viernes, 29 de mayo de 2015

En Guapi (Cauca).- Masacre de guerrilleros en tregua

Guerrilleros estudiando, en un campamento de las FARC-EP. Foto archivo.
*Carlos A. Lozano Guillén



*Santos no le cumple a los electores que votaron por él para sacar adelante el acuerdo de paz. El aleve asesinato de 27 guerrilleros en tregua unilateral en el Cauca deja herida la paz. Cese bilateral de fuegos es indispensable.



El jueves 21 de mayo del presente año fue un día fatídico para la paz de Colombia. Antes del meridano, en horas de la madrugada, sobre un campamento del Frente 29 de las FARC-EP en medio de la selva, en jurisdicción de San Agustín, municipio de Guapi, Cauca, al suroccidente del país, con costa en el Océano Pacífico y bañado por el río Guapi, varios aviones Tucano de fabricación brasileña, lanzaron toneladas de bombas que cayeron sobre la humanidad de los insurgentes, que dormían desprevenidos en las condiciones del cese unilateral de fuegos decretado por la organización guerrillera desde el 20 de diciembre del año pasado.



En el campamento cundió el dolor y la muerte. No hubo combate. Fue una masacre de hombres y mujeres inermes que estaban en tregua. Los restos despedazados de los 27 guerrilleros asesinados, quedaron esparcidos en varios metros a la redonda por el efecto letal de las bombas militares. Un menor de edad quedó herido víctima del demencial bombardeo. La operación fue bautizada como “Marcel 19” y ha querido ser justificada con falsas historietas por los mandos militares, aunque algunos medios oficialistas la señalan como la necesaria respuesta a los hechos trágicos en Buenos Aires, Cauca, cuando la guerrilla de las FARC-EP atacó a unidades de la Fuerza Pública que adelantaban acciones ofensivas contrainsurgentes.


Afectan a población civil


El Gobierno, los militares y la “gran prensa” que celebran la masacre como “golpe contundente”, para nada registran los llamados efectos colaterales, denunciados por la comunidad. Debido a los bombardeos y a los ametrallamientos indiscriminados, que se prolongaron durante los días 21, 22 y 23 de mayo, creando miedo y zozobra en los territorios ancestrales  de los Consejos Comunitarios de Alto Guapi y Bajo Guapi, veredas San Agustín, La Junta, San Vicente, El Rosario, El Naranjo y Temuey, hay 352 personas desplazadas, entre ellas numerosas mujeres, menores de edad y ancianos. La mayoría procede de las veredas San Agustín, Las Juntas y Balsitas.


El presidente Juan Manuel Santos presentó, rodeado por el ministro de Defensa saliente, Juan Carlos Pinzón y de los altos mandos militares, “el éxito de la operación,  acción legítima del Estado”. Más tarde anunció que seguirán los bombardeos, como de hecho ocurrió el viernes 22 de mayo en jurisdicción del municipio de Remedios, Antioquia, y desafiante dijo que “estamos preparados” ante la ruptura del cese de fuego unilateral.


En aparente cambio de tono le preguntó a las FARC: “¿Cuántos muertos más necesitamos para entender que ha llegado la hora de la paz?”. Para algunos la frase, plagiada, tenía tufo a cinismo. Después de la ruptura de los diálogos del Caguán, el comandante Alfonso Cano, asesinado también en el gobierno de Santos en las montañas del Cauca cuando era el interlocutor para la aproximación en la perspectiva de diálogos de paz con el Gobierno, fue el que dijo esa misma frase lapidaria: “Seguro nos volveremos a reunir después de miles de muertos más”. Son esos vaivenes en la llamada política de paz del Gobierno. Habla de paz en La Habana, pero hace la guerra en Colombia y no solo contra la insurgencia sino también contra las organizaciones sociales; un día habla en tono conciliador, otro con agresividad y amenazas. Así es difícil construir la paz.


La masacre de Guapi está en estudio de expertos y analistas sobre el derecho internacional humanitario. Fue un acto desproporcionado y asimétrico en una guerra en que el Estado cree que todo vale para acabar con la insurgencia. Las guerras tienen límites legales y éticos, este acto se aparta de esos parámetros. Bajo la doctrina gringa de la seguridad nacional, en Colombia se impuso el concepto del “conflicto de baja intensidad” y por ende del “enemigo interno”, el mismo que Estados Unidos aplica en las guerras de rapiña en Medio Oriente y otras latitudes. Se actúa sin ningún criterio de proporcionalidad y sin respetar el DIH. Santos reconoce el conflicto pero no acepta las obligaciones que esa decisión le imponen.


