamental el papel del movimiento sindical y de las organizaciones
populares.
El papel de la CUT
—¿Es posible que la CUT actual juegue ese papel?
—La CUT es un logro importante del movimiento sindical. Y hay que
preservarla. El camino no es dividirla o debilitarla. Lo que ocurre es
que está en la actualidad bajo la dirección de una camarilla reformista
de derecha. Hay que fortalecer al sector clasista, lograr cambios
democráticos internos en el próximo Congreso en el mes de septiembre y
ganar las próximas elecciones de Comité Ejecutivo. Son los desafíos y
tareas del sector clasista. No debe distraerse en crear una nueva
Central que le aportaría más división y debilidad al sindicalismo. El
sector clasista es el que debe tomar la iniciativa al interior de la
CUT.
—Santos anuncia una reforma política. ¿Sí es importante? ¿Favorece a la paz?
—Habrá que estudiarla cuando se conozca el texto integral, pero por
lo expuesto no se le ve la sustancia. Algunas de las propuestas que
explicó Santos en la instalación del Congreso son inocuas. Otras son
negativas. ¿Qué sentido tiene eliminar la reelección y alargar el
proceso presidencial si no hay una reforma política de fondo con el
estatuto de oposición a bordo y renovadas formas de participación
política?
Una reforma política sin la reforma electoral que elimine tantas
gabelas y formas clientelistas a favor de los partidos tradicionales no
tiene sentido. La clave de la reforma política es la democracia, la
igualdad de todos ante la ley, la participación política, las garantías
para todos y un sistema eficiente de pesos y contrapesos. Lo demás es
demagogia y maquillaje superficial.
El Frente Amplio
—¿Cómo concibe el Frente Amplio por la Paz?
—Es un tema de debate en la izquierda. Algunos creen que es para
apoyar al Gobierno y por ende ingresar a la Unidad Nacional y reclamar
puestos y hasta un ministerio; otros aseguran que se limita a la paz;
otros no le dan importancia porque no le atribuyen trascendencia al
acuerdo con las guerrillas, realidades políticas, militares e históricas
del país. Nosotros creemos que el Frente Amplio es para defender los
diálogos de paz y proyectar la más amplia unidad de la izquierda y de
los sectores democráticos. Este Frente tendría la misión histórica de
construir el movimiento alternativo para el poder, para conquistar un
gobierno popular y democrático.
Un gobierno de izquierda es el único que puede garantizar los cambios
sociales y políticos avanzados, le daría razón de ser y sustento al
acuerdo de paz estable y duradera. No tiene sentido lograr la paz para
que sigan gobernando los mismos, los que acabaron con este país, los
responsables de la explotación a los trabajadores y al pueblo. Los
responsables de la violencia y de la violación de los derechos humanos.
El problema de la izquierda es el problema del poder, no podemos
seguir administrando pequeñas cosas. La perspectiva debe ser el poder,
ser opción de poder. Es lo que nos distancia de los reformistas de viejo
y nuevo cuño.
El principal problema del país es lograr la paz, ponerle punto final
al conflicto armado sobre la base que desaparezcan las causas que lo
originaron; pero también que se fortalezca la democracia porque es la
garantía de que la izquierda tendrá espacio para el accionar político y
modificar la correlación de fuerzas. Sin el ejercicio de la violencia la
clase dominante no podrá mantenerse en el poder, porque la oligarquía
fracasó históricamente, el poder lo utiliza en su propio beneficio, de
una casta plutocrática egoísta y ambiciosa.
La parapolítica
—¿Se puede decir que el ciclo de la “parapolítica” y de la “farcpolítica” culminó?
—La parapolítica es parte del sistema dominante, del ejercicio
violento del poder oligárquico. Las revelaciones de esos nexos de
políticos tradicionales con las mafias del narcotráfico y el
paramilitarismo están vivitos y coleando. Están amparados desde el
Estado, es más, el paramilitarismo es criatura del Estado dominante. Las
Bacrim, llamadas ahora así, pero que son el mismo paramilitarismo
reciclado, mantienen esos nexos. Así que el capítulo de la
“parapolítica” no ha culminado. Inclusive los inquilinos de la “Casa de
Nari” en el pasado gobierno están cubiertos de impunidad. La valiente
labor de Iván Cepeda en el senado es poner al descubierto esos nexos y
las turbias relaciones, para que Uribe tenga que responder ante la
Justicia.
