jueves, 9 de noviembre de 2017

Por Carlos A. Lozano Guillén
@carloslozanogui

Conocido el fallecimiento del comandante Manuel Marulanda Vélez, en 2008, el Estado Mayor Central de las FARC-EP designó como su remplazo a Alfonso Cano (Guillermo León Sáenz Vargas), uno de los más destacados miembros del Secretariado, de gran capacidad política y comandante del Bloque Occidental y Central, activo en acciones militares contundentes contra la fuerza pública.


De inmediato, el presidente Álvaro Uribe Vélez ordenó su implacable persecución, cerca de dos mil uniformados asumieron la misión en el Cañón de Las Hermosas. Pero no hubo mayores logros, fue una de las frustraciones de la “seguridad democrática”.

Iniciado el gobierno de Juan Manuel Santos –cuando ya tenía decidido buscar acercamientos con Cano para establecer diálogos de paz- la ofensiva contra el Comandante de las FARC fue fortalecida. Diez mil quinientos hombres del Comando Conjunto del Pacífico y de la Fuerza de Tarea del Sur del Tolima, se dirigieron al Cañón de Las Hermosas a establecer un cerco sobre el jefe guerrillero. Realmente fue una cacería, inexplicable (en sentido común) porque Santos, en secreto, buscaba contactarlo para dialogar. Para esos días el mandatario le preguntó a Roberto Pombo, director de El Tiempo, qué haría si tuviera a tiro de fusil a Alfonso Cano. Pombo le respondió: “No ordenaría matarlo porque con él es que hay que acordar la paz que su gobierno quiere”.

Sin embargo, la suerte estaba echada. Para esos días (marzo de 2011) yo esperaba respuesta de Alfonso para ir a conversar con él sobre las posibilidades de acercamientos y de diálogos de paz, a petición de Cuba, país después garante del proceso. Me respondió que era imposible porque el cerco era muy fuerte. Intercambiamos unas cortas e importantes notas de cuyo contenido deduje que algo estaba andando.

Sobre Cano, como perros de presa, se lanzaron los 10.500 militares, apoyados por aire. Evadiendo el cerco se fue a lo largo de la Cordillera Central desde el Cañón de Las Hermosas hasta Suárez en el Cauca. Un largo recorrido que demuestra la sagacidad y capacidad que tuvo Cano. Al final, fue encontrado, al parecer por delación o error de uno de sus hombres. El 4 de noviembre de 2011, en estado de indefensión, sin sus anteojos, fue fusilado, como lo denunció monseñor Darío Monsalve.

Alfonso Cano, con quien compartí militancia en la JUCO, fue un hombre extraordinario, revolucionario y dueño de una gran capacidad intelectual. Fue uno de los arquitectos de la paz. Timoleón me diría después que pese al acto de traición, decidieron seguir adelante en homenaje a su proyecto de paz dialogada con democracia y justicia social. Honor y gloria para Alfonso Cano.

carloslozanogui@outlook.es

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