Los gringos continúan promoviendo su utilización en Colombia con el chantaje de mantener la “ayuda” para la guerra. En el fondo, hay oscuros intereses económicos de por medio, porque la patente del glifosato es de Monsanto, también dueño del Agente Naranja utilizado en la guerra de Vietnam.
La semana pasada estuvo en Bogotá el ex embajador gringo en Colombia William Brownfield, ahora subsecretario de Estado adjunto para Asuntos Internacionales de Narcóticos, quien vino a imponer la continuación de las fumigaciones con glifosato como un virrey colonial. Mientras fue embajador en Bogotá, pontificó sobre lo divino y lo humano, interviniendo en asuntos internos. En cambio, en la vecindad, en la República Bolivariana de Venezuela, donde sí saben de dignidad patriótica, lo frenaron y abandonó el país con el rabo entre las piernas.
El glifosato es un herbicida letal. Dicen los entendidos e investigadores que “es un herbicida no selectivo de amplio espectro, desarrollado para eliminación de hierbas y arbustos, en especial los perennes. Es un herbicida total. Se puede aplicar a las hojas, inyectarse a troncos y tallos, o asperjarse a tocones como herbicida forestal”.
Numerosos estudios demostraron hasta la saciedad que el glifosato es nocivo para la salud de las personas y enrarece el medio ambiente. Eso se dijo desde cuando Estados Unidos impuso su uso indiscriminado en Colombia con el chantaje de suspender la “ayuda” del Plan Colombia para combatir el narcotráfico. En realidad, plan contrainsurgente y de intervención directa estadounidense en el conflicto interno.
El genetista y científico francés Gilles-Eric Seralini estableció que “el glifosato estimula la muerte de las células de embriones humanos”. Por esta razón, en Ecuador, donde también saben de dignidad patriótica desde que llegó al poder Rafael Correa, protestaron por las fumigaciones en Putumayo, al sur de Colombia, cerca de la frontera colombo-ecuatoriana, porque dejan secuelas letales en su territorio. La demanda la ganó en la Corte Internacional de Justicia, donde aceptaron sus argumentos. Hace pocos meses, la Organización Mundial de la Salud también reconoció los daños que producen estas fumigaciones.
Pero los gringos continúan promoviendo su utilización en Colombia con el chantaje de mantener la “ayuda” para la guerra. En el fondo, hay oscuros intereses económicos de por medio, porque la patente del glifosato es de Monsanto, también dueño del Agente Naranja utilizado en la guerra de Vietnam y de las dioxinas, consideradas por la ONU como uno de los doce contaminantes más perjudiciales al ser humano y al medio ambiente.
Con toda razón han dicho las FARC-EP que se debe dar aplicación inmediata a los acuerdos sobre el tercer punto de la agenda que trata de la no utilización del herbicida criminal. Al imperialismo yanqui no le interesa para nada el efecto letal siempre, coloca por delante sus intereses mezquinos.
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