Artificio y estadística oficial


El artificio del Gobierno Nacional, apoyado por la “gran prensa, es simple: “Estamos dialogando en medio de la guerra”, dice, pero cuando los resultados les son adversos monta en cólera y adopta medidas que lesionan el proceso. Es la antigua y manida ley del embudo. Se los dijo el comandante Pastor Alape: “(Nuestra posición)es completamente diferente a las incoherencias del gobierno, que por una parte dice que el debate de la paz debe darse en medio de la confrontación, pero cuando se da un hecho en que las estructuras del Estado no salen exitosas, forma pataleta”.


Otro artificio es el argumento de que fueron las FARC-EP las que violaron el cese unilateral de fuegos, como lo asegura el ministro del Interior Juan Fernando Cristo o que nunca la acataron según el informe del Centro de Recursos para el Análisis del Conflicto (Cerac). Ambos desconocen otras versiones más serias, no cercanas a las FARC-EP, como la Fundación Paz y Reconciliación y la Defensoría del Pueblo que reconocen que la intensidad del conflicto disminuyó con el cese unilateral. El Frente Amplio por la Paz, veedor de que este fuera acatado por todos los integrantes de la guerrilla, certificó, al menos en tres ocasiones, el respeto de la misma.


El daño está hecho


Ambas partes aseguraron que permanecerán en la mesa, en medio de un país polarizado, porque mientras unos apoyan al presidente Santos, entre estos de manera desbocada los grandes medios de comunicación que usan y abusan de su poder, otros creen que el gobierno se equivocó. “Hay cosas que se valoran solo cuando se pierden y posiblemente es lo que pasará con esta tregua”, dice la revista Semana en circulación con el titular de que “La paz está herida”. En el país crecen los llamados al cese bilateral de fuegos, a bajar la intensidad del conflicto y a persistir en los diálogos de La Habana. Lo han dicho Naciones Unidas y otros organismos internacionales. Más que presionar “soluciones prontas”, como dice la canciller María Ángela Holguín, ahora asesora de la delegación gubernamental, lo que la comunidad internacional quiere es que no se pierda esta oportunidad de pactar el acuerdo de paz definitivo.


Pero el daño está hecho. En su prepotencia Santos pensó que el cese unilateral era un signo de debilidad de la guerrilla. Las FARC-EP decidieron suspender el cese unilateral de fuegos. Desde enero del presente año, el Secretariado venía advirtiendo que en varias regiones la Fuerza Pública estaba atacando los campamentos de guerrilleros en tregua. Los militares la aprovecharon para obtener ventaja militar. Demostraron que en la cúpula hay quienes se oponen a la salida política dialogada.


“No estaba en nuestra perspectiva la suspensión de la determinación del cese al fuego unilateral e indefinido proclamado el 20 de diciembre de 2014 como un gesto humanitario y de desescalamiento del conflicto, pero la incoherencia del gobierno Santos lo ha logrado, luego de 5 meses de ofensivas terrestres y aéreas contra nuestras estructuras en todo el país”, señala el comunicado del secretariado de las FARC-EP.


Demostrando que no existe ningún ánimo de revancha, el mismo comunicado consigna: “Nos duelen por igual las muertes de guerrilleros y soldados, hijos de un mismo pueblo y procedentes de familias pobres. Debemos parar este desangre. Contra nuestra voluntad tenemos que proseguir el diálogo en medio de la confrontación. Aunque Santos anuncia que mantendrá la ofensiva, insistiremos en la necesidad de acordar cuanto antes, para la salud del proceso de paz y evitar nuevas victimizaciones, el cese bilateral de fuegos que con tanta insistencia han reclamado las mayorías nacionales”.


Cabe recordar en estos momentos difíciles de los diálogos de La Habana, las proféticas palabras de Otto Morales Benítez, hombre de paz, fallecido el sábado 23 de mayo del presente año: “Hay enemigos agazapados de la paz, desde dentro y fuera del Gobierno”. ¡Que los hay, los hay!



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