La “farcpolítica”, en cambio, fue una farsa. Todos los montajes
cayeron uno a uno. La falacia de los computadores mágicos que como
lámparas de Aladino servían para encausar a dirigentes políticos de
izquierda y a periodistas, no les dio resultado. La “farcpolítica” no
existe, la “gran prensa” trata de mantenerla en el imaginario sacando
los supuestos correos electrónicos que comprometen a quienes fueron
exonerados por la Justicia colombiana.
El caso reciente del director de Anncol, Joaquín Pérez Becerra, que
fue mostrado con tanto sensacionalismo cuando fue capturado en
Venezuela, revela la fragilidad de esos montajes de los organismos de
inteligencia, porque al final se caen. En segunda instancia el Tribunal
Superior decretó la absolución de Pérez Becerra, quien había sido
condenado por un juez. Es la realidad de los hechos. Montajes políticos a
partir de los informes de inteligencia.
—¿A propósito del debate del senador Cepeda, sí es procedente?
—Claro que sí. El Congreso de la República tiene que ser escenario de
la batalla de ideas a nivel político, así lo fue en el pasado. Lo que
sucede es que después de la Constitución del 91 –y no quiero decir que
sea mejor la del 86- el Congreso entró en un letargo intelectual e
ideológico. Sirve para la mermelada, las prebendas y la corrupción.
¿Quién ha dicho que los debates son solo de control político al
Gobierno? No. Tiene que haber el espacio democrático para la
confrontación ideológica entre los partidos y las distintas corrientes
del pensamiento. Laureano Gómez se enfrentó no solo a los gobiernos
liberales sino a las ideas que el Partido Liberal tenía. Aprovechó el
escenario del Congreso para promover su ideología fascista. Igual fue en
la hegemonía conservadora. En el Frente Nacional la contradicción del
MRL, en el cual actuaban parlamentarios comunistas, era con el régimen
bipartidista y de democracia restringida.
El debate histórico que enfrentó a Luis Carlos Galán y Alberto
Santofimio en el senado, en 1984, fue por ideas, más allá de la
situación del segundo que está en la cárcel respondiendo por el
asesinato de Galán. Por cierto, Santofimio arrasó ideológicamente a
Galán en aquel debate. Así que el de Cepeda es pertinente y procedente.
Es para desenmascarar lo que representa el uribismo como corriente
fascista y totalitaria.
—Un último tema. Usted decía hace unos días que hay una
especie de reedición de la guerra fría a propósito de la situación en
Ucrania y en la Franja del Gaza. ¿Lo cree así?
—Yo creo que la guerra fría nunca se acabó a pesar del derrumbe
soviético y de la caída del Muro de Berlín. El imperialismo nunca
renunció a la política del gran garrote, de dictado y de sometimiento a
otros países. El capitalismo se tornó más agresivo en el mundo unipolar,
nuevas formas de explotación surgieron para liquidar las conquistas de
los trabajadores. El neoliberalismo y el modelo de libre mercado,
sustentado en los TLC, en la dictadura del capital, en las fórmulas de
la troika y en el desenfreno de la voracidad de las transnacionales,
sacaron a flote nuevas facetas salvajes del poder del capital.
A eso obedece la intimidación del imperialismo yanqui a Rusia por el
conflicto en Ucrania; o la criminal agresión de Israel a Palestina sin
que nadie frene a esos dementes de la guerra. O la intentona de
Washington de reversar los procesos de América Latina, haciendo
provocaciones como las que adelanta contra la República Bolivariana de
Venezuela. La solidaridad antiimperialista es fundamental en esta etapa,
como el papel soberano y autónomo de la Celac, Unasur y el ALBA. Hay
que cerrar filas contra la intentona imperial de recobrar protagonismo
en nuestro continente al que sigue considerando como su patio trasero.
La unidad bolivariana es fundamental, apoyados en el pensamiento
avanzado, patriótico y emancipador del Libertador.
Bogotá D.C. junio 25 de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario