jueves, 18 de diciembre de 2014

Mirador: Los ricos lloran

De izquierda a derecha Luis Carlos Sarmiento Angulo, Alejandro Santo Domingo, Carlos Ardila Lulle y Jaime Gilinski. Foto: Semana
Carlos A. Lozano Guillén


La crisis petrolera y otras movidas de la economía mundial avizoran, según los expertos, que la crisis mundial se prolongará más tiempo. Las causas son sistémicas y obedecen al comportamiento muchas veces ilícito del capital y a la ambición ilimitada de los dueños del mundo. El capital se impone sobre la base de la mayor explotación y de la mayor ganancia, sin tener en cuenta factores de equidad y de políticas de bienestar.



Es el mundo de las transnacionales y de las potencias, que tiene su propia geopolítica sin respeto por la soberanía de las demás naciones y mucho menos por el medio ambiente depredado sin límites, incluyendo el saqueo de las riquezas naturales. Son prácticas neocoloniales a pesar de la fractura del colonialismo, del cual quedan rezagos en todas las latitudes.


La mezquindad del capital no tiene límite.


En Colombia, donde se vislumbra un panorama no muy alentador para la economía en los próximos años, porque se agrieta la estructura de la locomotora minero-energética y por ende las posibilidades de mantener el ritmo del crecimiento económico, los ricos pusieron el grito en el cielo cuando el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, que representa sus intereses –de ello no existe ninguna duda- anunció la reforma tributaria que regirá a partir del próximo año y que busca recaudar 12,5 billones de pesos para financiar el Presupuesto Nacional y estableció el “impuesto a la riqueza” –ahora “impuesto a la pobreza”-, que en la propuesta original afectaría a los capitales mayores a 750 millones de pesos y ya va en los superiores a mil millones de pesos.


Es un impuesto que obliga a 52 mil ricachones, más o menos el 0,1% más rico del país.


¡Y pegaron el grito en el cielo! Dizque porque frenará el crecimiento de la economía y la inversión. Es la explicación de los avaros gremios de la producción. Prefieren que el recaudo de los 12,5 billones faltantes se logre por la vía de disminuir el gasto público (nómina e inversión social, por supuesto) y cargarlo a las personas naturales. Como siempre, descargar el peso de la crisis en los hombros de todo el pueblo. Es decir, el viejo expediente de que la crisis la pagan todos y las utilidades exclusivas para los dueños de la riqueza. Ya el ministro de Hacienda los consoló: “se estudiará una nueva reforma para más adelante”.


La reforma es negativa en muchos aspectos, está el debate planteado del nivel de afectación a las capas medias. Como también extiende el cuatro por mil hasta 2019 (promesa incumplida de acabarlo) y se eliminan las devoluciones de IVA en compras con tarjeta de crédito. Los ricos lloran y los pobres tendrán que resistir para impedir el nuevo atraco al salario mínimo y al aumento salarial. Será precario con el cuento de que estamos en tiempos de amarrarse el cinturón.


carloslozanogui@outlook.es

Semanario Voz




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