jueves, 31 de marzo de 2016

Un hecho histórico

Por: Carlos A. Lozano Guillén


No es el fin de la Guerra Fría, pero sí un enorme paso para acabar con este lastre que surgió en la segunda posguerra en el marco del feroz anticomunismo que se apoderó de EE. UU. y de las grandes potencias.



La visita del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a la isla de Cuba, durante casi 72 horas, en la cual se cumplió la cumbre de los mandatarios de los dos países, es un hecho histórico, como lo han calificado en todo el mundo, que abre un nuevo capítulo en las relaciones EE. UU.-Cuba de distensión, tolerancia y respeto mutuo, antes caracterizadas por la pugnacidad y la confrontación, alentadas durante 60 años por los planes belicistas e intervencionistas de la Casa Blanca, que no escatimó esfuerzos para borrar del mapa a la Revolución cubana. Fueron infructuosos y equivocados, lo reconoció el presidente Obama al justificar el acercamiento con el presidente Raúl Castro.


Sin embargo, no es el fin de la Guerra Fría, pero sí un enorme paso para acabar con este lastre que surgió en la segunda posguerra en el marco del feroz anticomunismo que se apoderó de Estados Unidos y de las grandes potencias. Llegar al fin de la Guerra Fría implica derogar el bloqueo económico contra Cuba y devolver Guantánamo, territorio cubano ocupado por Estados Unidos y convertido en prisión, donde se violan los derechos humanos de los prisioneros de todas las latitudes. Es una vergonzosa cárcel política en el siglo XXI. También implica suspender toda intervención armada en cualquier punto del planeta para someter regímenes de oposición al statu quo del capital a nivel planetario.


El mundo unipolar, tras la caída del muro de Berlín, no significó el fin de la historia ni el fin de las ideologías, como lo pregonaron los analistas de la derecha. El capital agravó los problemas sociales en el mundo, y las nuevas recetas económicas neoliberales profundizaron la desigualdad; por ende, los conflictos se extendieron en países de todos los continentes.


El anticomunismo, el gran garrote y el sometimiento por la fuerza siguieron siendo pilares de la política exterior estadounidense, nunca abandonada, como lo demuestra la admirada exembajadora y escritora Clarita Nieto Ponce de León en su excelente obra Los amos de la guerra. La Guerra Fría continuó siendo una realidad agenciada por el Pentágono y el complejo militar-industrial de los Estados Unidos, que en Colombia se expresó en todo tipo de planes militares, por supuesto el Plan Colombia y su nueva versión, Paz Colombia.


Pero el trascendental paso del presidente Barack Obama de tenderle la mano a Cuba es significativo y golpea a los ‘halcones de la guerra’ en su propio país. Obama es consciente de que debe corregir la equivocación y saldar la deuda histórica con el pueblo cubano, que no pudo ser sometido por los ‘amos de la guerra’.


Demuestra que los conflictos de las sociedades modernas deben resolverse por la vía política del diálogo y la concertación, sin anular las movilizaciones sociales y populares, que son motor del cambio progresista.


En este sentido, la reunión de John Kerry, secretario de Estado, con los voceros de las delegaciones de paz del Gobierno Nacional y las Farc-Ep coloca en otro contexto la participación norteamericana, pues de alguna manera el contacto guerrillero a ese nivel con la administración estadounidense demuestra su carácter político insurgente y reconoce el conflicto colombiano, de potenciales causas políticas, económicas y sociales.


Estados Unidos también tiene una enorme deuda histórica con el pueblo colombiano: ayudó al Estado en la guerra que no ganó; ahora debe apoyar la solución dialogada, ad portas del éxito de la mesa de La Habana.


Positiva lección para quienes en Colombia continúan pensando en la guerra, le ponen talanqueras a la paz y esperan, sin éxito, la madre de todas las batallas para aplastar al enemigo.



Carlos A. Lozano Guillén


Director del semanario ‘Voz’


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